Usted empezó
dedicándose a las variables complejas.
Es una parte de las matemáticas
tremendamente abstracta, aunque yo me dedico ahora a la consultoría
financiera. Esa transición es, en el fondo, una respuesta vital. Pero todo lo
que sé de ese territorio abstracto lo estoy usando ahora en el mundo
financiero. Y, además, las variables complejas tienen claras aplicaciones,
por ejemplo, se usan para el diseño de circuitos o en el tratamiento de
señales; las compresiones de texto o audio que luego se envían por Internet
utilizan variables complejas.
¿Cómo se pasa de la
investigación pura a algo tan aplicado?
Teniendo mucha curiosidad y siendo
receptivo a todo lo que uno ve. Yo empecé a interesarme por el mundo
financiero cuando un alumno vino a hacerme una pregunta. Le escuché y más o
menos entendía de qué me hablaba. El alumno necesitaba entender el concepto
matemático del juego justo, del equilibrio, es decir, de cuándo una
transacción está equilibrada. Se trata de una técnica que sirve para valorar
activos financieros pero que tiene detrás una teoría matemática.
Entre la variable
compleja y el mundo financiero, ¿qué hay en medio?
En el medio está todo lo que tiene
que ver con la probabilidad y la estadística, con el estudio de cómo se
encadenan los efectos del azar, que al final dan algo que tiene muchísima
regularidad. Todas estas regularidades aparecen en variables complejas, y como
yo estaba entrenado en ellas disponía por tanto del lenguaje adecuado para ir
entendiendo las herramientas que se usan en el mercado financiero, donde el
manejo de la incertidumbre o el azar son esenciales para tomar decisiones.
¿Hasta qué punto su
formación matemática ha contribuido en su conocimiento sobre finanzas?
El mundo en el que vivimos es cada
vez más técnico y más sofisticado. Y un ejemplo de ello es la cantidad de
matemáticos que hay trabajando en entidades financieras. Por ejemplo, Société
Générale, un banco francés, tiene cuatrocientos matemáticos dedicados al
estudio de instrumentos o contratos financieros que tengan que ver con tipos
de interés. Está claro que los que llevan el negocio son economistas, pero la
técnica que está detrás requiere una altísima especialización matemática.
¿Cuál es su
vinculación en estos momentos con la universidad?
Estoy a tiempo parcial, pero
además no tengo ningún interés en dejarlo. Dedico una parte de mi tiempo para
seguir pensando en problemas absolutamente abstractos, aunque con muchísimo
esfuerzo.
¿Qué consejo le
daría a un alumno de Matemáticas que quisiera dedicarse a las finanzas?
En los últimos años de la carrera,
lo relacionado con la estadística y la probabilidad resulta esencial. También
lo es el cálculo numérico. Por tanto, hay que entrenarse en ambas cosas. Yo
formo gente para que se introduzca en el mercado financiero a través de la
propia consultora, y si una persona al acabar la carrera es buena en estos
ámbitos los bancos lo seleccionan y ya se encargan ellos de promocionarla
mediante su incorporación a un equipo que domina el lenguaje financiero. Lo
cierto es que en la universidad no preparamos en esa dirección, no hay gente
que esté a medias entre dos perfiles profesionales, aunque en otras carreras
sí sucede. De hecho, en humanidades y en ciencias no suele haber titulaciones
con vertientes profesionales obvias.
¿A qué cree que se
debe el descenso de vocaciones en Matemáticas?
Pues una de las razones la acabo
de exponer: que no se sabe exactamente para qué sirven. No hay una profesión
detrás de un licenciado en Matemáticas, salvo en el caso de la enseñanza, y
nunca se pensó en esos términos.
¿Pero el modelo
curricular de la carrera es el adecuado?
En esto hay muchos puntos de
vista. Yo soy de los que han abogado por separar la formación matemática -muy
necesaria para conocer el lenguaje matemático los primeros años de carrera-
de la enseñanza de la ciencia matemática y de la de ingeniería matemática. Si
lo diseñáramos así, el currículo sería otro, mientras que el actual está
pensado sólo para la formación de científicos de las matemáticas.
Su planteamiento
coincide con la filosofía de Bolonia.
Cierto. Un marco de enseñanza
común y luego un entrenamiento buscando una inserción laboral directa. Y en
matemáticas se puede hacer, lo que sucede es que la mayoría de los que
estamos en la universidad no tenemos experiencia en el uso de las matemáticas
en ese ámbito profesional más allá de la docencia y de la investigación.
¿Cuáles son las
principales diferencias entre nuestro sistema universitario y el americano?
En el ámbito de las matemáticas,
cuando los alumnos norteamericanos acaban el college y se licencian, la profundidad de la formación que tienen
es en apariencia muchísimo menor que la de aquí, aunque más variada porque
aprenden otras cosas. El salto en la formación de posgrado es radical, es ahí
cuando se adquiere el verdadero perfil profesional. Y a ellos les va bien.
¿Está más valorado
socialmente el profesor universitario en Estados Unidos o en España?
La formación superior en Estados Unidos es
mucho más selectiva, en gran medida económicamente selectiva, porque para ir
a la universidad hay que ahorrar. Es poca gente la que acude a la enseñanza
superior y los profesores universitarios están más escogidos, pero en
realidad tampoco es tan distinto, y la visión que se tiene del docente es
parecida a la de aquí.
¿A qué tiene que
dedicarse la universidad?
La universidad tiene que servir a
la sociedad, y la sociedad no es sólo el mercado, ni mucho menos. A mí me
gusta el sistema que tenemos: una universidad de acceso amplísimo, muy
generalizado, lo que es una gran conquista, y esa vocación de servicio
público es un deber. Pero además tiene que hacer más cosas: tiene que
investigar, tiene que ser repositorio del conocimiento crítico y mantenerlo
al día; es fundamental contar con posgrados ricos y bien estructurados.
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