Demostración de la Conjetura de Poincaré
Recibido: jueves, 20 julio 2006
Demostración de la Conjetura de Poincaré
Antonio J. López Moreno
Departamento de Matemáticas
Universidad de Jaén
e-mail:
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página web: http://www4.ujaen.es/~ajlopez
El pasado mes de
junio apareció publicado en la revista Asian
Journal of Mathematics el artículo titulado A complete proof of the Poincaré and
Geometrization Conjectures Application of the Hamilton-Perelman theory of
the Ricci flow, en el que los matemáticos chinos Zhu Xiping y Cao Huaidong
supuestamente demuestran uno de los problemas fundamentales de las matemáticas
durante el último siglo, conocido como la Conjetura
de Poincaré, al que han intentado, sin éxito, dar solución una larga lista
de grandes matemáticos. Inmediatamente varios medios de comunicación se
hicieron eco de la noticia. De hecho, el Diario del Pueblo, uno de los
órganos del gobierno chino, lo anuncia en grandes titulares como uno de los
mayores logros de la ciencia de ese país. Y en realidad, estaríamos ante un
hito en la historia de las matemáticas si no fuera porque la demostración se
basa de manera fundamental en los resultados del matemático ruso Grigori
Perelman, que en dos preprints publicados en el servidor arXiv
en 2002 y 2003 traza las líneas maestras sobre las que se fundamenta la
demostración recién publicada. Por si fuera poco, los trabajos de Perelman, al
que todos reconocen como uno de los matemáticos más brillantes del momento,
estaban en fase de examen por parte de la comunidad matemática, incapaz hasta
el momento de encontrar fallo o errata alguna en ellos, y que ya daba por
demostrada la Conjetura. Todo este enredo es mayor, si cabe, si tenemos en
cuenta el premio de 1 millón de dólares que concede el Clay Mathematics
Institute de Cambridge por la resolución de cada uno de los siete
problemas del milenio, de los que la Conjetura de Poincaré forma parte. Es
ahora el momento de que los expertos sobre el tema aclaren esta situación y
determinen finalmente la autoría de la primera demostración de la Conjetura de
Poincaré. Desde luego, este será uno de los asuntos principales del próximo
Congreso Internacional de Matemáticos que se celebrará en agosto en Madrid, en
el que posiblemente quede zanjado este asunto. 
Superficies, Topología, Agujeros y la Conjetura de Poincaré
Uno de los objetos
matemáticos de mayor importancia es el de superficie.
Al margen de una definición matemática más precisa, todos tenemos una idea
intuitiva de superficie como cualquier figura geométrica que puede obtenerse
deformando o curvando y reuniendo convenientemente uno o varios trozos de
plano. La manera en que se realizan estas deformaciones de planos conduce a
distintos tipos de superficies cada uno con propiedades diferentes. Así por
ejemplo, cilindros, esferas, elipsoides, paraboloides o toros (este es el
término técnico para referirse a una figura geométrica con forma de anillo) son
algunos casos de superficies que probablemente nos sean familiares.

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Plano
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Esfera
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Cilindro
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Paraboloide
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Elipsoide
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Corona
circular
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Toro
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En todos los casos,
se entiende que la superficie está constituida únicamente por la corteza de la
figura geométrica y no por su volumen sólido. Cabe decir también que, en
general, se considera que el borde de una superficie no forma parte de ella.
Asimismo, debe tenerse en cuenta que el cilindro o plano matemáticos son
superficies ilimitadas y que lo que consideramos aquí son en realidad porciones
de ellos.
En cada uno de los
ejemplos anteriores es posible imaginar cómo hemos de curvar y pegar uno o
varios trozos de plano hasta obtener la superficie en cuestión. Véase por
ejemplo en las animaciones de abajo las deformaciones que debemos aplicar a una
porción de plano para obtener un cilindro o un toro.
El estudio de las
superficies es fundamental en matemáticas pero también en otras disciplinas, ya
que se encuentra en la base de la formulación de modelos de la realidad tanto
en física como en ingeniería. Así, por ejemplo, el ala de un avión es una
superficie calculada para que sus propiedades aerodinámicas sean óptimas, y los
complejos modelos físicos que intentan describir la forma del universo se
plasman mediante superficies o variedades matemáticas (una variedad es la
generalización del concepto de superficie para
dimensiones superiores).
Cuando observamos las
superficies que antes hemos puesto como ejemplo es fácil distinguir en ellas
algunas propiedades o características básicas. Todos los casos que hemos visto
antes son superficies acotadas, ya que las podemos inscribir en una
región limitada del espacio. Podemos también ver que algunos de los ejemplos
son superficies cerradas, en el
sentido de que dividen el espacio en dos regiones separadas, una interna a la
superficie y acotada y otra exterior y no acotada. En concreto, la esfera y el
toro son superficies cerradas mientras que no lo son, en el sentido anterior,
el cilindro, el paraboloide o el plano. Una superficie cerrada y acotada se
dice que es compacta, si bien esto
último constituye una interpretación poco rigurosa del concepto de compacidad,
que evitamos explicar aquí con más detalle por tener un carácter más técnico.
Otra característica que podemos observar a simple vista en una superficie es si
ésta posee agujeros, como el toro o el cilindro, o si por el contrario carece
de ellos, como sucede en el caso de la esfera, el paraboloide o el plano.
Una cuestión esencial
reside en el hecho de que todas las propiedades que antes hemos señalado no
dependen directamente de la forma concreta de la superficie. Es decir, hay
ciertas deformaciones que podemos aplicar a la superficie sin que ello afecte a
muchas de las propiedades que verifica. Por ejemplo, si estiramos la esfera,
podemos transformarla en un elipsoide, tal y como se observa en la animación
siguiente.

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En principio la
esfera y el elipsoide son superficies diferentes, pero si la primera es acotada
o cerrada, la segunda también lo es; o si la primera no posee agujeros, la
segunda tampoco. Esto es razonable, ya que al estirar la esfera no varía
ninguna de estas propiedades. Por ejemplo, si al principio no tenemos agujeros,
durante el estiramiento es claro que no se produce ningún agujero, así que la
superficie final, el elipsoide, tampoco los tiene. En realidad, puede
comprobarse que si imaginamos que las superficies están confeccionadas con
algún tipo de material elástico y las deformamos estirándolas o comprimiéndolas
sin rasgarlas, romperlas (ello introduciría agujeros) o unir puntos que antes
estuvieran separados, muchas de las propiedades de la superficie no se
modifican. Este tipo de deformaciones se denominan deformaciones continuas
y su importancia es tal que hay una rama completa de las matemáticas dedicada a
su estudio, la Topología, de la que el matemático francés que da nombre
a la Conjetura, Jules Henry Poincaré (1854-1912), fue el creador. En la
nomenclatura topológica, si una superficie puede transformarse en otra mediante
deformaciones continuas, se dice que ambas superficies son homeomorfas.
De este modo, la esfera y el elipsoide son superficies homeomorfas. Podemos
encontrar otros muchos ejemplos de superficies homeomorfas. Por ejemplo, el
cilindro y la corona circular son homeomorfas, tal y como observamos en la
siguiente animación que muestra la transformación continua que permite pasar de
una a otra.

Se llaman propiedades topológicas a aquellas propiedades
que no se ven afectadas por transformaciones continuas. En consecuencia, el ser
cerrada, acotada o el poseer o no agujeros son propiedades topológicas. Dos
superficies que son homeomorfas tienen siempre las mismas propiedades
topológicas. Por ejemplo, las propiedades topológicas de la esfera son las
mismas que las del elipsoide, o las del cilindro son iguales a las de la corona
circular, debido a que estas superficies son homeomorfas. Como consecuencia de
ello, si queremos estudiar las propiedades topológicas de un elipsoide dará
igual estudiarlas para una esfera, pues serán las mismas. Desde el punto de
vista topológico el elipsoide y la esfera son la misma superficie, ya que
tienen iguales propiedades. Hay muchas superficies diferentes que son homeomorfas
a la esfera, y para estudiar todas ellas desde el punto de vista topológico
bastará con estudiar la esfera. Por el contrario, una esfera y un toro no son
topológicamente equivalentes, ya que no son superficies homeomorfas debido a
que tienen propiedades topológicas diferentes (por ejemplo, el toro tienen
agujeros mientras que la esfera no). Desde el punto de vista topológico, un
toro y una esfera sí son superficies diferentes.
Sabemos que hay
superficies que son iguales desde el punto de vista topológico y también que
hay superficies topológicamente diferentes. Pero ¿cuántas superficies
topológicamente diferentes existen? ¿Hay alguna propiedad topológica que nos
permita distinguirlas y clasificarlas? Estas dos preguntas resumen uno de los
problemas cruciales de la topología de superficies: el problema de la clasificación
de las superficies. Y, en realidad, uno de los ejemplos que ya hemos visto
nos da la pista para resolverlo. En efecto, antes nos hemos basado en la
presencia o ausencia de agujeros para llegar a la conclusión de que la esfera y
el toro son superficies topológicamente diferentes. De hecho, el número de
agujeros que presenta una superficie es una propiedad topológica que además
permite dar una clasificación de todas ellas. Sin embargo, determinar el número
de agujeros de una superficie es un problema matemático que, si bien
intuitivamente puede parecer sencillo, requiere una reflexión más profunda. Por
ejemplo, parece claro que la esfera no tiene ningún agujero, o que el cilindro
o la corona circular tienen un único agujero. Por su parte, el toro precisa un
análisis más delicado, ya que a primera vista lo inmediato parece afirmar que
tiene un agujero (el que observamos directamente en su gráfica o, de otra
forma, aquel por el que introduciríamos el dedo si el toro fuera un anillo).
Pero recordemos cómo se obtiene el toro a partir del plano. Primero se curva el
plano para obtener un cilindro, con lo que aparece un primer agujero, y luego
se curva ese cilindro uniendo sus extremos, de modo que aparece un segundo
agujero. En definitiva, deberíamos concluir que el toro posee dos agujeros.
Como vemos, el problema de determinar el número de agujeros de una superficie
puede no ser sencillo, y sería preciso contar con un método riguroso que permitiera
establecerlo sin ambigüedad. El propio Poincaré desarrollo las teorías
necesarias para abordar esta cuestión, definiendo los grupos fundamentales y de
homología que son la base del desarrollo posterior de toda una rama de la
matemática denominada Topología Algebraica.

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La idea de Poincaré
para detectar los agujeros de una superficie es al tiempo sencilla e
intuitiva, y se basa en el siguiente principio: si trazamos sobre la superficie
un camino circular o lazo que comienza y termina en un mismo punto y podemos,
de forma progresiva y continua, encoger dicho lazo hacia el punto, ello
indicaría que el lazo en su recorrido no ha tropezado con ningún agujero.
Este tipo de lazos suelen denominarse lazos
triviales. En cambio, si en el interior del lazo hubiera un agujero, no
podríamos finalizar la contracción del lazo hacia el punto, ya que en el
camino nos encontraríamos con dicho agujero. La técnica de Poincaré pasa por
encontrar los lazos distintos que no pueden contraerse hasta un punto, es
decir, no triviales, ya que estos indicarían la presencia de agujeros. Todos
estos lazos no triviales forman lo que se llama primer grupo fundamental
de la superficie, que matemáticamente se denota π1.
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Ilustremos esto con
varios ejemplos. Comencemos analizando la esfera. En las animaciones adjuntas
observamos distintos lazos sobre la esfera y vemos cómo todos ellos pueden
contraerse hasta el punto del que parten sin encontrar en el camino ningún agujero;
es decir, todos ellos son triviales.

Ello sugiere el
hecho, antes anunciado, de que la esfera es una superficie que no posee
agujeros. Estudiemos ahora el cilindro o la corona circular (que son
superficies homeomorfas, y por tanto deben tener las mismas propiedades). En el
cilindro y la corona encontramos lazos que no contienen ningún agujero y que
pueden contraerse continuamente hasta su punto de partida:

Sin embargo, podemos
también trazar lazos no triviales ya que en su interior atrapan un agujero, tal
y como vemos a continuación:

Puede demostrarse que
en el cilindro podemos, en esencia, encontrar un único tipo de lazo no trivial,
lo que indica que el cilindro tiene sólo un agujero.
Finalmente,
consideremos ahora el caso más complejo del toro. Igual que antes, encontramos
lazos triviales que no atrapan agujeros:

Y también tenemos
lazos no triviales que no pueden contraerse a su punto de partida. Por ejemplo,
el lazo que observamos en la animación siguiente atrapa el agujero visible que
atraviesa el toro (aquel por el que meteríamos el dedo en el anillo):

Sin embargo, tenemos
aún otro tipo de lazo que no puede contraerse, tal y como vemos en esta otra
animación:

Este otro lazo atrapa
un segundo agujero del toro: ahora se trata del agujero interior del cilindro
curvado con el que se construye esta superficie. Tenemos entonces dos lazos no
triviales diferentes.

Estos dos lazos
revelan la presencia en el toro de dos agujeros y hacen que su grupo
fundamental sea diferente del grupo fundamental del cilindro, que únicamente
tiene un lazo, y a su vez distinto del de la esfera, que no tiene ninguno.
Técnicamente se dice
que el grupo fundamental de la esfera, que en matemáticas se denota mediante S2, es trivial; o, escrito en la notación
matemática:
π1(S2) = {0}.
Por su parte, el
grupo fundamental del cilindro tendrá en esencia un único lazo no trivial
mientras que el del toro tendrá dos, lo que en la terminología matemática se
denota mediante:
π1(cilindro) = Z1
y π1(toro) = Z2.
No entraremos a
explicar los pormenores de estas últimas notaciones. Baste con señalar que, en esencia,
tal y como hemos observado en las animaciones, que el grupo fundamental del
cilindro sea Z1
indica que en dicha superficie podemos encontrar únicamente un lazo no trivial
y en consecuencia tenemos un solo agujero, mientras que el Z2 del toro señala que
tenemos dos lazos y dos agujeros. En el lenguaje matemático, a las superficies
con grupo fundamental trivial, {0}
(que no tienen agujeros) se las denomina superficies simplemente conexas.
Pues bien, Poincaré
pretendía estudiar las superficies topológicas cerradas y acotadas a las que
antes hemos llamados compactas. Desarrolló la teoría de los grupos
fundamentales con el objetivo de clasificar topológicamente todas las posibles
superficies compactas en el espacio, pero también, como luego veremos, en
dimensiones superiores. Con este objetivo en mente, lo primero que podemos
preguntarnos es si realmente el primer grupo fundamental es una herramienta
válida para lograr este propósito. Dicho de otra manera, ¿conociendo el grupo
fundamental de una superficie, queda perfectamente determinada esa superficie?
Es decir, si sabemos que el grupo fundamental de una superficie es Z2, ¿tendrá que ser
forzosamente esta superficie un toro? O, si el grupo fundamental de la
superficie es el trivial, {0} (es
decir, si la superficie es simplemente conexa), ¿deberá ser la superficie una
esfera?. Esta última pregunta es crucial a la hora de resolver el problema, ya
que si tenemos varias superficies compactas topológicamente diferentes cuyo
grupo fundamental es el trivial, ello significaría que el primer grupo
fundamental no es una herramienta útil para distinguir una superficie de otra.
Así pues, podemos plantearnos la siguiente pregunta:
¿Cuántas
superficies compactas topológicamente diferentes son simplemente conexas?
La cuestión es que
para finales del siglo XIX ya se sabía que existe una única superficie compacta
que es simplemente conexa. Esta superficie ya la conocemos, es la esfera S2. Esto indica que el
grupo fundamental de Poincaré sí es una herramienta válida para clasificar las
superficies compactas del espacio. El problema de las superficies compactas del
espacio puede ser, de este modo, completamente resuelto mediante el uso del
primer grupo fundamental de Poincaré.
Las superficies del
espacio se construyen deformando porciones de plano. Un plano tiene siempre dos
direcciones principales y es por ello que se dice que tiene dimensión dos y, en
consecuencia, las superficies que se construyen con planos tienen también
dimensión dos. Sin embargo, en los desarrollos de la matemática, física o
ingeniería no solamente aparecen superficies de dimensión dos; por el
contrario, en la mayoría de los casos debemos trabajar con problemas que
involucran dimensiones superiores. Ello motivó que el concepto de superficie se
generalizara a otras dimensiones para poder manejar una gama más amplia de
situaciones. Surge así la extensión del concepto de superficie a dimensiones
superiores, que en el lenguaje matemático se denomina variedad. De forma
análoga a lo que sucede en el caso de dimensión 2, una variedad de dimensión 3
se obtendrá deformando y reuniendo convenientemente fragmentos de espacios
tridimensionales con dimensión 3 y, en general, una variedad de dimensión n
se obtendrá deformando porciones de espacio de dimensión n.
Muchos de los conceptos que manejamos en dimensión 2 y que ya nos son
familiares pueden generalizarse a dimensiones superiores. Así, igual que
consideramos superficies de dimensión 2 (como la esfera, S2, o el toro) dentro
del espacio tridimensional, que matemáticamente se denota R3, también podremos
considerar variedades de dimensión n dentro del espacio de dimensión n + 1, que denotamos Rn+1.
En particular, dentro del espacio de dimensión 4, R4, nos encontraremos
con la esfera de dimensión 3, que se denota S3,
dentro de R5 hallaremos
la esfera de dimensión 4, S4,
y en general el espacio de dimensión Rn+1
albergará en su interior a la esfera de dimensión n, que denotamos Sn.
Probablemente es difícil imaginar cual será el aspecto de una esfera de
dimensión 3 o 4. Si bien existen distintas técnicas que permiten tener una
imagen, al menos intuitiva, de estas esferas de dimensión superior, baste para
nosotros con decir que, en realidad, la definición precisa de la esfera de
dimensión n,
Sn,
es, en esencia, la misma que la que conocemos para la esfera de dimensión 2, ya
que Sn
está formada por aquellos puntos de Rn+1 cuya distancia al punto nulo u origen de Rn+1
es exactamente igual a 1.
La pregunta que surge
ahora de forma natural es la siguiente: ¿qué sucede con el problema de
clasificación de superficies compactas de Poincaré en el caso de dimensiones
superiores? ¿Seguirá siendo el primer grupo fundamental la herramienta
necesaria para realizar esa clasificación? Para responder, debemos averiguar si
en dimensiones superiores el primer grupo fundamental conserva buenas
propiedades. Puede demostrarse que, análogamente a lo que sucede para la esfera
S2
en el espacio tridimensional R3,
la esfera de dimensión n, Sn,
es una variedad n-dimensional dentro de Rn+1
que es compacta y simplemente conexa, y así llegamos nuevamente a la misma
pregunta crucial: ¿es la esfera Sn
la única variedad de dimensión n que cumple esto? O, dicho de
otra forma,
¿Cuántas
variedades compactas y simplemente conexas de dimensión n podemos encontrar en
Rn+1?
En realidad, para el
caso n = 2 ya sabemos que la única
superficie simplemente conexa es la esfera S2.
El propio Poincaré intentó, sin éxito, resolver el caso n = 3. Ante la imposibilidad de llegar
a una demostración rigurosa Poincaré planteó en 1904 la siguiente conjetura,
que ha pasado a la historia como la Conjetura de Poincaré:
Conjetura de
Poincaré: La única variedad compacta y
simplemente conexa de dimensión 3 es la esfera tridimensional S3.
Si bien Poincaré solamente
estudió el caso n = 3,
los matemáticos posteriores consideraron la cuestión para cualquier n
≥ 3. En realidad, para n > 3 se sabe que el grupo
fundamental no es suficiente para caracterizar las superficies compactas, y es
necesario recurrir al concepto más general de variedades homotópicamente
equivalentes. De esta manera, para n
> 3 la Conjetura se enuncia del
siguiente modo:
Conjetura de Poincaré
(n>3): La única variedad de
dimensión n
compacta, homotópicamente equivalente a la esfera de dimensión n, Sn,
es la propia esfera Sn.
La historia de la demostración de la Conjetura de Poincaré
Tal y como hemos
comentado, Poincaré desarrolló muchas de las herramientas necesarias para el
estudio de superficies y variedades. En realidad, antes que los grupos
fundamentales, él mismo introdujo los llamados grupos de homología, que permiten
analizar (en varios sentidos, de
una forma más ventajosa que los grupos fundamentales) los agujeros de cualquier
dimensión de una superficie o variedad. No es sencillo dar una idea de lo que
son los grupos de homología, ya que su definición es más compleja y menos
intuitiva que la de los grupos fundamentales, así que nos contentaremos con
señalar que sin duda constituyen una de las construcciones matemáticas más
brillantes y de mayor importancia de todos los tiempos. En cualquier caso, el
propósito de Poincaré al introducir estos conceptos era el de conseguir llegar
a una clasificación de todas las superficies de dimensión 2, 3 o superiores en
el sentido que ya hemos comentado antes. Habida cuenta de que el problema en
dimensión 2 estaba ya resuelto a finales del siglo XIX, intentó comprobar la
efectividad de sus grupos de homología en la caracterización de superficies de
dimensión 3. Él estaba convencido de que los grupos de homología eran capaces
por ellos mismos de distinguir la esfera tridimensional del resto de superficies
compactas de dimensión 3. En 1900 Poincaré afirmó que si una superficie
compacta de dimensión 3 tiene los mismos grupos de homología que la esfera S3, forzosamente esa
superficie debe ser justamente S3.
Sin embargo, él mismo llegó a la conclusión de que esta afirmación era falsa
cuando en un artículo publicado en 1904 encontró un contraejemplo: una
superficie compacta de dimensión 3 con los mismos grupos de homología que la
esfera, pero que no era simplemente conexa al tener su primer grupo fundamental
ciento veinte elementos. Dicha superficie se denomina desde entonces esfera
de Poincaré, y no puede ser
homeomorfa a la esfera ya que tienen primer grupo fundamental diferente. Disponemos
por tanto dos superficies topológicamente diferentes pero que tienen los mismos
grupos de homología, y ello indica que éstos no son suficientes para
caracterizar a una superficie, para decidir si dos superficies son iguales o
no. Esto condujo a Poincaré a considerar los grupos fundamentales y a enunciar
su Conjetura en el mismo artículo de 1904, ya que a la vista de lo anterior, el
paso natural consiste en preguntarse si existe alguna superficie diferente a la
esfera pero con sus mismos grupos de homología y con el mismo grupo fundamental
(y por tanto simplemente conexa). Esto último es, en esencia, el enunciado de la
Conjetura.
Desde la publicación
del artículo de Poincaré en 1904, toda una legión de matemáticos intentaron
demostrar la Conjetura para el caso n = 3,
que es el problema original planteado por Poincaré, pero también para
dimensiones superiores, con n > 3.
La producción sobre el tema llegó a ser tanta que la American Mathematical
Society se vio obligada a incluir un campo exclusivo (con código 57M40)
dedicado a aquellos artículos que intentan demostrar o refutar la Conjetura de
Poincaré. Hubo que esperar hasta el año 1961 para que Erik Christopher Zeeman
(1925- ) consiguiera, tras más de cincuenta años, el primer avance de
importancia demostrando que la Conjetura era cierta para el caso n = 5. Ese mismo año, el matemático
estadounidense Stephen Smale (1930- ) dio un paso decisivo al probar que la
Conjetura es cierta para todo n ≥ 7.
Al año siguiente, en 1962, John R. Stallings demostró el caso n = 6, y finalmente, 23 años más tarde,
en 1986, Michael Hartley Freedman consiguió clasificar todas las variedades
simplemente conexas de dimensión 4 como consecuencia de lo cual quedaba también
demostrado el caso n = 4,
siendo el hecho considerado de tal envergadura que le hizo merecedor de la
medalla Fields ese mismo año. Sorprendente: como puede verse, los casos
correspondientes a dimensiones superiores demostraron ser más “sencillos” que
los de dimensiones bajas, que resistieron los ataques de los matemáticos hasta
el último momento. Después de todo, en 1986 el único caso que quedaba aún sin
abordar era el n = 3
de manera que finalmente, tras 82 años, la Conjetura terminó regresando a la
formulación original de Poincaré, que como ya vimos se refería únicamente a las
esferas de dimensión 3.

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Erik Christopher Zeeman
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Stephen Smale
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John R. Stallings
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Michael Hartley Freedman
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Richard Hamilton
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Grigori Perelman
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En realidad, el caso n = 3 de la Conjetura de Poincaré ha
llegado a convertirse en una obsesión para muchos matemáticos, algunos de ellos
de prestigio, que en diversas ocasiones creyeron sin razón haber alcanzado una
solución (es conocido el caso del eminente topólogo John Henry Constantine
Whitehead, que en 1934 anunció una supuesta demostración para la cual él mismo
encontró un contraejemplo, conocido ahora como el enlace de Whitehead).
Así las cosas, la Conjetura de Poincaré ha pasado a formar parte de la
mitología matemática como uno de los grandes problemas aún sin solución,
codeándose en esas alturas con otros afamados resultados pendientes de
demostración como el Teorema de Fermat, en su momento, o la Hipótesis
de Riemann. El reconocimiento a la importancia de la Conjetura quedó
constatado en mayo de 2000 cuando el Clay Mathematics Institute de Cambridge
(Massachusetts) lo incluyó dentro de la selección de los siete problemas
matemáticos sin resolver más relevantes. Dicho instituto, financiado por el
rico empresario americano Landon Clay, es una fundación privada, sin ánimo de
lucro, dedicada a estimular y divulgar el conocimiento de las matemáticas que
en 2000 instauró los premios Millenium Problem por los que se otorga una
cantidad de un millón de dólares a cada persona que resuelva uno de de los
siete problemas que en ese año 2000 un comité de expertos seleccionó como los
más importantes de las matemáticas actuales, entre los que figura, como ya hemos comentado, la Conjetura de Poincaré. De este modo, además del
prestigio que alcanzaría cualquiera que demostrara o refutara la Conjetura,
desde ese momento había además en juego un premio de un millón de dólares. En
cualquier caso, para la concesión del premio, el Clay Mathematics Institute
exige una serie de requisitos, entre los que se encuentra la necesidad de
exponer la solución encontrada a cada problema ante la comunidad matemática por
un período de dos años antes de recibir el sustancioso galardón.
Sea o no por el
premio, a partir del año 2000 varios matemáticos publicaron supuestas
demostraciones de la Conjetura. Así, en abril de 2002 el matemático inglés M.J.
Dunwoody presentó un artículo de cinco páginas en el que pretendía haber
resuelto la Conjetura, pero rápidamente se encontraron errores de importancia
en el trabajo. El siguiente en probar suerte fue el distinguido matemático
Everett Pitcher, quien fuera secretario de la American Mathematical Society
desde 1967 hasta 1988, que el 16 de octubre de 2002 presentó en Lehigh
University la conferencia titulada The Poincaré Conjecture is true y envió
para su publicación el correspondiente artículo, del que hasta la fecha no parece haber informes favorables.
Días después de la conferencia de Pitcher, el 22 de octubre de 2002, le tocó el
turno a Sergey Nikitin, de Arizona State University, que publicó en arXiv
e-Print Archive el preprint titulado Proof
of the Poincaré Conjecture, para el que el 31 de octubre de ese mismo año
aparece un supuesto contraejemplo en el grupo de noticias sci.math.research; si
bien el propio Nikitin para el 10 de diciembre de ese año había añadido ya
hasta siete versiones adicionales de su preprint en arXiv, en las que se
corregían errores y se precisaban algunas definiciones. Desde entonces, no hay
noticia alguna referente a este trabajo. Téngase en cuenta que arXiv e-Print
Archive es un servicio de preprints electrónicos de la Universidad de
Cornell que desde 1991 recopila preprints de diferentes disciplinas científicas
como física, matemáticas, ciencias de la computación o biología, y que en
principio publica en sus servidores cualquier trabajo científico sin ningún
tipo de revisión especializada.
Sin duda alguna, el
ataque más serio al problema es el debido al matemático ruso Grigori
Yakovlevich Perelman (si bien firma sus artículos como Grisha Perelman), del
Instituto Steklov de la Academia Rusa de Ciencias en San Petersburgo. Perelman
publica, nuevamente en arXiv, el 11 de noviembre de 2002, un preprint de
39 páginas titulado The entropy formula
for the Ricci flow and its geometric applications, en el que no aborda
directamente la Conjetura de Poincaré sino otra conjetura más general
denominada Conjetura de Geometrización de Thurston, de la cual se deduce como caso
particular la Conjetura de Poincaré. Dicho de otro modo, una vez demostrada la
Conjetura de Geometrización de Thurston automáticamente habremos obtenido
también la de Poincaré. La Conjetura de Geometrización fue propuesta en 1970
por el matemático William Paul Thurston (1946- ) ganador de una medalla Fields
en 1982 por la impresionante envergadura matemática de sus trabajos sobre
variedades de dimensión 2 y 3. En realidad, la Conjetura de Thurston constituye
un problema matemático mucho más ambicioso que el de Poincaré, ya que pretende
alcanzar una descripción definitiva de cualquier superficie de dimensión 3 por
medio de su descomposición en piezas de estructura geométrica más simple. El 10
de marzo de 2003, Perelman publica en arXiv un segundo preprint de
22 páginas titulado Ricci flow with
surgery on three-manifolds, que viene a completar el primero de sus
preprints introduciendo en él ciertas mejoras. Para su demostración, Perelman
recurre a técnicas de Geometría Diferencial y se basa en los trabajos de
Richard Hamilton, de la Universidad de Columbia, sobre los flujos de Ricci.
A diferencia de
demostraciones anteriores, la de Perelman captó inmediatamente la atención de
los expertos en el tema de todo el mundo, debido al hecho de que él mismo es
reconocido a nivel internacional como uno de los más importantes especialistas
en Geometría Diferencial y que goza de amplio prestigio dentro de la comunidad
matemática gracias a la profundidad y seriedad de sus trabajos. Los día 7, 8 y
11 de abril de 2003, Perelman sometió el trabajo contenido en los dos preprints
de arXiv al juicio de la comunidad científica en un ciclo de
conferencias que tuvo lugar en el Departamento de Matemáticas del prestigioso
Massachusetts Institute of Tecnology (MIT), titulado Ricci Flow and Geometrization of
Three-Manifolds. A este ciclo
asistieron más de cien matemáticos, entre los que se encontraban personalidades
ya consagradas como Andrew Wiles, que en 1994 había pasado a los anales tras
conseguir demostrar el último Teorema de Fermat, o el premio Nobel de economía
John Forbes Nash, popularizado por la película Una mente maravillosa, en la que se
recrea su biografía (téngase en
cuenta que Nash fue autor en su juventud de importantes trabajos dentro del
campo de la geometría). Tras este ciclo de conferencias diversos medios de
comunicación, como el New York Times, la BBC y otros, se hicieron eco de la
noticia.

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Perelman presentando sus teorías
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La cuestión es que tras
la exposición de los trabajos de Perelman los expertos se mostraron
esperanzados pero cautos, debido a que la complejidad de los desarrollos que
había presentado requerían un examen concienzudo: a pesar de que, sin duda,
suponían avances de envergadura, podían contener sutiles errores en distintos
puntos. Por otro lado, estaba presente también la cuestión del millón de
dólares que podría estar en juego de darse por valida la demostración. Si bien
las normas del Clay Mathematics Institute exigen la publicación de los
resultados en una revista científica y su examen posterior por dos años, el
propio James Carlson, presidente del Instituto, declaró que aunque el trabajo
hubiera sido publicado en Internet podría obviarse este hecho si se superaban
los dos años de revisión. De todos modos, si hacemos caso de los rumores que
circulan por Internet, es incluso posible que el propio Perelman desconociera
la existencia del premio del Instituto Clay y que fuera, por tanto, ajeno a
estas cuestiones.
Así las cosas, el
pasado junio de este año salta la sorpresa cuando es anunciada en los medios de
comunicación la publicación de una nueva demostración de la Conjetura de Poincaré,
que además se presenta como la primera prueba íntegramente completa no solo del
problema de Poincaré, sino también de la Conjetura de Geometrización. Los
autores de la nueva demostración son los matemáticos chinos Zhu Xiping, de la
Universidad de Zhongshan (en la provincia de Cantón, al sur de China) y
Cao Huaidong, de la Universidad de Lehigh (Pensilvania, EEUU), y ésta aparece
publicada en el número de junio de la revista Asian Journal of Mathematics, en un
artículo de 327 páginas
titulado A complete proof of the Poincaré
and Geometrization Conjectures Application of the Hamilton-Perelman theory of
the Ricci flow. Según declaraciones a los medios de comunicación, ambos
matemáticos han trabajado en la demostración por más de dos años bajo la dirección
de Shing-Tung Yau, profesor de la Universidad de Harvard y ganador de la
medalla Fields en el año 1982, quién es además uno de los editores en
jefe del Asian Journal of Mathematics. La nueva demostración no sólo fue
difundida en el ámbito científico, sino que fue profusamente anunciada en
medios de comunicación como el Diario del Pueblo, órgano de prensa del
gobierno chino, en el que se dedicaron al tema grandes titulares en letras
rojas que festejaban la demostración como un éxito histórico de la ciencia china.
Además, numerosos otros medios de distintos países se hicieron eco también de
la noticia. 
Sin duda alguna la
polémica está servida, ya que las teorías de Perelman recogidas en sus dos
artículos de arXiv se encontraban todavía en período de revisión, y todo
parecía indicar que estaba próxima su aceptación definitiva por la comunidad
matemática. Por otro lado, el trabajo de los matemáticos chinos se fundamenta
en los desarrollos de Perelman, tal y como queda reflejado en el título de su
artículo e, incluso en el abstract del trabajo, en el que los propios autores
escriben: Este trabajo depende de los
trabajos de muchos geómetras y analistas durante los últimos treinta años. Esta
prueba debería ser considerada como la culminación de la teoría de Hamilton-Perelman
sobre el flujo de Ricci. Sin embargo, por otro lado, el Sr. Yang, miembro
de la Academia China de Ciencias, ha declarado que Todos los matemáticos americanos,
rusos y chinos han hecho
contribuciones indispensables a la prueba completa, en clara alusión a
Perelman y Hamilton, y continúa señalando que la longitud total del trabajo de Perelman
sobre la Conjetura era, hacia
finales de 2002, de alrededor de 70 páginas, en contraposición con las más
de 300 del artículo de Zhu y Cao, argumentando de esta manera que Perelman
trazó las líneas maestras que habían de seguirse para resolver el problema pero
sin llegar a encajar el puzzle de forma definitiva. Finalmente, Yang añade que las líneas maestras son completamente
diferentes de la prueba completa de una teoría. Sin embargo, los expertos
comienzan ya a tomar posición en defensa del trabajo de Perelman, toda vez que
parace opinión unánime que los matemáticos chinos no han hecho más que una
reconstrucción detallada de la línea de demostración trazada por Perelman. Por
otro lado, esta reconstrucción no es la primera, ya que en el pasado mes de
mayo los norteamericanos Bruce Kleiner y John Lott presentaron un trabajo
similar. La única diferencia es que, según parece, Zhu y Cao realizaron en
secreto su demostración, mientras que la de Kleiner y Lott fue ampliamente
difundida en Internet en cada paso de su desarrollo. En realidad, tanto la
prueba de los chinos como la de los norteamericanos no serían más que
revisiones muy precisas de la demostración de Perelman que sencillamente vienen
a confirmar su validez. De esta manera, nos encontramos quizás ante un posible
conflicto científico oriente-occidente de cierta magnitud.
En todo caso, a
partir de ahora será necesario que la comunidad matemática internacional
examine tanto los trabajos de Zhu y Cao como los de Perelman. Sin duda alguna,
el comité de expertos del Instituto Clay encargado de discernir quién ha sido
realmente el autor de la primera demostración de la Conjetura de Poincaré tiene
delante de sí una difícil tarea.
Con toda seguridad,
uno de los temas estrella del próximo Congreso Internacional de Matemáticos que
se celebrará en Madrid a finales de agosto de este año será la Conjetura de
Poincaré, tanto más si hacemos caso a los rumores que señalan que Perelman
podría ser galardonado con la medalla Fields en el transcurso del evento.
Téngase en cuenta que Perelman, que nació en 1966, está aún a tiempo de recibir
el premio que tradicionalmente se entrega a matemáticos que no superen los 40
años.
Referencias
Página
de ArXiv donde pueden localizarse fácilmente los trabajos de Perelman: http://xxx.lanl.gov/help
Página
del Asian Journal of Mathematics en la que puede ser consultado el
abstract, índice e introducción del artículo de Zhu y Cao: http://www.ims.cuhk.edu.hk/~ajm
Artículos
publicados en El País sobre el tema. En el primero de ellos, con fecha
5-6-2006, se anuncia que Zhu y Cao resuelven la Conjetura de Poincaré, y en el
segundo, publicado al día siguiente, se rectifica y matiza la noticia dada en
el primero:
http://www.elpais.es/articulo/sociedad/Resuelto/enigma/matematico/siglo/XX//20
060605elpepusoc_2/Tes
http://www.elpais.es/articulo/sociedad/China/copia/formula/millon/elpportec/
20060606elpepisoc_12/Tes
Noticia
en la versión web del Diario del Pueblo chino sobre la demostración de Zhu y
Cao:
http://spanish.peopledaily.com.c
n//31615/4437115.html
Noticia
ofrecida por la agencia de noticias Xinhua de China en su página web sobre la
prueba de los matemáticos chinos:
http://news.xinhuane
t.com/english/2006-06/04/content_4644754.htm
Página
del concurso Millenium Problem del
Clay Mathematics Institute: http://www.claymath.org/millennium
Interesante
página dedicada a la Conjetura de Poincaré: http:/www.nacho.unicauca.edu.co/Maticias/0309ConPoi/0309ConPoi.htm
Artículo
de Andrés Rodríguez Arias y otros sobre la Conjetura de Poincaré: http://ciencias.uniandes.edu.co/pdf/
esfera05.pdf
Artículo
de José Luis Tábara sobre la Conjetura de Poincaré:
http://www.uam.es/otros/fcmatematicas/Trabajos/JuanLuis/La_conjetura_de_Poincare.pdf

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Sobre el autor
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Antonio J. López
Moreno es profesor
titular de Matemática Aplicada de la Universidad de Jaén y miembro del Comité
Editorial de Matematicalia.
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