Recibido: viernes, 07 julio 2006
Lennart Carleson, Premio
Abel 2006
Fernando
Pérez González
Departamento
de Análisis Matemático
Universidad
de La Laguna
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En el año 2001, el gobierno de Noruega acordó instaurar el Premio Abel, con carácter
anual, a fin de honrar la memoria de Niels Henrik Abel, el insigne matemático
noruego que murió a la temprana edad de 26 años. Este galardón distingue fundamentalmente
la labor desarrollada por un matemático y por ello, y por su cuantía económica,
es considerado por muchos el equivalente al Premio Nobel de las Matemáticas. En
la edición de este año 2006, el premio fue concedido al matemático sueco
Lennart Carleson, quien lo recibió de manos de la reina Sonja de Noruega en un
solemne acto celebrado el pasado 23 de mayo en la Universidad de Oslo.

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Lennart Carleson recibe el Premio Abel 2006 de manos de la reina Sonja
[Fotografía: Knut Falch/Scanpix/The Abel Prize/The Norwegian Academy of
Science and Letters]
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Lennart Carleson (i) y Ragnar
Winther, presidente del comité Abel, depositan una corona en el monumento a
Abel del parque del palacio real de Oslo [Fotografía: Sara
Johannessen/Scanpix/The Abel Prize/The Norwegian Academy of Science and
Letters]
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Su vida
Lennart Axel Edgard Carleson nació el 18 de marzo de
1928 en Estocolmo. Estudió en la Universidad de Uppsala, por donde se doctoró
en 1950 bajo la dirección del gran matemático sueco Arne Beurling. A la temprana edad de 26 años obtuvo una
cátedra en la Universidad de Estocolmo, regresando un año después a Uppsala
donde también ganó una plaza de catedrático.
Desde unos años más tarde ha simultaneado sus professorships en la Universidad de California en Los Angeles, USA,
y en el Royal Institute of
Technology de Estocolmo.
En el periodo 1968-84 fue director del Institut Mittag-Leffler
de Djurshölm, al norte de Estocolmo. Gösta Mittag-Leffler construyó este
majestuoso edificio a finales del siglo XIX como una residencia, una biblioteca
y un lugar de reunión para la élite cultural y académica. Carleson comprendió el potencial de todo el
entorno, encontró la financiación adecuada e hizo todos los trámites que
condujeron a la creación del Institut Mittag-Leffler como hoy lo conoce la
comunidad matemática internacional, un lugar ideal donde los matemáticos pueden
realizar estancias cortas o largas
al objeto de desarrollar sus
investigaciones.
Durante 23 años, desde 1956 hasta 1979, Carleson fue
editor de Acta Mathematica, la muy prestigiosa revista cuya vida va a asociada
al Institut Mittag-Leffler. En el periodo 1978-1982, Carleson fue presidente de
la IMU (International Mathematical Union), y durante su mandato trabajó
tenazmente para que la República Popular China estuviese representada en la
IMU, lo que no era un hecho menor en esa época debido a motivos políticos.

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Institut Mittag-Leffler
[Fotografía: Sara Johannessen/Scanpix/The Abel
Prize/The
Norwegian Academy of Science and Letters]
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Incluyendo la edición de este año en Madrid, en cuatro ocasiones
Carleson ha sido invitado a los International Congress of Mathematicians (ICM), siendo
en una ocasión conferenciante plenario, hecho éste que es altamente valorado por la comunidad matemática internacional.
Carleson es Doctor Honoris Causa por diferentes universidades y académico
correspondiente de diversas academias. Ha recibido numerosas distinciones por
su obra, como el Premio Leroy P. Steele de la American Mathematical Society en
1984, el Premio Wolf en 1992, la Medalla
de Oro de Lomonosov de la Academia Rusa de Ciencias en 2002 y la Medalla Sylvester
de la Royal Society of London en 2003, galardones a los que en 2006 hay que
añadir el que es considerado ya el número uno de los premios en Matemáticas, el
Premio Abel.
Su obra
El jurado que le otorgó esta distinción resume los méritos contraídos por Lennart
Carleson en sus profundas y fundamentales
contribuciones al análisis armónico y a la teoría de sistemas dinámicos
regulares.
Si uno tuviese que separar a los matemáticos en dos
categorías, aquellos que construyen teorías y los que resuelven problemas, sin
la menor duda Carleson tendría que ser incluido en la segunda, por su vieja y
bien ganada reputación al haber resuelto problemas difíciles por métodos
enormemente complicados. Esto lo explica
el jurado con estas palabras:
Carleson está siempre por delante del resto del gran grupo. Él
se concentra sólo en los problemas más difíciles y profundos. Y una vez que
están resueltos, permite que otros invadan este nuevo reino que él acaba de
descubrir, mientras se mueve hacia otros
dominios de la ciencia más lejanos y menos explorados.
El jurado señala tres problemas especiales que
Carleson ha solucionado, uno de los cuales se destaca sobre los otros dos: la
convergencia de series de Fourier. Los otros dos problemas que el jurado estimó positivamente
en su decisión fueron el problema de la corona
y un problema en sistemas dinámicos relacionado con el atractor de Hénon.
Convergencia
de series de Fourier
Este es un problema de análisis armónico que el
matemático francés Jean Baptiste Joseph Fourier formuló en 1807 ante la
Academia Francesa de Ciencias, al afirmar que toda
onda periódica se puede descomponer como suma infinita de senos y cosenos.
Detrás de esta afirmación se esconde la idea intuitiva de que todo sonido resulta
de la superposición de armónicos simples (senos y cosenos) convenientemente
amplificados. Fourier era bastante impreciso en sus formulaciones, y sus ideas
provocaron no poca controversia en la que se vieron envueltos Laplace, Lagrange,
etc. Fue el matemático ruso Lusin quien vino a precisar el problema,
escribiendo en un trabajo suyo publicado en 1913 que asumía que ese resultado
era cierto, pero que no veía la forma de probarlo. A pesar de los diferentes
intentos, nadie consiguió dar una prueba hasta que Carleson lo logró 160 años
más tarde de haber sido formulado por Fourier, y la conjetura de Lusin pasó a
ser el teorema de Carleson sobre la convergencia en casi todo punto de la serie
de Fourier de una función de cuadrado integrable.
Debemos detenernos por un momento para advertir a los
no expertos que una conjetura no es
un teorema; no ha sido probada.
Podemos decir que una conjetura es un truco o artimaña que a veces utilizan los matemáticos cuando están
convencidos de que algo es cierto pero no lo consiguen probar. Todos los
ejemplos lo vienen a confirmar, e incluso en algunos casos se puede dar una
prueba particular, pero no se consigue dar una demostración formal que valide
el resultado globalmente. En este caso,
se plantea una conjetura que se publica en las mismas revistas que los
artículos. Si el autor de la conjetura es afortunado, la conjetura llevará su
nombre, incluso después de que alguna otra persona consiga probar el resultado.
La demostración del teorema de Carleson se mantuvo
aislada durante treinta años dentro del análisis armónico, siendo sólo en la pasada
década cuando los matemáticos han venido a entender la teoría de operadores que
subyace en su demostración y han empezado a utilizar las ideas de Carleson para
otros trabajos. El lector interesado es remitido a la magnífica monografía
de J. Arias de Reyna.
El
teorema de la corona y la medida de Carleson
Este problema se refiere a una cuestión en
matemáticas puras que fue establecida como conjetura por el matemático japonés
Kakutani a principios de los años cuarenta del siglo XX. Toma este nombre de la
corona solar, el anillo de materia incandescente que rodea al sol y que sólo se
puede observar cuando hay un eclipse total de sol. Que sepamos Carleson nunca estuvo
interesado en la astronomía, pero probó su teorema de la corona, dando una
demostración larga y llena de tecnicismos, que
más tarde pudo ser notablemente simplificada por otros matemáticos como
Tom Wolf y Theodore Gamelin.

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Eclipse solar total observado el 11 de julio de 1991 en
Hawai [Fotografía: S. Koutchmy, IAP-CNRS, Francia]
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El problema de la corona considera ciertas funciones
definidas en un disco. La frontera de este disco es una circunferencia. La cuestión
es: si estas funciones tienen un comportamiento propio dentro del disco, ¿cuántos
rizos, fibras o destellos se pueden levantar sobre la circunferencia? El
teorema de Carleson da una respuesta a esta pregunta. Este resultado no tiene
nada que ver con la astronomía; la analogía en la que el disco es el sol y la
circunferencia frontera es la corona solar se establece simplemente por
asociación con un fenómeno más conocido.
La prueba de Carleson del teorema de la corona es
también un ejemplo de cómo la solución de un problema tiene efectos sobre otros
problemas. Una medida es una
forma de asignar un número no negativo a un conjunto dado. Por ejemplo, podemos
definir la medida de un intervalo de números reales como su longitud, o la
medida de un conjunto plano como su área. En su demostración Carleson
necesitaba medir la longitud de ciertas curvas que construyó en el disco, e
introdujo una medida con este propósito. Esta nueva medida, conocida hoy como medida de Carleson, ha resultado ser
tremendamente útil en otros muchos campos de la matemática.
Sistemas
dinámicos y el atractor de Hénon

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El trabajo más
reciente que el jurado tuvo en cuenta para la concesión del Premio Abel se
origina en el periodo 1985-1991 y concluye en el trabajo de Carleson y
Benedicks de 1991. Este trabajo cae
dentro del área de los sistemas dinámicos. A modo de motivación del mismo, hemos
de retrotraernos hasta 1960 y al famoso MIT, el Massachussets Institute of
Technology, donde el meteorólogo Edward Lorenz trabajaba en crear buenos modelos
que ayudasen a la predicción meteorológica. Lorenz tenía un ordenador, que hoy
no dudaríamos en calificar de extremadamente primitivo, con el que hacía sus
enormes cálculos. Hablando grosso modo,
las técnicas de predicción del tiempo suponen la consideración de leyes físicas,
concretadas en sus oportunas ecuaciones y con unas condiciones iniciales que se
corresponden con la fuerza del viento, grado de humedad, presión atmosférica,
etc. en un instante determinado. Usando esta descripción, se calculan los valores
de estos mismos parámetros para un intervalo de tiempo próximo, luego para otro intervalo después de éste, luego
para el que le sigue, etc., hasta que finalizamos con la predicción para
mañana. Lorenz tuvo que reducir su modelo a sólo tres parámetros, a cada uno de
los cuales les daba sus valores y luego
“arrancaba la máquina”.
La historia cuenta que Lorenz trató un día de
continuar con la tarea que había interrumpido el día anterior. Comenzando más o
menos a la mitad de donde lo había dejado, introdujo los números relevantes y
puso la máquina a funcionar. De entrada todo coincidía con las observaciones del
día anterior, pero repentinamente los valores comenzaron a desviarse; al principio
sólo un poco, y luego muy rápidamente. El modelo había predicho algo
completamente distinto de lo que había hecho el día anterior. ¿Qué podía
ocurrir? Las ecuaciones eran las mismas, el punto de partida el mismo, el
ordenador el mismo, pero la respuesta era diferente.

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La explicación era que los valores de los parámetros no
coincidían. Lorenz redondeó hasta la cuarta cifra decimal cuando empezó el segundo día. Esto significaba que las condiciones iniciales eran ligeramente
diferentes, pero ¿podía una diferencia del orden de diezmilésimas provocar una catástrofe? Se suele dar por sentado que
pequeñas diferencias en los datos de entrada dan lugar a ligeras diferencias en
los resultados, pero este no era el caso aquí. La razón es que el proceso
estaba basado en repeticiones sucesivas donde el resultado previo hacía de
premisa en el siguiente. Una pequeña desviación ligeramente modificada en cada
paso podría llevarnos hasta lo desconocido después de muchos pasos. Lorenz
había descubierto el fenómeno conocido en meteorología como efecto mariposa, a saber, el simple movimiento de las alas de
una mariposa en Beijing en marzo puede provocar que los huracanes de agosto en
el Atlántico Norte tomen una derrota completamente diferente a la
habitual.
Dejando al margen los aspectos meteorológicos y
físicos del descubrimiento de Lorenz y centrándonos en la matemática que
encierra, hemos de decir que no fue difícil, con la ayuda de potentes
ordenadores, crear ilustraciones del sistema de Lorenz, aunque ello no
proporcionó información sobre las estructuras matemáticas que podía haber
detrás, ni apuntó visos de que alguien pudiera encontrarlas.
En 1976 el astrónomo Michel Hénon presentó una versión simplificada del sistema
de Lorenz. El sistema dinámico discreto
de Hénon tenía dos importantes ingredientes: requería de cálculos mucho más
sencillos que el de Lorenz y, como el Lorenz, presentaba un atractor extraño.
El sistema de Hénon viene descrito por una aplicación
T
del plano en el plano definida por
T(x,y) = (1 + y 1.4x2
, 0.3x).
La aplicación de Hénon especifica un modo de saltar de
un punto a otro del plano. Partiendo de un punto dado, pueden ocurrir varias
cosas. Podemos saltar más y más en la dirección de un punto particular, podemos
terminar saltando alrededor de un número finito de puntos, o podemos desaparecer
en el infinito. Pero también es posible que acabemos en una zona de donde no
podamos escapar y dentro de la cual experimentemos un comportamiento
aparentemente caótico, saltando en todas direcciones. Una zona así se denomina
atractor extraño: atractor por la
tendencia a permanecer en ella, y extraño
porque la aplicación muestra un comportamiento irregular o caótico después de
que hayamos entrado en dicha zona.
Carleson y Benedicks presentaron una demostración
formal del hecho de que el mundo es exactamente tal como pensamos que es, que
un atractor extraño existe. Nada
imprevisto va a ocurrir incluso haciendo millones y millones de iteraciones, y
una vez que entremos en la cuenca atractora permaneceremos en ella sin poder
escaparnos.
A modo de conclusión
Siendo inmensa la aportación que Lennart Carleson ha
hecho a la Matemática por haber probado los importantes resultados que ha
obtenido, hay que señalar rápidamente
que no son menos importantes las ideas, técnicas y mecanismos que hay detrás de
sus demostraciones. A través de Fernando Soria, analista de la Universidad
Autónoma de Madrid, he conocido un comentario de Michael Christ, destacado matemático
de la Universidad de California en Berkeley, sobre el análisis armónico ante
una audiencia en la que no todos eran especialistas. En su charla puso una
transparencia en la que aparecía una gran montaña y una línea que la serpenteaba. Este es el teorema de Carleson, dijo, una montaña inexpugnable. No importa llegar
a la cima; basta con saber que hay un camino abierto que otros podemos usar.
Referencias
Premio
Abel 2006
Página oficial del Premio Abel
Series de Fourier
J. Arias de Reyna: Pointwise
convergence of Fourier series. Lecture Notes in Mathematics, 1785.
Springer-Verlag, 2002.
L. Carleson:
On convergence and growth of partial sums
of Fourier series. Acta Mathematica 116 (1966), 135-157.
P. Falstad: Applet de Java sonoro que muestra la utilización de
las series de Fourier para expresar una función en términos de las frecuencias
o armónicos que la componen.
Grupo de Sistemas, Señales y
Control, Johns Hopkins University: Applet de Java
que muestra aproximaciones por series de Fourier a una señal periódica,
continua en el tiempo, y los correspondientes espectros de magnitud y fase.
Maths Online Gallery, Universität
Wien: Applet de
Java en el que el usuario puede elegir
los primeros 21 coeficientes de una serie de Fourier y observar la gráfica de
la función resultante.
El teorema de la
corona
L. Carleson: Interpolation by bounded analytic functions and the corona problem. Annals
of Mathematics 76 (1962), 547-559.
La aplicación
de Hénon
M. Benedicks, L. Carleson: The dynamics of the Hénon map. Annals of Mathematics 133
(1991), 73-169.
B.G. Adams: Applet de Java para el atractor de Hénon.
M. Cross: Applet de
Java para mostrar el comportamiento
caótico de la aplicación de Hénon.
Oracle ThinkQuest: Ilustración
del carácter fractal del atractor de Hénon.
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Sobre el autor
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Fernando
Pérez González es catedrático de Análisis Matemático y actualmente decano de la
Facultad de Matemáticas de la Universidad de La Laguna. Sus líneas de
investigación se enmarcan en el análisis complejo y funcional, y más
precisamente en la teoría de espacios de funciones analíticas.
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