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Escrito por Manuel Calvo Hernando   
martes, 14 de junio de 2005
La divulgación de las matemáticas

Recibido: jueves, 24 febrero 2005




La divulgación de las matemáticas

 

Manuel Calvo Hernando                                      

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Las matemáticas son también objeto de divulgación, aunque en mucha menor medida que la física y la astronomía. Divulgar la investigación matemática es una tarea difícil, por razones tanto objetivas como subjetivas dependientes de los modos de pensamiento y del lenguaje y de las dificultades de transcodificación del lenguaje matemático a la expresión cotidiana. Los físicos teóricos han tenido más éxito en este empeño.

 

La tesis que aquí sostenemos -las matemáticas pueden divulgarse- se prueba con los libros publicados con destino a quienes no son matemáticos profesionales. Este es el caso de Jean Dieudonné, autor de Pour l'honneur de l'esprit humain. Les mathématiques aujourd'hui (Hachette, 1987), quien pertenecía al colectivo Bourbaki, del que fue portavoz y donde escribió los textos una vez discutidos y aprobados por el grupo, con unas 10.000 páginas en su activo.

 

Para Dieudonné, la experiencia demuestra que el público lee siempre con gusto los informes sobre las ciencias de la naturaleza y tiene la impresión de sacar de ellos información que enriquece su visión del mundo, mientras que los artículos sobre las matemáticas actuales parecen estar escritos en una jerga incomprensible y tratar de nociones demasiado abstractas para tener el más mínimo interés.

 

Hay que suponer, en todo caso, ese “bagaje mínimo” que implica haber cursado con aprovechamiento las matemáticas del Bachillerato de Ciencias, las sociedades que lo tengan. Y justamente la naturaleza de este bagaje es la fuente de las dificultades de comprensión de las matemáticas actuales. Nada de lo que se enseña en los liceos e institutos actuales en matemáticas ha sido descubierto después de 1800 y no se enseña todo lo descubierto hasta esa fecha, afirma, quizá con alguna exageración, Jean Dieudonné.

 

Todos sabemos que las ciencias de la naturaleza han avanzado continuamente y de modo extraordinario desde principios del siglo XIX y el público “culto” ha podido seguir esta vertiginosa ascensión, un poco de lejos, sin duda, pero sin perder el hilo, gracias a diversas simplificaciones inteligentes que conservan lo esencial de las nuevas ideas.

 

En cuanto a la divulgación matemática, el problema es que, por un lado, la mayoría de las ciencias no necesita, incluso hoy, mucho más que las matemáticas clásicas, es decir, los resultados conocidos hasta 1800, aproximadamente; y por otro, se ha producido una verdadera mutación con la creación de nuevos “objetos matemáticos” totalmente diferentes de los objetos “clásicos”, los números y las “figuras”, y cuyo mayor grado de abstracción (ya no se apoyan en “imágenes” sensibles) han alejado a quienes no veían su utilidad.

 

Quiero convencer al lector de buena voluntad -afirma Dieudonné- de que este mayor grado de abstracción no tiene en absoluto su origen en un deseo perverso de los matemáticos de aislarse sin razón de la comunidad científica a través de un lenguaje más hermético. Los matemáticos tenían que resolver los problemas legados por la época “clásica” o provenientes directamente de las nuevas adquisiciones de la física, y descubrieron que lo podían conseguir, a condición de crear nuevos objetos y nuevos métodos, cuyo carácter abstracto era indispensable para su éxito[1].

 

Para los especialistas, el valor de las matemáticas se basa en el hecho de que sus fórmulas pueden liberarse de lo específicamente humano y es el único idioma universal. Miguel Sánchez-Mazas estaba entre quienes creían que esta ciencia es el único lenguaje común del universo y que con ella -y sólo con ella- podría establecerse comunicación con otros habitantes del sistema solar e incluso podría crearse una suerte de lenguaje básico universal (matemático), intermediario entre todos los idiomas hablados. En teoría, dos personas de cualquier origen o lengua pueden tratar un problema aritmético, geométrico o algebraico con parecida facilidad de comprensión. Y si seres de otros sistemas extrasolares entraran en comunicación con nosotros, acaso no habría otro camino inicial que el de los números para establecer una clave comprensible para unos y otros[2].

 

Textos sobre divulgación matemática

 

Parece que el problema de hacer comprensibles las matemáticas al profano, incluso educado, sigue siendo insuperable. Esta opinión desoladora aparecía en un informe de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU., de 1968. Pero los científicos no se dan por vencidos. En este mismo país, la Fundación Nacional de la Ciencia ha promovido un movimiento para establecer qué posibilidades existen de difundir al gran público la investigación matemática.

 

Matemáticos consultados reconocen que existe una brecha muy amplia de comunicación entre ellos y el público. Sus opiniones difieren, en cambio, sobre cómo y cuándo podría cambiar esta situación. Una encuesta entre participantes del congreso internacional celebrado en Vancouver (Canadá) permitió comprobar que las dos terceras partes no tenían interés alguno en comunicarse con gente que no estuviera en el campo de las matemáticas. El profesor Lynn Steen, a quien la Fundación Nacional de la Ciencia había encomendado el estudio sobre el problema de la comunicación entre los matemáticos y el público, expresó así su punto de vista sobre esta actitud de los participantes en el congreso: Los matemáticos ponen todo el acento y el entusiasmo en la tarea investigadora, pero son incapaces de explicar, a quien no conozca el secreto, qué hacen o qué buscan.

 

Aquello de que saben investigar, pero no saben exponer queda claro con el testimonio de uno de ellos, el destacado matemático Fritz John: No me interesan la fama, la fortuna ni la aclamación del público; lo único que deseo es la admiración envidiosa de mis colegas.

 

Ocurre, sin embargo, que los pocos matemáticos que han sido capaces de explicar sus trabajos al gran público han destacado por su capacidad y, muchas veces, su genio. Para el matemático Ronald Graham esto no es una coincidencia: Los que realmente saben, también saben exponer.

 

La Fundación Nacional de la Ciencia insistió en la necesidad de divulgar esta disciplina y ha venido planteando un desafío, tanto a los matemáticos como a los periodistas, para romper las barreras que separan esta ciencia del gran público. Este reto alcanza a todos los que en el mundo estudian matemáticas y a todos los que realizan una tarea de comunicación científica[3]. Paulos ha reflejado en sus libros la preocupación por el hombre que él llama “anumérico” y que somos la mayoría de la humanidad.

           

Cuatro matemáticos españoles de hoy, los profesores Antonio Córdoba, Miguel de Guzmán (recientemente fallecido), J. Ildefonso Díaz Díaz y Javier de Lorenzo, han expuesto sus criterios sobre la divulgación de esta ciencia.

 

Córdoba: Matemáticas en la vida cotidiana

 

El profesor Antonio Córdoba, de la Universidad Autónoma de Madrid, pone algunos ejemplos sobre el uso cotidiano de las matemáticas: en medicina, tenemos el escáner, la tomografía asistida por ordenador para la localización de tumores. En geofísica se estudia la propagación de las ondas sísmicas aplicando las matemáticas para obtener información sobre la estructura de la corteza terrestre: fallas, yacimientos de mineral y bolsas de petróleo. Los espectrómetros de rayos X son nuestros ojos para determinar la estructura espacial de las moléculas cristalinas. Las matemáticas de las finanzas utilizan ecuaciones diferenciales y procesos estocásticos para describir los mercados de derivados y futuros, etc.

 

La lista podría hacerse muy larga, enorme. Son problemas muy interesantes que dan lugar a matemáticas también de gran interés. Pero hay otro aspecto de más hondo calado en la matemática: el empeño por la perfección de las formas del pensamiento, el énfasis en las demostraciones rigurosas talladas en el diamante de la lógica más estricta, y la derivación desde los primeros principios de las teorías sobre la naturaleza, han producido frutos riquísimos a lo largo de la historia y han dado lugar a revoluciones en nuestra concepción del espacio y del tiempo[4].

           

Guzmán: Romper el lastre de prejuicios

 

El profesor Miguel de Guzmán, matemático y divulgador, confirma la necesidad de hacer llegar de un modo asequible a un amplio segmento de la sociedad el sentido de la actividad que la comunidad matemática realiza. Es algo necesario, dice, y contribuirá sin duda a que se cumplan los propósitos siguientes:

 

  • Romper el lastre de prejuicios que vamos arrastrando de una generación a otra en torno a la matemática y que, en muchos casos, es causa de bloqueos en la mente de nuestros niños con respecto a esta disciplina.
  • Mejorar las condiciones culturales de muchas personas, abriéndoles los ojos a la realidad de la cultura actual y haciéndoles capaces de proveerse de herramientas indispensables para muchas de las actividades de las profesiones del futuro.
  • Conseguir que la sociedad valore de modo adecuado el papel de la matemática hoy día, de tal modo que pueda darse cuenta de que incluso muchos aspectos que podrían parecer ociosos del quehacer matemático básico posiblemente tendrán su fruto práctico en el futuro, como un somero conocimiento de la historia de las ciencias y sus aplicaciones nos muestra.

Para Guzmán, una divulgación de la matemática bien realizada puede tener, entre otros, los siguientes objetivos:

 

a)       Compartir la belleza, el poder de las matemáticas con un público amplio, tratando en muchos casos de penetrar a través de las barreras tradicionales entre las dos culturas, mucho más sólidas alrededor de las matemáticas que alrededor de cualquier otra ciencia.

b)      Tratar de cambiar actitudes hacia las matemáticas de muchos que necesitan tal cambio, con la convicción profunda de que tales actitudes son altamente perjudiciales a la vez para un sano desarrollo de la cultura y para el progreso de la matemática.

c)       Animar a más personas a ser matemáticamente más activas, con la persuasión firme de que esto puede conducir hacia una vida más plena intelectualmente y más satisfactoria.

d)      Estimular un desarrollo de la actividad matemática en libertad, no por compulsión, tratando de deshacernos de los muchos prejuicios infundados, hondamente arraigados entre tantos niños y adultos en nuestra civilización.

 

La divulgación de las matemáticas debe dirigirse a los siguientes estratos o sectores sociales:

 

  • Al público en general. Evitando tecnicismos, deberíamos tratar de transmitir en cuanto es posible el impacto y los métodos del pensamiento matemático acerca de algunos temas especiales: biografías de los matemáticos, tanto del pasado como actuales; aplicaciones, ideas, hechos que deberían formar parte de la cultura como el desarrollo de la concepción de estructura científica entre los pitagóricos; el desarrollo del cálculo infinitesimal; el sentido, en relación con la comprensión de los misterios de la mente humana, de algunos de los modernos desarrollos de la matemática.
  • Hay que dirigirse también a los más jóvenes, con una sensibilidad correcta de sus posibles intereses y motivaciones alrededor de este tema. Y debe estar a cargo de quienes saben comunicarse con ellos para transmitirles su entusiasmo, a través de exposiciones, competiciones, juegos, etc.
  • Asimismo, debe dirigirse esta divulgación a los estudiantes de educación secundaria, mostrándoles los aspectos más importantes de la historia, la evolución y las aplicaciones de cada uno de los temas con los que se ponen en contacto, a través de las biografías de los hombres y mujeres más importantes en matemáticas, mediante una presentación adecuada de los impactos culturales de la matemática a lo largo de la historia de la humanidad.
  • A los otros profesionales dentro y fuera del mundo académico. Hay una multitud de aspectos de la matemática que tal vez ellos no usan actualmente en su propio trabajo, pero que podrían arrojar nuevas luces sobre su forma de afrontar los problemas propios de su trabajo. Muchas de las soluciones más creativas provienen de la aproximación a los problemas de un campo con las herramientas de otro distinto.
  • A los profesionales de las matemáticas. El desarrollo de esta disciplina es tan intenso que resulta rara la persona que pueda entender el lenguaje de dos o tres de los muchos campos actuales de la matemática. También los matemáticos formados en un cierto campo necesitamos que alguien nos explique con un lenguaje adecuado las ideas que van teniendo más éxito en otros campos, vecinos y no vecinos, con la convicción de que tales ideas, por razón de la unidad en lo profundo de la matemática, puedan sernos de utilidad para una comprensión más penetrante del propio campo en que trabajamos[5].

 

Díaz: Las matemáticas son ideas

 

No es frecuente que un catedrático de matemáticas dedique una parte de su discurso de recepción en la Academia a la divulgación de la ciencia y al periodismo científico. El profesor J. Ildefonso Díaz Díaz lo hizo. El título del discurso era El mundo de la ciencia y las matemáticas del mundo.

 

En un mundo tan influido por la matemática, en sus aspectos científico y tecnológico, ¿por qué esta ciencia básica no trasciende hasta el gran público? La divulgación de las matemáticas no es tarea sencilla, por no decir muy difícil. Los artificios técnicos de esta ciencia, su formalismo y simbolismo, sus tecnicismos a veces desconcertantes, enmascaran su naturaleza. Incluso personas con estudios superiores están convencidas de que no son capaces de entender casi ningún razonamiento matemático.

 

Las matemáticas no son solamente símbolos y cálculos, dice el profesor Díaz Díaz. Esto no es más que el equivalente de las notas y del pentagrama en la música. Las matemáticas son ideas, es decir, el estudio de esas ideas, de sus relaciones y extensiones. La buena matemática no se contenta sólo con proporcionar soluciones a numerosos problemas: trata de comprender por qué se dan tales soluciones, por qué adoptan formas concretas, y todo ello valorando la economía del pensamiento. Esto es lo que la hace profunda y bella al mismo tiempo.

 

El académico recuerda que algunas recientes incursiones de científicos en el campo de la divulgación han sido, de hecho, verdaderos best sellers, como los libros de Hawking o Penrose. Y deben recordarse los famosos estudios sobre la psicología de la creación matemática, debidos a Poincaré, Hadamard y Birkhoff. En el campo de las matemáticas, son pocos los intentos por divulgar al gran público el papel fundamental que la matemática está desempeñando en el progreso de otras ciencias y de la tecnología. Ahora que el programa espacial norteamericano ha vuelto a la actualidad con la exploración de Marte, es lástima que no se haga ninguna referencia a la contribución matemática en esta complicada empresa. Lo mismo sucede en temas tan dispares como el diseño de coches, aviones, trenes de alta velocidad, tecnología médica, técnicas audiovisuales, etc.

 

Ante la consulta verbal que formulamos al profesor Díaz Díaz, si pueden las dificultades de una ciencia justificar su desconocimiento por el público, su respuesta fue: La ignorancia científica más imperdonable no es la de la población normal, sino la que muestran, incluso alardeando de ello, algunas personas con responsabilidades públicas o con un gran poder de mimetismo en la sociedad. Desgraciadamente, esta actitud contagia a un gran número de ciudadanos.

 

También en comunicación personal al autor de este artículo, el profesor Díaz Díaz se formula una pregunta de gran importancia en este contexto: ¿Puede una persona sin formación matemática contribuir a la difusión, divulgación y progreso de la matemática?

 

La respuesta del catedrático y académico es afirmativa. Cuando una persona no profesional de la matemática se acerca a ella puede ser capaz de sembrar la curiosidad con mayor acierto si cabe que un profesional. Este es el caso, por ejemplo, del poeta y filósofo alemán Hans Magnus Enzensberger, quien ha tenido un éxito editorial insospechado con su libro El diablo de los números y deja con ganas de “saber más” a un número de personas muy superior al que estaría al alcance de un profesional de la matemática.

 

La sociedad actual requiere un cuidadoso y permanente análisis de los conocimientos científicos mínimos en cada nivel educativo. Un pretendido bombardeo de la ciencia sería innecesario y, de hecho, claramente imposible. Paradójicamente, en la era de la comunicación multimedia, nunca se ha dado una menor capacidad de discernimiento para el ciudadano medio. Uno de los problemas de nuestra época es la saturación de la información. Sin embargo, los medios de comunicación de masas uniformizan sus mensajes y sus contenidos. ¿Cómo y qué seleccionar? ¿Cómo sintetizar? ¿Cómo lograr unos criterios personales, una cultura, en armonía? Son preguntas que asaltan a numerosas personas y cuya respuesta se escapa del mundo de la educación, la investigación y hasta de la cultura humanista para depositarse en manos del periodista[6].

 

Lorenzo: El estilo matemático

 

El profesor Javier de Lorenzo se ha preocupado de las relaciones entre matemáticas y expresión escrita, sea como escritor o como divulgador. Para este estudioso de la matemática, el lenguaje de creación en esta ciencia se corresponde con las formas habituales: ensayo, diario personal y carta.

 

El ensayo se publica en revistas y se desarrolla en un breve esquema, sin llevar a veces un mínimo de demostración de las proposiciones que enumera.

 

El diario matemático se suele utilizar como borrador, como cuaderno de notas y también pensando en una futura publicación, en vida del autor o después de muerto. Como ejemplo de borrador De Lorenzo cita el de Richard Dedekind, pero considera como modelo el borrador de Gauss. En vida, muchas veces se permitió este gran matemático afirmar que teorías nuevas, incluso revolucionarias, le eran conocidas desde muchos años atrás. El clima creado por las revelaciones de quien fue considerado princeps mathematicorum ha quedado reflejado en una carta de Legendre a Jacobi, de 30 de noviembre de 1827. Al publicarse los borradores de Gauss, se demostró que todo lo que había dicho era cierto.

 

En los siglos XVI y XVII, los matemáticos se ponen en contacto personal mediante la carta, a pesar de la existencia de la imprenta. El intercambio epistolar se convierte en fuente de información. La enorme correspondencia de Euler nos permite, por ejemplo, conocer mejor su vida y sus métodos de trabajo.

 

Para Javier de Lorenzo, el lenguaje expositivo se encuentra, básicamente, en el ensayo o memoria y en el libro. Al tercer nivel expresivo, De Lorenzo lo llama lenguaje de divulgación y adopta, en general, la forma de libro de texto o de iniciación. Al estar destinado a un público más amplio, sus notas deben ser la claridad, la sencillez, la concisión. Este nivel de divulgación se convierte en clave del progreso matemático, pero no se trata de divulgación para el público. El profesor De Lorenzo subraya que la obra matemática exige tanto del que escribe como del que lee. Éste, el lector matemático, ha de “recrear” la obra, sea del nivel que sea, que tiene en sus manos, y ha de ser él quien cubra las lagunas del texto, los reiterados “de inmediato”, “es evidente”, “se obtiene”, “el lector comprobará”... que jalonan las demostraciones completas de las proposiciones que se enuncian[7].

 

Grandes divulgadores de la matemática

 

Las matemáticas han progresado como otras grandes disciplinas, pero estos avances pocas veces llegan al público, quizá porque sean pocos los cultivadores de esta ciencia que hayan publicado reflexiones sobre su disciplina y que aporten, además, su experiencia personal. Siempre resulta interesante la lectura de los numerosos artículos de Poincaré sobre la ciencia. G.H. Hardy, de una generación más próxima, escribió al final de su vida una Apología muy interesante, en la que aparece continuamente la persona que hay detrás del matemático.

 

Nos permitiríamos añadir a dos matemáticos del siglo XX, Norbert  Wiener y  Paul Erdös. El primero escribió su autobiografía en dos tomos: Ex prodigio. Mi infancia y juventud (1953) y Soy un matemático (1956). En el prefacio del tomo segundo, el gran científico, creador del vocablo cibernética, subraya su preocupación por explicar a un público no demasiado interesado en la ciencia, y que carece de conocimiento técnico sobre esta materia, el desarrollo de ideas que son fundamentalmente científicas. En el segundo tomo, Wiener nos informa de que antes había escrito otro libro para consumo general: una descripción más popular de la cibernética, la utilización humana de los seres humanos.

           

El  otro matemático que evocamos es el húngaro Paul Erdös (1913-1996), que recorrió el mundo para difundir esta ciencia y plantear públicamente algunos problemas. Fue un niño prodigio. A los cuatro años descubrió los números negativos y a los cinco, el tiempo que tardaría un tren en llegar al Sol. Las matemáticas fueron su vida y tuvo la virtud de popularizarlas. Pero, además, publicó unos 1.500 resultados, casi tantos como Euler, y se han contabilizado unos 500 co-autores con los que colaboró. Como a la mayoría de los grandes matemáticos a Erdös le encantaba jugar, y de hecho inició su carrera profesional resolviendo los problemas de la revista Közepiscolai Matematikai Lapok[8].

 

Acabamos de citar a Leonhard Euler, un gran científico divulgador nacido en Basilea en 1707 y muerto en San Petersburgo -desde donde Catalina II le había llamado- en 1783. Matemático excepcional, que publicó en vida 473 memorias y algo fuera de su producción habitual: Letres à une princesse d'Allemagne sur quelques sujets de physique et de philosophie, escritas directamente en francés. Su enorme correspondencia nos permite conocer mejor su vida y sus métodos de trabajo[9].

 

Debe recordarse a un importante cultivador de esta ciencia, que murió hace más de un siglo: el francés José Díaz Gergonne, no sólo gran matemático sino historiador de esta ciencia y fundador de Annales de Mathematiques, primera revista puramente matemática del mundo (Javier de Lorenzo, 1959).

 

Concluimos esta selección con un texto de Ian Stewart, uno de los mejores divulgadores actuales de la matemática, autor de numerosos libros y que publica artículos en muchas revistas (tanto especializadas como de gran audiencia). Ofrecemos unos textos tomados del prólogo de uno de sus libros traducidos al castellano, De aquí al infinito[10].

 

¿Qué son las matemáticas? ¿Para qué sirven? ¿Qué están haciendo ahora los matemáticos? ¿No estaba todo hecho hace mucho tiempo? En todo caso, ¿cuántos números nuevos se pueden inventar? ¿Son las matemáticas actuales simplemente algo que consiste en efectuar enormes cálculos, siendo el matemático algo así como un empleado del zoológico empeñado en alimentar a sus preciosos ordenadores? Si no es así, ¿qué son las matemáticas sino los excesos incomprensibles de unos cerebros superdotados que tienen la cabeza en las nubes y los pies colgando de los altos balcones de una torre de marfil?

 

Las matemáticas son todo esto y nada de ello. En su mayor parte son completamente diferentes. No son lo que la gente supone. Incluso cuando parece que fueran lo que se supone que son, basta con volver la espalda un momento para que ya hayan cambiado. Ciertamente no se limitan a ser un cuerpo de conocimiento inconmovible, su desarrollo no se reduce a inventar números nuevos y sus zarcillos ocultos invaden todos los aspectos de la vida moderna.

 

Las matemáticas están cambiando a gran velocidad. El propio libro de Ian Stewart, publicado en 1987, ha tenido que recoger, en las ediciones sucesivas, varios descubrimientos fundamentales. Durante los diez últimos años se ha demostrado el teorema de Fermat, el caos y los fractales han sobrepasado los límites que tenían en sus orígenes y otras cuestiones han tenido que pasar por “retiradas estratégicas”.

 

Una característica de la ciencia de finales del siglo XX es que se están desvaneciendo las fronteras tradicionales entre las distintas disciplinas. En matemáticas, ya no es lógico dividirlas en álgebra, cálculo, geometría, etc. Muchas áreas de investigación matemática se ven ahora enriquecidas por el contacto activo y directo con las ciencias aplicadas.

 

Vivimos en un mundo que cada vez es más matemático. A veces se piensa que las matemáticas son un arte, pero yo creo que las pautas del pensamiento matemático están más cerca de la ciencia. Las matemáticas constituyen una de las piedras angulares del esfuerzo científico, y la ciencia y su legado tecnológico nos afectan a cada uno de nosotros incluso de algunas maneras que no entran dentro de lo que conocemos, o podemos conocer.

 

La dificultad para divulgar estos temas al gran público parece basarse en las características propias del lenguaje matemático, cuyas palabras tienen un solo significado, exacto, preciso y específico. Trasladar las matemáticas a un lenguaje corriente -dice el matemático alemán Johannes Wagner- es tan difícil como traducir la poesía china[11].

 

Sin embargo, hay poesía china traducida, y algo puede hacerse para divulgar las matemáticas. En próximas colaboraciones añadiremos a lo dicho hasta ahora algunos posibles caminos.

 



[1] J. Dieudonné: En honor del espíritu humano. Las matemáticas hoy. Alianza Universidad, 1989, p. 14.

[2] M. Sánchez-Mazas: Lenguaje y matemática. En Abc, 30/01/1966.

[3] La divulgación de las matemáticas. Interciencia 1, no. 3 (1976).

[4] A. Córdoba: Divulgar las matemáticas. Fronteras de la ciencia y la tecnología 14. CSIC, 1997.

[5] M. de Guzmán: Matemáticas y sociedad: acortando distancias. Números 32 (1997), 3-11, p. 6.

[6] J.I. Díaz Díaz: El mundo de la ciencia y las matemáticas del mundo. Discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Madrid, 19 de noviembre de 1997.

[7] J. de Lorenzo: Introducción al estilo matemático. Tecnos, 1971.

[8] En Mundo Científico (1998).

[9] L. Euler: Correspondance avec C. Clairaut, J. d'Alembert et J.L. Lagrange. Opera Omnia, 1980.

[10] I. Stewart: De aquí al infinito. Crítica, 1998.

[11] La divulgación de las matemáticas. Interciencia 1, no. 3 (1976).

           

Sobre el autor

Manuel Calvo Hernando es Doctor en Ciencias de la Información y Presidente de Honor de la Asociación Española de Periodismo Científico, la cual fundó y presidió entre 1970 y 2004. Fue Director de Televisión Española de 1981 a 1982. Ha escrito más de treinta libros de divulgación científica y más de ocho mil artículos y reportajes sobre ciencia.

 

 



 
 
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