Recibido: lunes, 04 septiembre 2006
Sophie Germain: la adversidad sólo es un
problema más
Douglas A. Jiménez Jiménez
UNEXPO “Antonio José de Sucre” (Barquisimeto, Venezuela)
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Para ciertas personas atender su
vocación es una tarea de enorme dificultad: algunas consiguen resistencia
familiar, otras intransigencia social, otras falta de oportunidades, etc. Pero
si a la vocación la acompaña la rara virtud humana de la determinación, se
convierte en una especie de cauce fluvial que no conoce barreras a la hora de
fijar su curso. A esta imagen corresponde claramente el ejemplo de Sophie
Germain.
Sophie Germain nace en París el primero
de abril de 1776, en el seno de una familia de clase media de la Francia
monárquica y descompuesta que pocos años después entraría en uno de los
procesos revolucionarios más emblemáticos de la historia universal. Su padre,
rico comerciante que se hizo banquero en los últimos años de su vida, poseía
una inmensa y variada biblioteca, lo que parece hablar de un hombre de elevada
cultura. Sin embargo, a diferencia de la clase aristocrática francesa −que
estimulaba en las mujeres el estudio y la discusión de temas de altura−, la
prejuiciada clase media desmotivaba tales conductas por considerarlas dañinas
para la salud femenina.
En 1789 sucede la toma de la
Bastilla, lo que lleva a los padres de la treceañera Sophie, temerosos de su
seguridad, a encerrarla en la biblioteca. Paradójicamente, en este ambiente tan
poco propicio, es donde comienza la vocación matemática de la pequeña. Curiosa
como era, entre los tantos otros libros que debe haber abierto, consiguió la Historia de las matemáticas de
Jean-Etienne Montucla, en donde lee la biografía de Arquímedes y queda
profundamente impresionada con el trágico final de la vida del sabio, llegando
a la conclusión de que si alguien murió por no abandonar un razonamiento
geométrico, entonces la matemática tendría por fuerza que ser un estudio
apasionante.
Acuciada de esta manera, aborda
lecturas tan avanzadas como los trabajos de
Euler, Gauss y Newton, ingresando en los temas de la teoría de números y
el cálculo que, desde el principio, domina con facilidad. Preocupados, sus
padres intentan disuadirla de tan “insana” conducta y, ante la evidencia de que
los ruegos familiares no iban a tener ningún efecto, pasan a medidas más
extremas como quitarle la calefacción, las velas y la ropa. ¿Se desanimó? Este verbo
parecía no existir en ninguno de los diccionarios de Sophie Germain: se cubría
con las mantas de la cama y consiguió, fraudulentamente, su propia colección de
velas para satisfacer su necesidad de estudios, a pesar de que en las noches de
invierno el frío era tan intenso que llegaba a congelar la tinta de su tintero.
Finalmente, ante esta evidencia los padres hubieron de ceder, al punto de que
el dinero paterno fue la fuente económica que apoyó su vocación.
En 1794 se inaugura la Escuela
Politécnica, destinada a formar científicos de muy alto nivel. Era el sitio
ideal para un talento como el de Sophie... sólo había un “pequeño” problema: no
admitía mujeres, estaba destinada exclusivamente al sexo masculino. Pero la
palabra “desánimo” seguía borrada de sus diccionarios y, con un pequeño fraude,
asume la identidad de un ex-alumno: Monsieur Antoine-Auguste Leblanc.
¿Cómo era posible este truco? Al
final de los cursos, a los estudiantes de la Politécnica se les sugería la
presentación de trabajos en los que expusieran sus propias ideas acerca de las
materias tratadas en ellos. Por
intermedio de algunos amigos, Sophie consiguió las clases de Lagrange destinadas
a Leblanc; Joseph Louis Lagrange era entonces uno de los más connotados matemáticos
del mundo. Con el nombre de M. Leblanc, Sophie Germain remite a Lagrange una memoria (así se llamaban los textos de
las investigaciones científicas) sobre análisis matemático. Éste queda
sorprendido por la originalidad del trabajo recibido, y exige ante sí la
presencia del misterioso M. Leblanc... ¡No cabía otra posibilidad! El secreto
se desvela, y la sorpresa de Lagrange se acrecienta. Sin embargo, dejando a un
lado los prejuicios y las imposiciones de la época, presta con entusiasmo todo
su respaldo al talentoso ser humano que acababa de descubrir.

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Apoyada sobre un fundamento tan
sólido, Sophie comienza sus investigaciones en teoría de números (o aritmética
superior), enfocando buena parte de sus esfuerzos hacia el último teorema de
Fermat. Reconociendo la importancia del trabajo realizado en este campo hasta
ese momento, decide dar un paso gigantesco: en 1801 escribe una carta a Gauss,
quien para la época ya era considerado el mejor matemático del mundo y el autor
del libro más profundo jamás escrito sobre la materia: las Disquisitiones Arithmeticae. No obstante, el atrevimiento no llegó
al punto de dirigir la carta con su propio nombre, sino que de nuevo apeló a su
seudónimo original: M. Leblanc.
Gauss −a pesar de su histórica
reticencia respecto al teorema de Fermat− reconoce de inmediato el talento del
remitente de la carta y así comienza una correspondencia, un tanto irregular debido
a la amplitud de campos abarcados por Gauss, que se mantuvo en estos términos
durante seis años, al cabo de los cuales un incidente político obliga a nuestra
heroína a revelar su verdadera identidad. En 1807, Hannover, la ciudad donde
Gauss vivía, es invadida por las tropas napoleónicas. A Sophie esta situación
le trajo a la mente la ocupación de Siracusa por Marcelo, lo que la hace temer
por la vida de su muy estimado corresponsal. El comandante de las tropas de
ocupación, general Joseph Marie Pernety, era amigo personal de Sophie y, como
es natural, ella exigió a Pernety respeto a la vida del insigne alemán.
Pernety le comunica a Gauss los
esfuerzos de Sophie Germain en beneficio de su integridad física y es así cómo
la verdadera identidad de ésta se muestra ante el científico. Su actitud ante
este inesperado descubrimiento se recoge en una de las cartas de Gauss más
famosas y reveladoras de su personalidad, dirigida a la francesa:
Pero, ¿cómo describirle mi admiración y asombro al
ver a mi estimado corresponsal M. Leblanc metamorfoseado en tan ilustre
personaje, prestando un ejemplo
brillante de algo que me sería difícil de creer? El gusto por las ciencias
abstractas en general y, sobre todo, por los misterios de los números es
excesivamente raro; cosa que no me extraña. Los encantos de esta ciencia
sublime se revelan sólo a aquéllos que tienen la valentía de profundizar en
ella. Pero cuando una persona del sexo que −de acuerdo a nuestras costumbres y
prejuicios− debe encontrar infinitamente más dificultades que los hombres para
familiarizarse con estas espinosas investigaciones, tiene no obstante éxito al
remontar estos obstáculos y penetrar las partes más oscuras de ellas, entonces,
sin ninguna duda, ella debe ser valiente hasta la nobleza, talentosa hasta lo
extraordinario y de genio superior. En realidad, nada podría demostrarme de
manera tan directa e inequívoca que los atractivos de esta ciencia −que han
enriquecido mi vida con tantas alegrías− no son una quimera, como la
predilección con que usted la ha honrado.
Al final de la carta, Gauss se da el
gusto de observar que la redacta el día de su propio cumpleaños.
Las contribuciones más importantes
de Sophie Germain a la matemática fueron en teoría de números, en particular
las dirigidas a la demostración del último teorema de Fermat. Pero la física se
nutrió asimismo de su particular talento, a pesar de la segregación de que fue
objeto también en este campo.
En 1808 el físico y músico Ernst
Chladni mostró a la comunidad científica unos interesantes experimentos,
relacionados con patrones formados por arena sobre láminas vibrantes perturbadas
por el arco de un violín; estos patrones fueron llamados figuras de Chladni. La Academia Francesa abrió un concurso para
premiar al matemático que expusiera una teoría explicativa de las figuras de
Chladni. Esta invitación abriría el camino al nacimiento de una nueva teoría
físico-matemática: la teoría de la
elasticidad. Lagrange comentó que los métodos existentes serían inútiles
para tal propósito, lo que desanimó a los matemáticos de la época...
A los... Aún no se había incluido la palabra “desánimo” en el
vocabulario de Sophie Germain. Por tres veces consecutivas en diez años, se
presentó como única candidata para el premio, siendo rechazado su trabajo, con
distintas objeciones, hasta la tercera vez que se le confiere el galardón. Las
objeciones no eran del todo inválidas, pero la conducta de los jueces, entre
ellos Poisson, quien también trabajó en teoría de la elasticidad, dejaban ver
claras conductas segregacionistas. A pesar de todos sus esfuerzos, Sophie,
indignada, no fue a recoger el premio.

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Sin embargo, a partir de este
momento su prestigio crece como una ola en mar bravío. Se hace amiga personal
de Jean Baptiste Fourier y pasa a ser la primera mujer que asiste, en calidad
de participante, a las reuniones de la Academia de Ciencias Francesa. Continuó
sus trabajos sobre elasticidad y en sus últimos años se dedica a la filosofía,
con tan buen pie que logró llamar la atención del gran Augusto Comte, padre de
la doctrina filosófica conocida como positivismo.
Un cruel cáncer de mama, que la
mortifica durante dos años, acaba con su vida el 27 de junio de 1831, a la
temprana edad de 55 años. Poco antes, a instancias de Gauss, se le había
conferido un grado de doctor honoris
causa por la Universidad de Gottingen. Al recibirlo, ambos genios se
conocerían personalmente. La muerte truncó los deseos de ambos.
Los prejuicios que lastimaron su
vida la acompañaron hasta después de la muerte. En 1889 se erige en París la
Torre Eiffel, para cuya construcción era absolutamente necesario el
conocimiento profundo de la elasticidad de los materiales que la conformarían.
En la estructura de la torre se inscribió una lista con los nombres de setenta
y dos sabios. El nombre de Sophie Germain no estaba en ella.
Referencias
E.T. Bell: Men of mathematics. Touchstone Books -
Simon & Schuster, New York, 1986.
T. Perl: Math equals: Biographies of women mathematicians +
related activities. Addison Wesley,
California, 1978.
S. Singh: El último teorema de Fermat. Grupo Editorial
Norma (primera edición en castellano para América Latina). Bogotá, 1999.
L. Totti Rigatelli: Evariste Galois. Birkhäuser Verlag, Basel,
1996.
M. Molero, A. Salvador: Sophie Germain.
DivulgaMAT,
http://www.divulgamat.net/weborriak/Historia/MateOspetsuak/SophieG.asp.
J.J. O'Connor, E.F. Robertson: Marie-Sophie Germain. The MacTutor History of Mathematics archive,
http://www-groups.dcs.st-and.ac.uk/~history/Biographies/Germain.html.
A. Swift: Sophie Germain. Biographies of Women Mathematicians,
http://www.agnesscott.edu/lriddle/women/germain.htm.
Wikipedia, la enciclopedia libre: Sophie
Germain, http://es.wikipedia.org/wiki/Sophie_Germain.

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Sobre el autor
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Douglas Alberto Jiménez
Jiménez
(Caracas, 1952) es profesor titular de matemática en la Universidad Nacional
Experimental Politécnica “Antonio José de Sucre” de Venezuela. Titulado como
profesor de matemática y física por la Universidad Pedagógica Experimental
“Libertador” y como magíster en matemática, mención matemática aplicable,
ostenta la maestría integrada en matemática por las Universidades
Centroccidental “Lisandro Alvarado”, Nacional Experimental Politécnica
“Antonio José de Sucre” y Pedagógica Experimental “Libertador”. Ha escrito
varias obras de divulgación: La
aventura de la matemática: sus secretos, protagonistas y grandes momentos
(1999, con dos reimpresiones en 2000 y 2001), Álgebra: la magia del símbolo (2004), Geometría: el encanto de la forma (2005) y Matemáticos que cambiaron la historia (aún en preparación).
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