Recibido: jueves, 01 febrero 2007
La revolución en el
procesamiento de señales: wavelets
José Manuel Enríquez de Salamanca García
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María José González Fuentes
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Departamento de Matemáticas
Universidad de Cádiz
Sería fantástico disponer de una herramienta matemática que
nos permitiera ver y analizar el mundo real tal y como lo hacen nuestros
propios ojos. El ser humano es capaz de reconocer patrones repetitivos en todo
lo que ve y, al mismo tiempo, es capaz de observar esa misma realidad
concentrándose en algunos de sus detalles. Por ejemplo, si pudiéramos
sobrevolar un bosque, éste aparecería ante nuestros ojos como un manto verde.
Si descendiéramos hasta llegar al suelo, podríamos ver que este manto verde no
es más que la unión de árboles individuales. Pero tenemos, además, la capacidad
de fijar nuestra atención en uno de esos árboles, en sus ramas, en sus hojas y
en las gotas de agua que pudieran encontrarse sobre éstas. En definitiva, el
hombre es capaz de ver e interpretar el mundo desde distintas escalas de
resolución. Sin embargo, esto no es posible si en lugar de nuestros ojos
utilizáramos una cámara fotográfica; si ampliáramos la imagen del bosque, con
suerte podríamos distinguir el conjunto de árboles individuales, pero no una
rama, una hoja o una gota de rocío.
Este era el problema que tenía el geofísico francés Jean
Morlet, trabajador de la compañía petrolífera Elf-Aquitaine, a finales del
siglo pasado. La forma clásica de buscar petróleo consistía en enviar ondas
sísmicas a la tierra y analizar sus ecos. De este modo, ya que las ondas
sonoras viajan a través de distintos materiales a distintas velocidades, los
geólogos podían deducir a qué profundidad se encontraban las capas, el grosor y
la composición de éstas. Sin embargo, las señales sísmicas contienen gran
cantidad de señales transitorias y de cambios abruptos a medida que pasan de
una capa de rocas a otra. Como en nuestro ejemplo de la cámara fotográfica, la
herramienta matemática utilizada hasta mediados de los años ochenta no permitía
distinguir estos cambios.
En astronomía también encontramos problemas en los que es
necesaria esta identificación de patrones y de cambios bruscos. Así, por
ejemplo, podríamos estar interesados en estudiar la distribución a larga escala
de la materia en el Universo, la cual se pensó aleatoria durante muchos años y
de la que se sabe, hoy en día, que tiene una estructura muy complicada con
vacíos y burbujas. Ante la necesidad de inventariar el universo, y para poder
entender su evolución, deberíamos ser capaces de identificar estructuras a
distintas escalas, pudiendo así distinguir entre una estrella y una galaxia, lo
cual no es siempre obvio.
Si seguimos en el mundo de la astronomía, supongamos que
estamos interesados en el estudio de un eclipse entre dos satélites de Júpiter.
En este fenómeno, consistente en que uno de los dos satélites pasa por la
sombra del otro, tenemos a uno de ellos
en el campo visual pudiendo observar que su brillo va decayendo más o menos
dependiendo de que el eclipse sea anular, parcial o total. Si representáramos
la intensidad de esta luz a medida que transcurre el tiempo, obtenemos una
curva que nos permite determinar la posición espacial de los satélites de
Júpiter (galineanos) con una precisión de hasta 30 km y conocer mejor el
comportamiento de nuestro propio Sistema Solar.
La idea al estudiar estas curvas de luz es la de estimar los
tiempos de comienzo y finalización del eclipse así como el momento en el que el
flujo de luz registrado alcanza su mínimo, tiempos que corresponden con tres cambios bruscos en el comportamiento de
la señal. La situación perfecta sería una curva del tipo
que es simétrica respecto de su valor mínimo. Sin embargo,
algunos factores como el movimiento relativo de los satélites, los cambios en
el fondo de cielo, la aparición de estrellas en el campo visual así como los
errores de observación hacen que, en general, los datos se separen de su
situación ideal. A esta distorsión de la señal real la llamaremos ruido.

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Figura 2. Nube
de puntos del eclipse de Europa por Io (7 de julio de 1997).
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La gráfica anterior muestra un eclipse del satélite Europa
por el satélite Io correspondiente al 7 de julio de 1997. Como puede
observarse, la señal obtenida (Figura 2)
no es más que una nube de puntos que nada tiene que ver con la señal teórica
que buscamos (Figura 1). Por tanto,
cualquier análisis que queramos hacer del fenómeno, como por ejemplo estimar
los instantes de su comienzo y finalización, requiere previamente eliminar el
ruido de la curva de luz. Es en este problema de eliminación de ruido donde centraremos
nuestra atención.
Toda señal obtenida en un proceso experimental puede
pensarse que es suma de una señal pura y de un ruido:

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+
|

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=
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(a)
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(b)
|
(c)
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Figura 3. (a)
Señal pura sin ruido; (b) ruido; (c) señal con ruido.
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Si observamos el ruido añadido a la curva de luz teórica en
la Figura 3, podemos ver que tiene una
frecuencia muy alta. Para entender mejor qué queremos decir cuando hablamos de
altas frecuencias, analicemos las
siguientes ondas, y = sen 4x e y = sen x, pintadas en verde y rojo respectivamente:

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Figura 4. Ondas y = sen 4x (verde) e y = sen x (rojo).
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Ambas tienen un patrón
que se repite (decimos que las funciones son periódicas), siendo el periodo
de la primera de ellas de mucha menos longitud (T1) que el de la segunda (T2). Diremos, además, que la onda
verde tiene una frecuencia alta, es decir, que oscila más rápidamente, y que la
roja, sin embargo, es una onda de frecuencia más baja. Matemáticamente, las
ondas anteriores son del tipo A sen nx ó B cos nx, donde n determina la frecuencia y A, B la amplitud, o importancia de la onda. Por
ejemplo, si consideráramos las ondas representadas en la Figura 5, la función y = sen x es tres veces “más importante” que
la onda y = 1/3 sen x a pesar de tener la misma
frecuencia y periodo.

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Figura 5. Ondas y
= 1/3 sen x (verde) e y = sen x (rojo).
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Por tanto, si nuestro propósito es eliminar el ruido en la
señal de la Figura 3 (c), deberíamos ser
capaces de poder detectar las altas frecuencias que hay en ella, algo que en
principio puede resultar muy complicado. Es por esto por lo que nos planteamos
ver la señal de otra forma distinta a la dada.
Consideremos
el siguiente ejemplo. Supongamos que estamos interesados en sumar los números
XXVII y CXLI expresados en el sistema de
numeración romano. Para abordar este problema podemos plantearnos lo siguiente:
pasar a sistema decimal los números anteriores, realizar aquí la operación
pertinente y deshacer el cambio para expresar la solución en el sistema de numeración
romano.
Si nos planteamos una solución similar a nuestro problema de
eliminar el ruido de una señal dada, deberíamos pensar en la existencia de una
conversión de esta señal en otro sistema de representación en el que sea mucho
más fácil identificar las altas frecuencias. Fue el matemático francés Jean
Baptiste Joseph Fourier quién encontró este nuevo sistema de representación.
Podemos afirmar que Fourier hizo dos contribuciones
fundamentales las cuales han dominado el análisis matemático durante cientos de
años: primero, una afirmación matemática (probada posteriormente por Dirichlet)
formulada en 1807 y segundo, una explicación de por qué esta afirmación era de
utilidad. La afirmación matemática no era otra que “cualquier función periódica puede ser representada como suma infinita
de senos y cosenos”, lo que hoy día denominamos serie de Fourier. Lo que
quiere decir esta afirmación es que cualquier curva que se repita, es decir, periódica, y por muy irregular que sea,
puede expresarse como suma de oscilaciones perfectamente suaves (senos y
cosenos) de distintas frecuencias y amplitudes.
Si comparamos nuestra señal con un color, como una
determinada tonalidad de naranja, y las funciones sinusoidales con una paleta de colores, el rojo y el amarillo
representarán las frecuencias que componen dicho color, y la cantidad que
debemos utilizar de cada uno de ellos sería el equivalente a la amplitud.
La utilidad de la afirmación de Fourier, en nuestro caso
particular, es que nos va a permitir eliminar el ruido de nuestra curva de luz.
Para ello, bastará escribir nuestra señal como suma de senos y cosenos de
distintas frecuencias y amplitudes, eliminar las frecuencias más altas, que son
las correspondientes al ruido, y deshacer el cambio.
De este modo somos capaces de eliminar el ruido en la Figura
3 (c), obteniendo la señal de la Figura 3 (a).
La transformación de Fourier ha sido durante los siglos
XIX y XX de vital importancia, hasta el punto que llevó a científicos e
ingenieros a pensar en ella como la mejor forma de analizar fenómenos de todo
tipo. Sin embargo, observemos la Figura 6, correspondiente a un registro sísmico de un
terremoto:

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Figura 6.
Terremoto localizado en Jimena de la Frontera (Cádiz) el 28 de marzo de 2001.
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Cualquier registro sísmico, ya sea analógico o digital, está
siempre afectado por un ruido debido, principalmente, a fuentes naturales como
el viento, las mareas o corrientes de agua, a otras fuentes artificiales como
el tráfico o la industria, o a la propia instrumentación o proceso de
observación. La señal anterior tiene innumerables cambios bruscos, altas
frecuencias, los cuales representan, en este caso, información y no ruido, ya
que indican la llegada del terremoto. Así pues, si utilizáramos la transformada
de Fourier para eliminar el ruido de esta señal, suprimiendo las altas
frecuencias, eliminaríamos también la información más relevante. Nos
encontramos, pues, que el análisis de Fourier no es el indicado para analizar
señales con cambios abruptos. Pero esta, además, no es la única limitación de
este sistema de representación. La interpretación física no es siempre sencilla;
la serie de Fourier nos indica cuánto de una determinada frecuencia contiene la
señal, pero nada nos dice de cuándo dicha frecuencia ha sido emitida. Una forma
de comprender este problema es analizar el sonido de un diapasón. Al golpearlo,
se obtiene un tono puro que perdura largo tiempo. Por este motivo, si
escucháramos un diapasón podríamos reconocer perfectamente su tono, pero no
podríamos saber cuándo ha sido golpeado. Precisamente esto es lo que hace el
análisis de Fourier: descomponer una señal en “tonos” puros que nada nos dicen de cuándo han sido emitidos, de
modo que la información en cada instante se distribuye a lo largo de todas las
frecuencias. Imaginemos el registro de una señal durante una hora en el que
cometemos un error en el último minuto. La transformada de Fourier cambiaría
por completo, y todas las ondas quedarían contaminadas por este error.
Para resolver los problemas anteriores surgió la idea de “construir ventanas” con el fin de
estudiar las frecuencias de la señal segmento a segmento.

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Figura 7. División por ventanas del
terremoto de Jimena.
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En 1975, en su búsqueda de petróleo, Morlet comenzó a
utilizar el análisis de Fourier por ventanas, colocando al principio ventanas
grandes, de tamaño fijo, aquí y allí para analizar los ecos. Posteriormente,
cuando el precio de las computadoras comenzó a caer en picado y pudo disponer
de un número suficiente de ordenadores para acelerar el cálculo, comenzó
a hacer las ventanas fijas más pequeñas y solapadas. Sin embargo, al disminuir
el tamaño de las ventanas no podía detectar las frecuencias más bajas que
correspondían, además, a las capas más gruesas. Por ejemplo, si volviéramos a
nuestro bosque y nos acercáramos mucho a uno de los árboles, podríamos admirar
sus hojas, ramas y alguna que otra gota de rocío, pero no veríamos si ese árbol
es un árbol aislado o si, por el contrario, hay un bosque a nuestro alrededor.
Por tanto, la elección del tamaño de la ventana no sólo no
es fácil, sino que es muy restrictivo. Otro problema a tener en cuenta es que
el análisis de Fourier por ventanas no tiene un algoritmo numérico que permita
reconstruir la señal a partir de su transformada, por lo que la técnica de
eliminación de ruido presentada antes tampoco podría aplicarse.
Por todo esto, Morlet cambió de tercio; empezó a estirar y
comprimir, como un acordeón, una misma ventana, considerando de esta forma ventanas
de distintos tamaños, y la desplazó a lo largo del tiempo. Al trozo de señal
que aparecía en esa ventana la comparaba con unas funciones tipo ondas muy
parecidas a los senos y cosenos, las cuales eran también el resultado de estirar y comprimir una misma
función de análisis. Ya que estas nuevas funciones de análisis que sustituían a
los senos y cosenos de Fourier tenían la misma forma, estiradas o comprimidas,
las llamó “wavelets de forma constante”,
aunque posteriormente se conocerían como wavelets de Morlet. De este modo,
cuando estiraba la ventana también lo hacían las ondas de análisis, decayendo
su frecuencia, mientras que cuando comprimía la ventana las wavelets también
lo hacían, aumentando su frecuencia. El desplazar las ventanas de distintos
tamaños le permitía, además, poder determinar qué frecuencias encontrar en un
determinado intervalo de tiempo.

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Figura 8. Wavelets
de Morlet. Al estirar y comprimir la función wavelet obtenemos ventanas
de distintos tamaños.
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Figura 9. Fijado el tamaño de una ventana, la desplazamos.
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Estirar y comprimir las wavelets lo cambió todo. Automáticamente
se adaptaban a las diferentes componentes de una señal, usando ventanas
pequeñas para detectar cambios bruscos, o altas frecuencias, y ventanas
más grandes para detectar ciclos largos,
o sea frecuencias más bajas. A este
procedimiento se le llamó multirresolución:
la señal es estudiada en resoluciones bajas (usando ventanas grandes) para
obtener una visión general de la señal, y a resoluciones cada vez más altas
(ventanas más pequeñas) con la intención de estudiar los detalles. Es por esto
por lo que se considera a las wavelets como un “microscopio matemático”.
Pero las
wavelets no sólo permiten mirar de cerca los detalles de la señal, sino que
también codifican sólo los cambios, generando ceros siempre y cuando nuestro
microscopio no detecte ningún cambio significativo.
Para comprender mejor por qué las wavelets generan ceros
cuando no detectan cambios, consideremos la siguiente serie numérica compuesta
por ocho números y calculemos los promedios tomando los números adyacentes de
dos en dos, de cuatro en cuatro y la media de los ocho números de la serie.
En el primer nivel del análisis obtenemos que la señal
original queda dividida en una parte de baja resolución, (0,-2,1,1), y una parte
que nos da el detalle para poder recuperar la serie original, (2,-2,0,0). A
estos detalles de alta frecuencia se les conoce también como coeficientes de Haar. Razonando igual
con la parte de baja resolución anterior llegamos a que la serie
(2,-2,-4,0,1,1,1,1) puede ser codificada como (0,-1,1,0,2,-2,0,0), donde el primer cero indica la media y el resto
los detalles que vamos añadiendo a cada escala. La ventaja de esta nueva serie
numérica es que necesitaremos almacenar sólo los coeficientes de baja
resolución junto con algunos coeficientes de detalle.
Al ir trasladando los dilatados de nuestra función de
análisis a lo largo de la señal obtenemos la información en frecuencia de
dicha ventana, es decir, el parecido entre la wavelet (con sus picos y sus
valles) y el correspondiente segmento de la señal. Este parecido o correlación
vendrá determinado por lo que llamamos coeficiente
wavelet asociado a dicha posición y escala o tamaño de la ventana.
Volviendo al ejemplo de la paleta de colores, si comparásemos el naranja con el
color azul cian el parecido sería nulo, mientras que la similitud sería enorme
si lo comparáramos con el rojo. De igual modo, una fuerte correlación o
coeficiente wavelet grande significaría
que hay un trozo de la señal que se parece mucho a la wavelet que estemos
considerando. Así, por ejemplo, si analizamos la Figura 10, se puede observar que el coeficiente wavelet
será significativo en la primera ventana y casi nulo en la segunda.

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Figura 10.
Desplazamos la ventana para comparar la señal (azul) con la función wavelet
(magenta).
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Ya que las wavelets indican cambios, cuando no existen
variaciones significativas los coeficientes serán pequeños y pueden no
almacenarse. Es lo que ocurre, por ejemplo, al comprimir la imagen de una casa
blanca con una pequeña puerta azul; lo más probable es que un punto blanco esté
rodeado de puntos blancos, de modo que al utilizar nuestro microscopio
matemático la wavelet no detecta ningún cambio y, consecuentemente, genera
coeficientes nulos.
Por tanto, la gran potencia de este método es que concentra
la información de señales poco bruscas, o sea, con escasos cambios, en pocos
coeficientes. Dicho de otra manera, “clasifica” la señal utilizando pocas ventanas. Sin
embargo, no puede clasificar el ruido.
Como dice Meyer, de la Universidad de París y descubridor de las primeras
wavelets ortogonales suaves: “El ruido es febril, y continúa siéndolo
independientemente del sistema de representación que se utilice”. Aún así, lo
característico del ruido es que su información se dispersa a lo largo de todas
las ventanas, dando lugar a pequeños coeficientes que pueden ser eliminados.
La eliminación del ruido estará basada, en este caso, en un
método consistente en establecer unos umbrales
wavelet, de modo que los coeficientes wavelet que estén por encima de
dicho umbral se conservan y todos los demás se hacen cero. Teniendo en cuenta
esto, la mejor base para eliminar ruido será aquella que mejor concentre toda
la información de la señal en unos pocos coeficientes.
Así pues, el método wavelet para la eliminación de ruido es
muy sencillo; se aplica la transformada a la señal, se eliminan los
coeficientes que estén por debajo de un determinado valor o umbral en cualquier
resolución, y por último se reconstruye la señal.
Si volvemos a la señal de nuestro terremoto y consideramos
su representación wavelet y los coeficientes asociados a las ventanas más
pequeñas (frecuencias más altas) obtendremos dos tipos de coeficientes: grandes,
situados en aquellas ventanas que intersecan la llegada del terremoto, y casi
nulos, en el resto. Por tanto, eliminando los coeficientes más pequeños no
estamos afectando la parte de la señal que nos interesa que es, precisamente, la
llegada del terremoto.

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Figura 11. Terremoto localizado en
Jimena de la Frontera (Cádiz): (a) señal original; (b) señal sin ruido.
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De igual modo, si consideramos la nube de puntos
correspondiente a nuestro eclipse, obtenemos un resultado sorprendente (Figura 12):

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Figura 12.
Curva de luz obtenida a partir de la nube de puntos correspondiente al
eclipse de Europa por Io.
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El análisis wavelet, sin ninguna información adicional de
cómo debería ser en teoría la señal, es capaz de “desenmascarar” la curva de luz buscada de la nube de puntos que, en
principio, puede resultar completamente caótica y alejada de lo que buscamos.
La teoría wavelet se ha desarrollado vertiginosamente en la
última década, y lo sigue haciendo fruto de las numerosas aplicaciones que se
están probando de esta teoría y de las muchas cuestiones que todavía quedan por
resolver. Ya que las wavelets responden a cambios y pueden centrarse en una
determinada parte de la señal, muchos investigadores las están utilizando para
reconocimiento de patrones. En meteorología, por ejemplo, investigadores del
Institut du Globe en París utilizan el análisis wavelet para estudiar el
minúsculo efecto en la velocidad de rotación de la Tierra debido a la corriente
oceánica El Niño. El hecho, además, de que los errores no corrompen toda la
transformada wavelet como ocurre con la transformada de Fourier, hace que este
análisis sea de gran utilidad en medicina. Es más, están siendo aplicadas en el
análisis de imágenes de resonancia magnética del cerebro, estudiando su
funcionamiento en pacientes alcohólicos y en voluntarios sanos. De igual modo,
investigadores del Centro Médico Rochester han encontrado unas wavelets que
resultan ser una herramienta muy útil para el análisis de electrocardiogramas,
teniendo un gran potencial no sólo para predecir pacientes en riesgo de muerte
repentina por infarto de miocardio, sino incluso para detectar anomalías
características del síndrome QT Largo, un desorden muy raro que causa la muerte
de entre 3000 y 4000 niños y jóvenes en Estados Unidos al año.
Pero las wavelets también tienen un futuro muy prometedor en
el cine. Ya que la transformación wavelet es un proceso reversible, es tan
fácil sintetizar una imagen (construirla a partir de wavelets) como analizarla (descomponerla en wavelets), motivo por el cual está siendo utilizada como una nueva técnica de modelado
matemático en el mundo de la animación. El 25 de noviembre de 1998, Walt Disney
Pictures presentó un largometraje de animación informática llamado Bichos, en el cual se consiguió desarrollar mediante wavelets todos los personajes de la
historia (sus texturas, sus innumerables expresiones, así como la forma en la
que se movían) mediante un nuevo método de animación conocido como superficies de subdivisión. Gracias a
este método, dibujar un personaje animado se reducía a fijar algunos puntos clave de la figura,
creando así una versión a baja resolución. La computadora hacía el análisis
inverso para que el personaje tuviera una forma más real y no la de un simple
esbozo.
Pero quizás una de las principales aplicaciones del análisis
wavelet sea la de compresión. Así, por ejemplo, cuando nos bajamos una imagen
de Internet, uno prefiere ver la imagen que se está bajando desde el principio,
aunque no tenga inicialmente mucha resolución, a ver cómo esta imagen se va
construyendo poco a poco desde la parte superior de la pantalla hasta la
inferior. Usando un análisis de multirresolución, podemos enviar los
coeficientes a escalas más grandes para, posteriormente, enviar los de las
escalas más pequeñas, de modo que si la transmisión es interrumpida, la imagen
tiene la misma resolución en la parte superior que en su parte inferior. Es por
esto por lo que las wavelets son el eje central de la compresión JPEG-2000 de
imágenes digitales.
Conclusión
El análisis de Fourier, a pesar de presentar ciertos
problemas a la hora de reconstruir señales abruptas, ha sido la única
herramienta matemática existente para el análisis de señales durante mucho
tiempo. El análisis wavelet viene a complementar, pues, esta herramienta, ya que
no sólo nos permite representar este tipo de señales sino que, además, disminuye la
información necesaria para la reconstrucción.
Aunque esta nueva técnica tiene menos de dos décadas, sus
conceptos han ido surgiendo de una serie de ideas que se han desarrollado,
durante casi dos siglos, para resolver problemas de diversas disciplinas, tales
como detectar petróleo, comprimir bases de datos, eliminar ruido, y otros
muchos que se habían conseguido solucionar con determinados algoritmos
numéricos de los que, hoy día, se sabe que forman parte de una representación
wavelet. Por tanto, el lenguaje wavelet ha supuesto no sólo un nuevo enfoque
para el tratamiento de señales sino, además, una oportunidad inusual para que
científicos de diferentes campos de investigación trabajen juntos, creándose
así una atmósfera de retroalimentación, donde las necesidades y aplicaciones de
la ingeniería provocan el desarrollo y
formalismo matemático, y viceversa.
Referencias
Bibliográficas:
J.E. Arlot et al: Mutual events of the Galinean satellites:
the Phemu 97 Campaign. In The 4th Workshop on Positional Astronomy and Celestial
Mechanics, 1997.
B.B. Hubbard: The
world according to wavelets: The story of a mathematical technique in the making. A.K. Peters Ltd., Wellesley, Massachusetts,
1998.
S. Mallat: A
wavelet tour of signal processing. Academic Press, London, 1999.
A. Pazos, M.J. González, G. Alguacil: Non-linear filter, using the wavelet
transform, applied to seismological records. J. Seismology 7 (2003), 413-429.
M.E. Ramírez, Y. Jiménez, M.J. González, M. Berrocoso, M. Sánchez-Francisco: A new data analysis technique in the study of mutual event lightcurves. Astronomy and Astrophysics 448 (2006), 1197-1206.
En Internet:
D. Mackenzie y otros: Wavelets:
ver el bosque y los árboles,
http://www7.nationalacademies.org/spanishbeyonddiscovery/mat_008276.html
C. Cabrelli, U. Molter: ¿Ondículas,
wavelets? Una buena señal,
http://mate.dm.uba.ar/%7Ehafg/papers/senal.htm
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Sobre los autores
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José
Manuel Enríquez de Salamanca es profesor de enseñanza
secundaria e imparte actualmente docencia en el IES Pablo Ruiz Picasso de
Chiclana (Cádiz). También pertenece al grupo de investigación de Astronomía y
Geodesia de la Universidad de Cádiz y se encuentra desarrollando su línea de
investigación en el campo de la geodesia física y espacial. Asimismo, ha
participado activamente en las campañas de observación de fenómenos mutuos
entre Júpiter y sus satélites, PHEMU'97, así como en diversas campañas
antárticas para el estudio y control de la isla volcánica Decepción.
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María
José González es
profesora titular de Análisis Matemático en la Universidad de Cádiz (UCA)
desde el año 1997. Obtuvo el título de doctora en la Universidad de Yale
(USA). Ha sido profesora en las Universidades de Washington (Seattle, USA) y
Autónoma de Barcelona. Especialista en análisis complejo y análisis armónico,
ha publicado artículos de investigación en prestigiosas revistas
internacionales, y participado en numerosos congresos. Pertenece además al
grupo de investigación de Astronomía y Geodesia de la UCA. En el ámbito de la
divulgación, ha pronunciado conferencias y escrito varios ensayos
relacionados con la teoría de wavelets.
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