Recibido: martes, 24 abril 2007
En el tercer
centenario del nacimiento de Euler
Ricardo Moreno Castillo
Departamento de Análisis Matemático
Universidad Complutense de Madrid
e-mail:
Esta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla
Pinche sobre una fórmula para ampliarla. Vuelva a pinchar sobre ella para reducirla, o pinche manteniendo pulsada la tecla [shift] para reducir todas las que permanezcan ampliadas.
Leed
a Euler, leed a Euler.
Él
es el maestro de todos nosotros.
P.S. LAPLACE
En 1707, hace ahora exactamente trescientos
años, nació en la ciudad suiza de Basilea Leonhard Euler, uno de los más
importantes matemáticos de la historia y, sin lugar a dudas, el más prolífico.
Su bibliografía consta de 886 títulos, y su producción científica supuso un
promedio de unas 800 páginas anuales. Su padre, un pastor calvinista, esperaba
que su hijo siguiera el mismo camino. Pero al entrar en la universidad de
Basilea conoció a Johann Bernoulli (1667-1748), y este encuentro fue decisivo
para decantar su vocación hacia las matemáticas. Su progreso fue rapidísimo. A
los veintitrés años se incorporó a la Academia de San Petersburgo, fundada por
la emperatriz Catalina I, y desde entonces la revista de investigación de la
Academia dio a luz muchísimos trabajos de Euler, hasta cincuenta años después
de la muerte de éste. En 1741 aceptó una invitación de Federico el Grande para
formar parte de la Academia de Berlín, pero su estancia en Prusia no fue demasiado
feliz, y en 1766 volvió a Rusia. A partir de 1771 quedó completamente ciego, aunque
esta circunstancia no interrumpió el ritmo de sus publicaciones. Murió
repentinamente en 1783, a la edad de setenta y seis años.
Series
infinitas
La obra más conocida de Euler es la Introductio in analysin infinitorum, el
primer volumen de la cual está dedicado a las series. Euler las manejaba muy “alegremente”,
utilizando para operaciones infinitas propiedades de las operaciones finitas,
sin pararse a fundamentar sus generalizaciones. Con todo, llegó a resultados
correctos. El más bello de
todos ellos es el de la suma de los inversos de los cuadrados de los números
naturales (problema que ya habían abordado sin éxito Leibniz y otros
matemáticos):

Pero si excluimos los sumandos pares, resulta esta otra identidad:

También descubrió que, aunque la serie de
los inversos de los números naturales es divergente, existe el siguiente
límite:

El número 
se llama constante
de Euler. No existe otra expresión para calcularla (así como hay varias
para 
y 
), y no sabemos si es racional o irracional.
La Introductio
es la primera obra en la que se establece la noción de función para edificar
sobre ella todo el análisis. Aparecen allí definidas claramente las funciones
exponencial y logarítmica, y estudiadas sistemáticamente las funciones
trigonométricas. También extendió la función factorial (en principio definida
en los números naturales) a todos los números reales mediante la siguiente
integral:

La
teoría de números
Entre las conjeturas que Fermat había dejado abiertas, están las tres
siguientes: todo número de la forma 
es primo; no existen números enteros que
resuelvan la ecuación 
cuando 
;
y para todo número primo p y todo número entero a no divisible por p sucede que 
es múltiplo de p. Euler demostró la tercera, la segunda en
el caso particular 
,
y refutó la primera. Poniendo en juego su increíble habilidad para el cálculo,
demostró lo que viene a continuación:

Hoy se sabe que
para 
el número 
es compuesto, y no se han encontrado más
primos de Fermat después de los cinco primeros. Algunos matemáticos opinan (aunque
todavía no se ha podido probar) que esos cinco son los únicos que hay.
Euler fue el
primero que investigó sobre números primos utilizando las series, dando así los
primeros pasos en la teoría analítica de números. Con estas técnicas demostró
la existencia de infinitos números primos. Para cada primo p consideró la
igualdad:

Si multiplicamos todas las
igualdades así obtenidas, tenemos que:

Si el número de
primos fuera finito, el producto de la izquierda también lo sería y la serie de
la derecha convergería. Pero sabemos (ya desde el siglo XIV) que no es así.
Además, creó una función, hoy llamada función

de Euler,
que resultó ser una utilísima herramienta en teoría de números:

Euler demostró que si los números enteros a y m son primos entre sí, entonces 
es múltiplo de m. Este resultado es una generalización de la
última de las tres conjeturas de Fermat antes citadas (esto es así porque 
).
No son estas las únicas aportaciones de Euler a la teoría de números. La
proposición 36 del libro IX de los Elementos
de Euclides demuestra que si para un cierto n, el número 
es primo, entonces el número 
es perfecto (esto es, es igual a la suma de
todos sus divisores propios). Este teorema plantea dos preguntas importantes.
¿Todos los números perfectos pares se pueden obtener por el procedimiento de
Euclides? ¿Existen números perfectos impares? La segunda todavía aguarda
respuesta, pero la primera fue contestada afirmativamente por Euler.
Las
ecuaciones diferenciales
Se
llama ecuación diferencial ordinaria de orden n a cualquier expresión
de la forma:

donde la incógnita y es una función de la variable x. El mayor orden de derivación de la función incógnita se llama el
orden de la ecuación. A Euler se le
deben importantes contribuciones a la teoría de ecuaciones diferenciales,
aunque el mérito de alguna de ellas lo comparte con contemporáneos suyos.
Supongamos que la ecuación tiene la forma:

Si podemos encontrar una función 
tal que 
y 
,
entonces la expresión 
define implícitamente una solución de la
ecuación. Cuando existe esta función se
dice que la forma diferencial 
es exacta.
Alexis Clairaut (1713-1765) y Euler descubrieron independientemente que si 
,
la ecuación es exacta. Si no lo es, a veces se puede encontrar una función M (llamada factor integrante) tal que la ecuación 
sí sea exacta. Euler estudió las clases de
funciones para las cuales existe un factor integrante.


Al mismo tiempo que D'Alembert
(1717-1783), estudió las ecuaciones lineales homogéneas (esto es, sin un sumando donde falta la y) con coeficientes constantes:

a la cual asocia la siguiente ecuación
algebraica:

Cada solución de esta última permite
fabricar una de la ecuación diferencial, lo que proporciona n soluciones
particulares. Combinándolas linealmente se tienen más soluciones, con lo cual
la solución general depende de n constantes arbitrarias.
Dio con un procedimiento para rebajar en
una unidad el orden de la ecuación lineal no homogénea. Sea por ejemplo la
ecuación de segundo orden:

Se multiplican ambos miembros por 
y se integran los dos:

Es fácil comprobar que para valores de 
y A que cumplan las ecuaciones 
y 
,
la ecuación se transforma en esta otra de primer orden:

También encontró algunos “trucos” para transformar ciertas ecuaciones
lineales de coeficientes variables en otra de coeficientes constantes. Por
ejemplo, la ecuación:

(hoy conocida como ecuación de
Euler) se convierte, mediante el cambio 
,
en una ecuación lineal de coeficientes constantes.
La
geometría
Euler
se interesó por la geometría clásica, y tiene dos aportaciones importantes. La
primera, una demostración original del teorema
de Herón. Afirma este teorema que el área de un triángulo de lados a, b y c, y
semiperímetro p, viene dada por la fórmula:

Este resultado, una de las más hermosas creaciones de la geometría
griega, aparece por primera vez en la Métrica
de Herón de Alejandría. De este matemático tenemos pocos datos ciertos, tan
solo que vivió en esta ciudad entre los siglos I y II de nuestra era. Fuentes
árabes de mucha solvencia aseguran que la célebre fórmula ya era manejada por
Arquímedes, quien muy probablemente dispondría de alguna demostración de ella.
Del teorema de Herón hay muchas demostraciones (varias de ellas debidas a matemáticos
españoles), pero la de Euler es particularmente elegante.
La segunda contribución de Euler a la geometría es el descubrimiento de una recta notable del
triángulo. Recordemos que las rectas que unen los vértices de un triángulo con
los puntos medios de los lados opuestos se llaman medianas, y se encuentran en un punto llamado baricentro, que es el centro de gravedad del triángulo. Las rectas
perpendiculares a los lados y que pasan por los vértices opuestos, las alturas del triángulo, se juntan en el ortocentro. Y las mediatrices de los lados, las perpendiculares que pasan por los
puntos medios, se cortan en el circuncentro,
el centro del círculo circunscrito al triángulo. En el dibujo las medianas
aparecen en color rojo, las alturas en azul y las mediatrices en verde.
Pues bien, Euler demostró algo muy simple, que había pasado
desapercibido a todos los matemáticos anteriores a él, y que estaba sin embargo
a la vista de todo el mundo: el
baricentro, ortocentro y circuncentro de cualquier triángulo están siempre
alineados. La recta que pasa por ellos se conoce desde entonces como recta de Euler, y en el dibujo aparece
de color naranja.
Referencias
C. Boyer: Historia de la Matemática. Alianza
Editorial, Madrid, 1992.
W. Dunham: Euler, el maestro de todos los matemáticos. Editorial Nivola,
Madrid, 2000.

|
Sobre el autor
|
Ricardo Moreno Castillo es licenciado en Matemáticas en 1973 por la
Universidad de Santiago y catedrático de instituto desde 1975. En 1987 se
licenció en Filosofía por la Universidad de Santiago, y es doctor en Filosofía
desde el año 1991, con una tesis sobre Historia de la Matemática. Además de
varios artículos, ha publicado los siguientes libros: Pensamento matemático en
Galicia (1992), Andanzas y aventuras de las ecuaciones cúbicas y
cuárticas a su paso por España (2001), Omar Jayyam: poeta y matemático
(2002), 13 matemáticos galegos (2004), Fibonacci: el primer
matemático medieval (2004), Plücker y Poncelet: dos modos de entender
la geometría (2005), traducción del árabe y notas del Compendio del arte
del cálculo de Ibn laSahm (2006) y Alhacén: el Arquímedes árabe
(2007).
|