La parábola del teorema egoísta |
Escrito por Redacción Matematicalia | |||
jueves, 26 de noviembre de 2009 | |||
EXTRAÍDO DEL PERIÓDICO "EL ESPECTADOR" Parece inofensivo, pero uno nunca sabe con esas cosas. Si quieren más información, aquí está. Hay gente, muy poca, que sabe cuál es ese número y otros que todavía no lo saben porque, bueno, eso es lo que significa que sea clasificado. Esto es algo relativamente nuevo en matemáticas. Es un paso en una dirección que no me gusta. Una dirección que es una afrenta directa a la manera en la cual las matemáticas, como disciplina, como gran obra del intelecto humano, han crecido y prosperado. En contraposición con la imagen popular del matemático como un hombre recluido y autista, buena parte de las matemáticas actuales son el producto de intensa interacción social (condimentada, eso sí, con lapsos de mediana soledad). Los matemáticos trabajan mucho tiempo solos, sí, pero también se encuentran, colaboran, intercambian resultados y problemas y, sobre todo, comparten. Hay respeto y orgullo en la autoría, por supuesto, pero liberar el resultado, una vez alcanzado, o incluso en un punto medio, es parte del proceso natural que permite que el juego siga su curso. Los celosos teoremas secretos, con seguridad basados en trabajos previos y libres, rompen el ciclo de confianza: abusan del sistema y lo corrompen. Sus autores reciben pero no dan. Por fortuna, estos teoremas clasificados son, por lo pronto, casos aislados. De hecho, gracias a la moda de las redes sociales, el intercambio matemático en línea ha aumentado dramáticamente. De tímidos blogs de noticias de la disciplina hemos pasado, en cuestión de meses, a sitios diseñados para promover la visibilidad de ciertas áreas y el intercambio de preguntas y respuestas especializadas. Así mismo, hemos visto nacer varios seminarios en línea donde colegas de diferentes lugares se dan cita para discutir detalles técnicos y compartir opiniones sobre la naturaleza de los desarrollos y los métodos. Tim Gowers, quien recibió la medalla Fields (una especie de premio Nobel matemático para promesas jóvenes) en 1998 por sus trabajos en combinatoria y análisis funcional, propuso a principio de este año la idea, descabellada para muchos, de que tal vez era posible hacer matemáticas a través de un foro abierto en Internet. El resultado de su propuesta es el proyecto Polymath, un sitio en línea donde matemáticos de diferentes especialidades, proveniencias y edades se dan cita para discutir y resolver en equipo problemas concretos. El primer candidato fue una demostración alternativa de un cierto resultado relacionado, perdonen la vaguedad, con triquis n-dimensionales, y tras cerca de dos meses de discusión fue declarado resuelto. Ahora Gowers ha propuesto problemas más ambiciosos. Uno muy interesante (¡y probablemente muy difícil!) que está en etapa preliminar es armar un modelo matemático-computacional que muestre cómo podría emerger vida de la nada. Otro más, actualmente en desarrollo y a cargo del activísimo (y también medalla Fields) Terence Tao, está relacionado con la búsqueda algorítmica de números primos. Como ven, pese a la existencia de los teoremas egoístas y las absurdas patentes matemáticas (de las que espero hablar en otra ocasión), hay muchas razones para ser optimistas sobre el futuro de la disciplina. La adopción masiva de los nuevos medios de comunicación está cambiando radicalmente y para bien la manera como las matemáticas nacen, crecen y se distribuyen. Las colaboración abierta y constante, una de las principales tradiciones y fortalezas de las matemáticas como actividad humana, nunca ha sido tan robusta y rica como hoy. Más información: Javier Moreno, La parábola del teorema egoísta, El Espectador [21 de noviembre de 2009] |