Recibido: viernes, 14 de diciembre de 2007; revisado: miércoles, 30 de enero de 2008
Cuerdas vibrantes y
calor:
la génesis del
Análisis de Fourier
J.M. Almira
Departamento
de Matemáticas
Universidad
de Jaén
e-mail:
Esta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla
Pinche sobre una fórmula para ampliarla. Vuelva a pinchar sobre ella para reducirla, o pinche manteniendo pulsada la tecla [shift] para reducir todas las que permanezcan ampliadas.
Introducción
Cuando el 21 de diciembre de 1807 el matemático
francés Jean Baptiste Joseph Fourier (1768-1830) presentó ante la Academia de
Ciencias de París su Théorie de la
propagation de la chaleur dans les solides, es muy probable que éste no
fuera consciente de la que se le venía encima. Fourier, que por otra parte era en
esa época el Prefecto de la provincia de Isère, había trabajado en esta memoria
a ratos perdidos -o, más bien, robados a sus múltiples obligaciones- y en
ocasiones debió sentirse desfallecer. El objetivo de la memoria, como su propio
título indica, era el estudio de la propagación del calor en un conductor, bajo
diferentes hipótesis. Este problema quedaba fuera de los objetivos de la
mecánica racional y la mecánica celeste, por lo que su investigación suponía
abrir una nueva brecha en la ciencia de la época, inaugurar un nuevo y fecundo
campo de estudio, además de introducir nuevas técnicas en el planteamiento de
los problemas de la física matemática de la época (por ejemplo, distinguiendo
el efecto de los fenómenos físicos en el cuerpo sólido según se esté
considerando un punto interior al cuerpo o un punto de la frontera del mismo).
Fourier, inspirado en el trabajo anteriormente desarrollado
por Daniel Bernoulli en relación a otro importante problema físico -el problema
de la cuerda vibrante- había presentado en su memoria un método para el cálculo
explícito de las soluciones de las ecuaciones diferenciales que rigen el
fenómeno de la distribución del calor. El empleo del método de
Fourier-Bernoulli (actualmente denominado “método de separación de variables”)
pasaba por descomponer cualquier función periódica con periodo 
como una suma infinita del tipo

,


y una de las aportaciones importantes de Fourier fue proporcionar
una expresión explícita para los coeficientes 
,
afirmando la validez de su expresión para funciones “arbitrarias”. Es en este
punto donde surgieron los problemas, porque algunos de los matemáticos de la
Academia que debían juzgar el trabajo no estaban de acuerdo con buena parte de
los argumentos presentados por Fourier y, sin embargo, tampoco tenían
argumentos convincentes que probaran que estaba equivocado. Más bien al
contrario, los resultados presentados encajaban a la perfección con las
observaciones experimentales. Todo esto provocó una “acalorada” discusión que
perduraría en el tiempo hasta casi la muerte de Fourier, en 1830 (sólo en 1829 J.P.G.L.
Dirichlet (1805-1859) proporcionó un resultado que terminó por darle la razón).
En el fondo, estos matemáticos estuvieron discutiendo largo tiempo sobre
algunos conceptos que hoy consideramos básicos, como el concepto de función, o
los distintos tipos de convergencia. Sin embargo, a principios de siglo XIX
muchas de estas cosas estaban aún en el aire, a pesar de los importantes
avances que se habían producido en matemáticas tras la introducción del cálculo
diferencial e integral por Newton y Leibniz durante el siglo XVII. La aparición
del Análisis de Fourier fue, sin duda, clave para el avance de la matemática y,
como veremos, de la física y la ingeniería.


Pero vayamos por partes. Antes de explicar con detalle los
logros de Fourier, será interesante conocer el ambiente en el que estos
descubrimientos tuvieron lugar.
La física matemática del
siglo XVIII: el problema de la cuerda vibrante
Fue Brook Taylor (1685-1731) quien, en 1715, propuso, en su
obra Methodus incrementorum directa et
inversa, el problema de la cuerda vibrante. Se trata de determinar el
movimiento de una cuerda elástica así como el tiempo de vibración de la misma
si ésta es tensada mediante la aplicación de cierta fuerza externa y luego se
deja libre. Más precisamente: supongamos que tenemos una cuerda perfectamente
tensada, de longitud 
,
elástica, pinchada en el origen de coordenadas 
y en el punto 
,
y supongamos que tiramos de ésta hasta que alcance la forma de la función 
donde, por supuesto, hemos asumido que 
y que 
es una función continua. Si soltamos la cuerda
y la dejamos oscilar libremente, ¿qué formas adoptará a lo largo del tiempo?

Para abordar el problema anterior es necesario fijar varias
hipótesis, como son:
- La
cuerda oscila siempre verticalmente, esto es, cada punto de la cuerda está
sometido a una vibración que siempre es perpendicular al eje de abscisas.
- La
cuerda es homogénea (es decir, su densidad lineal de masa es una constante

).
Denotemos por 
la posición del punto de la cuerda
correspondiente al valor 
en las abscisas y en el instante de tiempo 
.
En particular, 
.
Pues bien, es posible probar que la ecuación diferencial que describe el
movimiento de la cuerda está dada por 
para cierta constante positiva 
que depende de las características físicas de
la cuerda.












Varios matemáticos se enfrentaron a esta ecuación, produciendo
diversas formas de abordar su solución. Taylor había propuesto el problema tras
estudiar algunas propiedades básicas de dicha solución. En particular, había demostrado
ya en 1713 la existencia de soluciones periódicas con frecuencia 
,
donde 
denota la densidad lineal de masa, 
es la tensión a la que está sometida la cuerda
y 
es su longitud (esta solución se corresponderá
con el primer modo fundamental de la cuerda), pero no las había calculado
porque en aquel momento no se disponía de una ecuación diferencial adecuada
para describir el movimiento de la cuerda. El error fundamental de Taylor fue
asumir que en cada punto la fuerza restauradora es proporcional a la distancia
de éste al eje de abscisas, algo que fuerza a centrarse en el primer modo
fundamental de vibración de la cuerda. En 1727 Johann Bernoulli abordó el
problema como proceso límite a partir del movimiento de un número finito de
cuentas de igual masa y colocadas equidistantes en una cuerda sin masa (es
decir, con una masa despreciable en comparación a la masa de las cuentas), muy
tensa -para que la posición de equilibrio sea una recta horizontal- y que se
desplaza en t = 0 de su posición de equilibrio. Este
problema es una versión discreta del problema de la cuerda vibrante y su solución
pasaba por el establecimiento de cierta ecuación en diferencias. Johann cometió
el mismo error que Taylor y, por tanto, no fue capaz de deducir resultados
generales. Fue su hijo Daniel Bernoulli (1700-1782) quien por primera vez, y
siguiendo el modelo del collar de cuentas introducido por su padre, adquirió
conciencia de la existencia de un conjunto infinito de modos fundamentales de
vibración. En particular, se percató de la existencia de soluciones
oscilatorias muy complejas a las que no se podía asignar una frecuencia de
vibración concreta.








Sin embargo, el primer matemático que proporcionó
un modelo razonable para el estudio del problema de la cuerda vibrante y, en
particular, el primero en deducir correctamente y resolver la ecuación de
ondas, fue Jean le Rond D’Alembert (1717-1783), en 1746. Él supo aprovechar la
hipótesis de Taylor sobre las fuerzas restauradoras que intervienen en el
problema conjuntamente con la segunda ley de Newton para deducir la ecuación 
.
Para abordar su solución, D’Alembert realizó los siguientes cálculos:
Consideremos las funciones 
y 
.
Entonces la ecuación de ondas se expresa en términos de estas nuevas funciones
como 
.
Ahora bien, si suponemos que 
es de clase al menos dos, entonces un conocido
resultado de cálculo de varias variables (el Lema de Schwarz) garantiza que 
,
por lo que la expresión usual 
puede reescribirse como 
.
Si ahora tenemos en cuenta que 
,
resulta fácil comprobar que

, 
Ahora bien, como

define un cambio de variables, podemos interpretar que 
es una función que sólo depende de la variable

y que 
depende sólo de 
,
lo que matemáticamente se expresa diciendo que existen dos funciones 
-dependiendo de una única variable- tales que

Despejando las funciones 
y 
,
y teniendo en cuenta que 
,
concluimos que

,
por lo cual

,
donde 
y 
.
Si además tenemos en cuenta que 
resulta que 
y si ahora usamos que 
,
resulta que 
es forzosamente una función 
-periódica. Así pues, las soluciones de la
ecuación de ondas se expresan como suma de dos “ondas viajeras”, cada una de
las cuales va en sentido opuesto a la otra y con igual velocidad.
Nótese que, como 
,
entonces es natural asumir que 
y, por tanto, si admitimos que 
y 
son funciones impares, entonces podremos
despejar la función 
y llegar a que la solución general del
problema de la cuerda vibrante está dada por 
.












Una vez resuelto el problema de la cuerda vibrante, D’Alembert
añadía la hipótesis adicional de que la función 
debía estar dada en términos de una única
expresión analítica (o fórmula), incluso para los valores de la incógnita que
no pertenezcan al intervalo 
,
que es el lugar donde se ha planteado el problema físico. La razón para asumir
esta hipótesis artificial era que D’Alembert estaba inmerso en la tradición leibniziana
según la cual las únicas funciones continuas eran aquellas que hoy conocemos
como funciones analíticas. Estas funciones tienen la particularidad de
satisfacer un fuerte principio de identidad, según el cual, si conocemos una de
estas funciones sobre los puntos de una sucesión convergente con límite un
punto interior a su dominio de definición, entonces la conocemos allá donde
ésta pueda estar definida en todo el plano complejo. El problema es que, al
asumir tal grado de suavidad para la función 
,
se estaban eliminando muchos casos físicamente posibles como, por ejemplo, el
de una cuerda pulsada en forma triangular.






Euler
(1707-1783) publicó entonces una nueva memoria sobre el problema de la cuerda
vibrante, esta vez admitiendo como condición inicial funciones 
definidas a trozos. Es decir, consideró la
ecuación de ondas deducida por D’Alembert, pero admitía que la función 
fuera representada mediante el uso de
diferentes expresiones o fórmulas en las distintas partes del intervalo 
.
Curiosamente, Euler justificaba su teoría porque este tipo de funciones se
obtienen fácilmente por medios físicos (mecánicos) y, como es evidente, el
problema de la cuerda vibrante tiene sentido para ellas. Sin embargo, no aclaraba
en qué sentido se pueden interpretar estas funciones desde el punto de vista
estrictamente matemático como soluciones de una ecuación diferencial (la
ecuación de ondas), pues ésta involucra ciertas derivadas que estas funciones
no poseen en determinados puntos. Así pues, para justificar el uso de funciones
tan generales fue necesario esperar hasta la llegada de la moderna teoría de
distribuciones. Euler observó que, a partir de la periodicidad de 
,
se deducía que la solución general 
debía ser periódica en el tiempo, con periodo 
.












En 1753 Daniel Bernoulli publica otra memoria sobre el
problema de la cuerda vibrante y en ésta hace explícito su desacuerdo con los
derroteros que había tomado el trabajo de Euler y D’Alembert, acusándolos de
haberse alejado del problema físico original y haber introducido técnicas muy
complicadas del Análisis que en su opinión no aclaraban sino que, por el
contrario, oscurecían la cuestión:
“Admiro los cálculos de los señores D’Alembert
y Euler, que ciertamente incluyen lo más profundo y avanzado del Análisis, pero
muestran al mismo tiempo que un análisis abstracto, si se dirige sin un examen
sintético de la cuestión propuesta, es más apropiado para sorprender que para
iluminar. Me parece que prestar atención a la naturaleza de las vibraciones de
las cuerdas basta para predecir, sin la realización de cálculo alguno, todo lo
que estos grandes geómetras han encontrado mediante los cálculos más difíciles
y abstractos que la mente analítica haya concebido jamás.”
Bernoulli acudía entonces a la acústica para argumentar que
ya en aquel momento era conocido que los cuerpos sonoros vibran en una serie de
modos simples con frecuencias de oscilación bien definidas, y que en el caso de
las cuerdas vibrantes los diferentes modos normales de vibración se obtienen a
partir del modo fundamental forzando que las distintas frecuencias
intervinientes sean siempre múltiplos enteros de la frecuencia fundamental. En
términos matemáticos, esto significa que Bernoulli afirmaba que
para ciertas constantes 
.
Por supuesto, tanto Euler como D’Alembert rechazaron la idea de Bernoulli.
Euler argumentaba que si admitimos la validez de (1) entonces tomando 
obtendríamos que 
y, por tanto, 
debe ser periódica e impar, lo cual resulta
una restricción innecesaria (absurda, según Euler) sobre la función. Por otra
parte, reconocía que las expresiones anteriores eran soluciones de la ecuación
de ondas, pero sólo representaban un tipo de las posibles soluciones de ésta y,
además, estas mismas soluciones ya las había obtenido él mismo previamente. D’Alembert
añadía la crítica de que para él ni siquiera estaba claro que toda función periódica
e impar 
se pueda representar como suma infinita de
senos pesados. En particular, pensaba que la función debía ser al menos de
clase dos.
Por su parte, Bernoulli respondía que, puesto que para un
número finito de nodos 
y para funciones arbitrarias 
,
el sistema lineal de ecuaciones
es soluble, y puesto que en la expresión bajo discusión hay
implicados infinitos coeficientes, es natural pensar que esta identidad se
pueda dar sobre un conjunto infinito de puntos de la recta.
Fue, sin embargo, Lagrange (1736-1813) el matemático
destinado a desarrollar la teoría de interpolación con polinomios
trigonométricos tanto para el caso de interpolación en nodos uniformemente
espaciados como para nodos arbitrarios, demostrando de forma elegante que
efectivamente (2)
admite una única solución y calculándola explícitamente. En
lo referente al problema de la cuerda vibrante, Lagrange se puso del lado de
Euler, argumentando, a partir de la versión discreta del problema, que éste se
podía resolver para funciones arbitrarias 
.
Concretamente, si las masas se colocan equiespaciadas, en los puntos de la
cuerda correspondientes con las abscisas 

,
y denotamos por 
la función que describe el movimiento de la
cuenta 
-ésima en términos temporales, dicho
movimiento queda descrito por el sistema de ecuaciones diferenciales ordinarias

.
Lagrange resolvió este sistema de ecuaciones sometido a las
condiciones

.
Concretamente, demostró que
 .
|
(3)
|
Curiosamente, existe un argumento relativamente simple (ver
[La, 26]) para, a partir de (3) y
tomando 
,
deducir la expresión correcta para la solución de la ecuación de ondas con una
función 
general, que es la dada por

(y, de paso, para el cálculo de los “coeficientes de Fourier”
de 
). Sin embargo, Lagrange no tomó este camino
sino que, por el contrario, llegó a la expresión desafortunada

que involucra una serie divergente, algo por lo que fue
duramente criticado.
El siguiente paso de importancia en esta larga historia fue
nuevamente dado por Euler quien, en 1777, observó que si 
para cierta función 
analítica cuyo desarrollo en serie de
potencias 
es convergente para 
,
entonces, teniendo en cuenta que

,
y sustituyendo en la expresión 
,
parece razonable esperar que la función 
admita un desarrollo en serie del tipo

.
Claro que esta simple observación no bastaba para obtener
una expresión razonable para los coeficientes 
.
En una demostración de poderío, Euler fue capaz de deducir con exquisito rigor la
fórmula correcta:

.
Para ello utilizaba, entre otras cosas, las relaciones de
ortogonalidad satisfechas por los vectores

.
Además, una vez calculada dicha expresión, comenta que ésta
podría haber sido hallada en base a las relaciones de ortogonalidad



que es el método empleado usualmente en la actualidad para
introducir las series de Fourier. Claro que Euler veía esto último sólo como un
proceso heurístico para deducir la expresión de los coeficientes 
.
La Teoría Analítica del
Calor: Fourier entra en escena
Al parecer, antes de ocuparse del problema de la
distribución del calor en sólidos conductores, Fourier había realizado algunas
contribuciones al problema de la vibración de los cuerpos sonoros. En
particular, se sabe que estaba bien familiarizado con la Mecánica Celeste de Lagrange y las contribuciones de Daniel
Bernoulli al problema de la cuerda vibrante. Lo que no nos es conocido es
cuándo y por qué orientó Fourier sus intereses hacia el problema de la
distribución del calor, aunque es casi seguro que esto debió suceder alrededor
de 1804, tras leer un trabajo de J.B. Biot (1774-1862) sobre el tema. En dicho
artículo Biot estudiaba la evolución temporal de la distribución del calor en
una barra metálica delgada y muy larga, cuando ésta se calienta desde uno de
sus extremos. Biot asumía la conocida ley de enfriamiento de Newton, según la
cual la cantidad de calor intercambiada por dos cuerpos que se ponen en
contacto es proporcional a la diferencia de sus temperaturas. Sin embargo, su
modelo no era correcto, como él mismo reconocería posteriormente. El problema
básico es que Biot asumía el mismo tipo de intercambio de calor entre la
superficie de la barra metálica y el aire que en el interior de la barra.
Al principio Fourier pensó que evitaría las dificultades con
las que se encontró Biot proponiendo un modelo discreto que, aunque resultaba
un tanto artificial, podía resolver con técnicas similares a las empleadas por
Lagrange en el problema de la cuerda vibrante. Esto fue lo primero que hizo, y
tuvo un éxito relativo porque, aunque fue capaz de deducir la expresión general
de la solución e incluso demostró algunas propiedades cualitativas de la misma,
en ésta aparecían ciertos coeficientes que no pudo hallar sino en ciertos casos
especiales -para dos o tres masas-. (Curiosamente, sí pudo hacer las cuentas posteriormente
para el problema discreto en un anillo, y esto le sirvió también para el
cálculo de los coeficientes de Fourier).
Entonces decidió volver al problema en el caso continuo. En
su primer intento, en 1806, llegó a la ecuación de difusión errónea

,
pero pronto descubrió su error y, al distinguir el
comportamiento del flujo del calor dentro del sólido y en sus puntos
superficiales, llegó a la ecuación correcta, la cual es, para los puntos del
interior del sólido,

.


Esta es la ecuación de difusión que incluyó en su memoria de
1807. Fourier estudió entonces el problema de la distribución estacionaria de
temperaturas en una lámina semi-infinita cuya superficie lateral mantenemos a
temperatura constante. La ecuación en juego es ahora 
,
pues la estacionariedad se traduce en que 
. Este fue el primer problema en el
que Fourier empleó el método de separación de variables. Dicho método consiste
básicamente en lo siguiente. Supongamos que la ecuación sólo depende de dos
variables (la idea es esencialmente la misma cuando hay más variables en
juego). Primero nos preocupamos de buscar soluciones 
de la ecuación que atiendan a una
descomposición de la forma 
.
Esto tendrá el efecto de transformar la ecuación en derivadas parciales (EDP)
bajo consideración en una o varias ecuaciones diferenciales ordinarias, cuya
solución general hemos de buscar. A continuación, se afirma que toda solución
de la ecuación que estamos tratando se expresa como superposición de las
soluciones “especiales” que acabamos de hallar y, teniendo en cuenta las
condiciones iniciales y de contorno del problema, se calculan los pesos
asociados.








Vamos a hacer los cálculos para el caso de la ecuación del
calor en el problema de una barra metálica homogénea y delgada, con superficie
lateral aislante cuya distribución de temperaturas inicial es una función dada
y cuyos extremos se mantienen constantes a temperatura cero, que es otro de los
casos considerados por Fourier en su memoria. La EDP bajo consideración es 
,
por lo que, si 
resuelve la ecuación, entonces 
o, lo que es equivalente, 
.
Como las variables 
no están ligadas por relación alguna, se sigue
que, forzosamente, las expresiones que aparecen a ambos lados de la última
igualdad son constantes e iguales entre sí. Esto permite reformular el problema
como el sistema de ecuaciones diferenciales ordinarias













La solución general de 
es 
.
Como el calor se disipa con el paso del tiempo, es evidente que 
,
por lo que necesariamente 
,
es decir, 
.
Por otra parte, la solución general de 
es de la forma 
.
Ahora bien, si imponemos las condiciones de contorno 
,
éstas se traducen en el par de ecuaciones 
,
lo que nos lleva a 
y 
para cierto número natural 
.
Se sigue que 
y, por tanto, la solución general de la
ecuación del calor para este problema concreto es de la forma
 .
|
(4)
|
Las “series de Fourier” aparecen en este contexto de forma
natural, puesto que al sustituir 
en la expresión anterior, obtenemos que
 .
|
(5)
|
Esto significa que la afirmación de que toda solución del
problema bajo consideración se debe expresar como superposición de las
soluciones “especiales” de la forma 
conlleva la hipótesis de que toda función 
definida en 
y satisfaciendo 
admite una representación del tipo (5). De
hecho, ambas cosas son en gran medida equivalentes. Si probamos que la
convergencia de la “serie de Fourier” es suficientemente buena, entonces
podremos derivar término a término en (4) y comprobar directamente que ésta es
solución de la ecuación del calor. Por otra parte, si 
es una solución arbitraria de la ecuación del
calor y, fijado 
,
consideramos el desarrollo en serie de senos de 
,
entonces tendríamos que 
.
De nuevo, derivando término a término, sustituyendo en la ecuación del calor y
utilizando la unicidad de los coeficientes de Fourier (siempre que justifiquemos
que estas cosas son posibles -y, de hecho, lo son en muchísimos casos-), se
comprobaría que 
.


















Este es sólo uno de los problemas (y, como ya hemos tenido
ocasión de comentar, no el primero en aparecer) relacionados con la
distribución del calor estudiados por Fourier en su memoria de 1807. En
realidad el método de separación de variables funciona para muchas EDPs, aunque
es necesario adquirir cierta habilidad para su aplicación en casos complejos.
¿De qué forma abordó Fourier el cálculo de los coeficientes 
?
Tomando el desarrollo de Taylor de 
en el origen de coordenadas, sustituyendo los
desarrollos de Taylor en el mismo punto de las funciones 
,
sustituyendo ambas expresiones en (5), reagrupando para que aparezca a ambos
lados de la igualdad un desarrollo en serie de potencias e igualando los
coeficientes de ambos desarrollos, se llega al sistema infinito de ecuaciones
lineales dado por

.
Fourier trunca el sistema -considerando solamente las
primeras 
variables 
- y lo resuelve, hace 
y llega a la expresión

,
que identifica como el resultado de iterar cierto número de
veces el proceso de integración por partes de la expresión

Todos estos cálculos, explicados en detalle, se pueden
consultar en [Ca].
Sea como fuere, el caso es que, antes de que Fourier
presentara su memoria sobre la propagación del calor, ya se habían calculado
numerosos desarrollos en serie de Fourier (es decir, desarrollos de la forma 
). Sin embargo, las funciones intervinientes
en dichos desarrollos habían sido siempre analíticas, y es precisamente para
esta clase de funciones para la que no había dudas. Por otra parte, parece ser
que Fourier desconocía la memoria de Euler de 1777, por lo que su método para
deducir los coeficientes de Fourier de una función analítica son completamente
distintos (y, admitámoslo, muy inferiores en lo que respecta al rigor) de los
de Euler. Ahora bien, el mérito de Fourier fue que apostó por afirmar la
desarrollabilidad en serie de Fourier para clases de funciones generales.
Además, introdujo e hizo un uso sistemático del método de separación de
variables y precisó numerosos aspectos básicos para el estudio de las
ecuaciones en derivadas parciales.


Con respecto a su afirmación sobre la generalidad de sus
desarrollos en serie, la idea básica en la que se apoyó Fourier es que para el
cálculo de los coeficientes

no es necesario en absoluto suponer suavidad alguna sobre la
función 
,
sino que lo único imprescindible es asumir que el área encerrada por el grafo
de 
entre las abscisas 
y 
,
es finita. Esto suponía además una importante motivación para el estudio del
concepto de integral, testigo que fue recogido primero por Dirichlet y luego
por B. Riemann y H. Lebesgue, entre otros, y dio lugar a las modernas teorías
de integración y, en parte, al nacimiento de la teoría de conjuntos de Cantor.
De hecho, actualmente se suelen considerar aliados inseparables el Análisis de
Fourier y la Integración de Lebesgue.








La memoria de 1807 contenía investigaciones para una amplia
gama de situaciones. En particular, en ella se tratan el problema discreto para
la barra y el anillo, las ecuaciones generales para el caso continuo en un
sólido, el estudio de la lámina semi-infinita, el teorema de Fourier sobre la
expansión en series trigonométricas con el cálculo de los coeficientes de
Fourier por eliminación y utilizando la ortogonalidad de los modos normales de
vibración, el estudio del anillo en el caso continuo, la transición del caso
discreto al continuo para el anillo, la esfera, el cilindro y, finalmente,
algunos experimentos.

Lagrange, Laplace y Monge: tres de
los cuatro miembros del comité encargado de informar sobre
la memoria de Fourier de 1807. (Del
cuarto miembro, Lacroix, no existen imágenes disponibles).
Cuando terminó, Fourier debía sentirse feliz porque había
resumido el trabajo de varios años y, además, había hecho brecha en un nuevo
campo de la física, hasta entonces prácticamente inexplorado, y había
estandarizado el método de separación de variables como herramienta fundamental
para el tratamiento de una clase relativamente amplia de ecuaciones en
derivadas parciales.
Sin embargo, la memoria tuvo una pésima acogida. Los
matemáticos que debían estudiar el manuscrito eran Lagrange, Laplace, Monge y
Lacroix. Para empezar, no emitieron informe alguno sino que depositaron en
Poisson -el alumno estrella de Laplace- la tarea de redactar una breve reseña
de las aportaciones de Fourier, reseña que apareció en el número de marzo de
1808 del Bulletin de la Société
Philomathique y en la cual simplemente se resume muy brevemente el trabajo
de Fourier, sin aportar crítica alguna. Sin embargo, algo podemos decir sobre
las críticas recibidas sobre la base de las distintas cartas de réplica con las
que Fourier se defendió. Al parecer, Lagrange no veía clara la deducción de
Fourier de la expresión

,
aunque ésta era correcta. Además, criticó no mencionar los
trabajos de sus predecesores, en particular, el de Euler. A esto último Fourier
replicó que no había citado el trabajo de Euler porque no lo conocía, pero que
en cualquier caso sus resultados tenían mayor importancia y generalidad y,
añadía:
“Si tuviera que mencionar algunos
trabajos, éstos hubieran sido los de usted, pues éstos los he leído
cuidadosamente en el pasado y contienen multitud de elementos similares a los
que he utilizado yo mismo.”
Por su parte, Laplace objetaba que al ser los senos
funciones impares, el desarrollo en serie de senos debía estar asociado
forzosamente a una función impar. A esto Fourier respondía que eso no era
problema si la igualdad de la función y la serie se restringía al dominio
adecuado y, además, observaba que efectivamente todas las series que él había
calculado eran convergentes. Además, Laplace no estaba de acuerdo con la
derivación de la ecuación del calor (aunque por lo visto sólo había leído la
primera propuesta de Fourier de 1806, que aún era errónea y que éste había
enviado tanto a Laplace como a Biot) y de hecho él mismo derivó la ecuación en
un trabajo posterior en el que incluía el siguiente comentario:
“Debo observar que el Sr. Fourier ya
ha obtenido estas ecuaciones, cuyo auténtico fundamento me parece es el que
acabo de presentar.”
Sin embargo, Fourier supo sacar provecho de los cálculos
presentados por Laplace, puesto que éstos motivaron una fructífera discusión
entre ambos a raíz de la cual Fourier introdujo, en el tratamiento del problema
del calor para un sólido infinito, el operador que actualmente denominamos
transformada (o integral) de Fourier y gracias al cual es posible tratar
funciones no periódicas en el dominio de la frecuencia.
La idea básica, en términos modernos, es la siguiente: supongamos
que la función 
está definida en toda la recta real y es
aperiódica. ¿Cómo podemos aprovechar las series de Fourier para obtener una
representación en frecuencia de esta función? El primer paso es considerar,
para cada 
,
la función 
para 
y extenderla 
-periódicamente. Entonces calculamos el
desarrollo en serie de Fourier de 
.
Este desarrollo, si converge, debe coincidir con 
en 
.
Finalmente, hacemos 
.
¿Qué sucede entonces? Pues bien, los coeficientes de Fourier de la función 
dan la descripción en frecuencias de 
para 
y, además, están dados (en su versión
compleja, la cual resulta de sacar a colación la famosa fórmula de Euler 
) por las expresiones 
.
Ahora bien, para 
suficientemente grande y bajo la hipótesis de
que 
,
podemos asumir que 
,
donde 
es la función a la que llamamos transformada
de Fourier de 
.
Como es natural, había que demostrar que una vez conocemos la transformada 
,
es posible recuperar la función inicial 
.
La aperiodicidad de 
se vería entonces reflejada en el hecho de
que, al variar tanto 
como los enteros 
,
los valores 
recorren todo el continuo numérico y, por
tanto, la descripción de 
en términos frecuenciales requiere el uso de
todas las frecuencias del continuo. Fourier, siguiendo los cálculos que
acabamos de esbozar, estableció la siguiente fórmula integral:























































Por supuesto, esta fórmula es válida siempre que impongamos
ciertas condiciones sobre 
y sobre la forma en la que interpretamos la
integral impropia. Por otra parte, la aplicación que nos lleva 
a 
tiene ciertas propiedades formales que
comparte con (¿o hereda de?) los coeficientes de Fourier y que son especialmente
útiles para las aplicaciones.
Hay que decir que mientras que las “series de Fourier” eran
viejas conocidas a principios del siglo XIX, la nueva técnica de las integrales
de Fourier sí debe ser considerada creación exclusiva de éste.
En la Academia eran conscientes de la importancia del
problema de la distribución del calor, así como de los avances significativos
que Fourier, Biot, y otros estaban realizando en este tema. Es por ello que
decidieron que la temática propuesta para el Gran Premio que debían conceder
para 1812 fuera precisamente el estudio de la propagación del calor en sólidos
conductores. Como era de esperar, Fourier se presentó al premio con una memoria
en la que, además de revisar lo realizado hasta 1807, incluía sus nuevos
cálculos con la integral de Fourier.
El jurado, compuesto por Lagrange, Laplace, Lacroix, Malus y
Haüy, concedió el premio a Fourier, pero decidió que el trabajo no sería
aceptado para su publicación en las Memorias
de la Academia porque carecía del rigor y la generalidad necesarios. Fourier,
que estaba resentido con la Academia por el trato dado a su obra fundamental,
decidió finalmente publicar sus investigaciones por sí mismo en 1822 en un
volumen al que tituló Teoría Analítica
del Calor. Curiosamente, ese año fue nombrado secretario perpetuo de la
Academia y entonces vio el cielo abierto, publicando en las Memorias el trabajo que había sido
premiado en 1811, y que llevaba por título Teoría
del movimiento del calor en los cuerpos sólidos. Este trabajo apareció en
dos partes, la primera en las Memorias
correspondientes a 1819/20 y la segunda en las de 1821/22 (que vio la luz en
1826). En el prólogo de su Teoría Analítica
el propio Fourier explicaba las idas y venidas de su obra, reconociendo
finalmente que
“Los retrasos en la publicación [de
mi obra] habrán contribuido a hacer el trabajo más claro y más completo.”
La Teoría Analítica
del Calor es considerada actualmente una de las obras maestras de la
ciencia y la tecnología y, para los físicos, es sin duda uno de los documentos
fundacionales de la física teórica. El impacto que ha tenido el Análisis de
Fourier sobre las matemáticas, la física y las distintas ingenierías está fuera
de duda y, de hecho, muchos pensamos que la ciencia y la tecnología modernas no
hubieran sido posibles sin el desarrollo correcto de las ideas de Fourier.
El teorema de Dirichlet
La persona encargada en demostrar de forma precisa que la
serie de Fourier de una función converge puntualmente (y, de hecho,
uniformemente sobre ciertos compactos) para una clase amplia de funciones,
incluyendo funciones con discontinuidades de salto, fue Dirichlet. El teorema
es el siguiente:
Teorema (Dirichlet, 1829). Supongamos que 
es 
-periódica, continua a trozos y con primera
derivada continua a trozos. Entonces

,
donde

denota la suma parcial 
-ésima de la serie de Fourier de 
,
siendo la convergencia uniforme sobre compactos que estén contenidos en el
interior de la región de continuidad de 
.
La demostración se apoyaba en ciertos cálculos realizados
previamente por Fourier -que fue, junto con Poisson, su director de tesis,
aunque ésta, defendida en la Universidad de Bonn en 1827, versaba sobre el último
teorema de Fermat, un tema alejado de las series de Fourier-. La idea clave es
conseguir una expresión cerrada para 
,
es decir, una expresión en la que desaparezca el sumatorio y éste sea
sustituido por alguna función sencilla dependiente de 
y de 
a la que podamos aplicar las técnicas
habituales del Análisis para obtener acotaciones, etc. En realidad esto no es
excesivamente complicado de lograr; de hecho, es una sencilla consecuencia de la
identidad 
y la fórmula de Euler, que

,
la cual es la expresión cerrada que buscábamos (la prueba al
completo puede consultarse, por ejemplo, en [Al]).
Una vez demostrado el teorema de Dirichlet, la balanza se
puso completamente del lado de Fourier y Daniel Bernoulli. Los matemáticos
aceptaron finalmente que las series de Fourier eran un instrumento adecuado
para la representación de funciones muy generales y, además, tomaron conciencia
de la profundidad de las ideas defendidas por Fourier y la enorme cantidad de
cuestiones abiertas interesantes que aún quedaban por resolver. La primera de
todas: ¿cuál es la verdadera extensión de la clase de funciones para las que la
serie de Fourier y la transformada de Fourier son convergentes?
Reconocimientos
Deseo mostrar aquí mi agradecimiento a los profesores J.M.
Méndez y J. Duoandikoetxea porque ambos han leído una versión preliminar del
artículo y han realizado importantes sugerencias para mejorarlo. Por otra
parte, el profesor J.C. Sabina de Lis me indicó la existencia de la referencia
[Da], la cual ha sido fundamental para
la elaboración de este trabajo.
Referencias
[Al]
|
^
|
J.M. Almira: Matemáticas para la recuperación de señales: una introducción.
Grupo Editorial Universitario, Granada, 2005.
|
[Ca]
|
^
|
A. Cañada: Fourier y sus
coeficientes. Boletín SEMA 36
(2006), 125-148.
|
[Da]
|
^
|
O. Darrigol: The acoustic origins
of harmonic analysis. Archiv. Hist.
Exact Sci. 61 (2007), 343-424.
|
[Du]
|
|
J. Duoandikoetxea: 200 años de
convergencia de las series de Fourier. La
Gaceta de la RSME 10 (2007), 651-677.
|
[Gr]
|
|
I.
Grattan-Guinness: Joseph Fourier,
1768-1830. The MIT Press, 1972.
|
[He]
|
|
J. Herivel: Joseph Fourier, the man and the physicist. Clarendon Press, 1975.
|
[Ka]
|
|
J.P. Kahane: El retorno de Fourier.
La Gaceta de la RSME, 10 (2007),
678-688.
|
[La]
|
^
|
R.E.
Langer: Fourier’s series: The genesis and evolution of a theory. Amer. Math. Monthly 54 (1947), 1-81.
|
[Lo]
|
|
P. López Rodríguez: Vibración
de una cuerda, http://euler.us.es/~plopez/vibracion-de-una-cuerda.htm
|
[Lu]
|
|
N.N. Luzin: Función. La Gaceta de la RSME 6.2 (2003),
415-436 [Traducción al castellano de J.M. Almira y D. Arcoya].
|
[MT]
|
|
The MacTutor History of Mathematics archive,
http://www-groups.dcs.st-and.ac.uk/~history.
|
[MA]
|
|
Mathematics
Archives: Topics in Fourier Analysis
and Wavelets, http://archives.math.utk.edu/topics/fourierAnalysis.html
|
|
Sobre el autor
|
|
J.M. Almira es profesor titular del Departamento
de Matemáticas de la Universidad de Jaén, donde imparte clases a ingenieros
de telecomunicación. Cursó sus estudios de licenciatura y doctorado en la Universidad
de La Laguna y ha sido profesor en las Universidades de Granada y Jaén.
Aunque su principal línea de investigación es la teoría de aproximación y el
análisis funcional, también ha publicado sobre otros temas como ecuaciones
diferenciales, ecuaciones funcionales, análisis armónico, geometría
algebraica, historia de la matemática, etc. Además, ha realizado numerosas
traducciones al español de artículos sobre historia y filosofía de la
matemática y últimamente ha publicado una biografía de David Hilbert. Su
afición más enraizada es la búsqueda de nuevas demostraciones de los
resultados clásicos del álgebra o el análisis. Actualmente está enfrascado en
la elaboración de una biografía de Norbert Wiener y un ensayo sobre la
importancia del análisis armónico en la matemática y en el resto de ciencias
e ingenierías, que llevará por título La
magia de las ondas.
|