Recibido: lunes, 05 noviembre 2007
Coeducación en la clase de Matemáticas de Secundaria
Adela Salvador Alcaide
Universidad Politécnica de Madrid
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María Molero Aparicio
IES Juan de la Cierva (Madrid)
Introducción
En el
año 1970 se anuló la prohibición de educar conjuntamente a los chicos y las
chicas. Desde entonces ¿existe la coeducación en nuestras aulas? Muchos
profesores/as preguntados opinan que la educación es idéntica para unos y para
otras, que tanto unos como otras tienen las mismas oportunidades y que el trato
del profesorado también es idéntico. Sin embargo hay quien opina que no todo es
todavía tan perfecto, incluso que las alumnas han entrado en una escuela
pensada y hecha sólo para alumnos. Mostraremos algunos datos que prueban que
existen diferencias y que el medio social es el factor determinante de las
diferencias debidas al género.
La escuela
debe emprender una acción compensatoria y buscar estrategias de acción positiva
para eliminar esas diferencias. El que alumnos y alumnas aprendan a cooperar en
sus tareas desde pequeños es preparar hombres y mujeres para que mantengan ese
espíritu cooperador en las futuras relaciones de familia y sociedad que les va
a exigir la convivencia. La competencia intelectual negada a la mujer tiene
consecuencias tan nefastas como la imposibilidad de expresar los sentimientos
que ha sido negada al hombre y que ha empobrecido tanto a unos como a otras.
Compartir las adquisiciones intelectuales y los sentimientos hacen más personas
a ambos. Habría que modificar actitudes sociales de todos aquellos que ejercen
una influencia directa sobre las alumnas y los alumnos, como padres y madres,
profesorado, redactores/as de libros de texto, editores, medios de
comunicación...
Las
matemáticas se presentan en ocasiones centradas en intereses masculinos, con
problemas y ejemplos relacionados con experiencias masculinas, por lo que las
chicas pierden confianza e interés en ese terreno que no les es propio, y si
tienen buenos resultados en matemáticas tienen miedo a las consecuencias que
pueda tener su éxito en una materia considerada masculina.
Se puede
controlar en el aula si participan por igual chicos y chicas, si la enseñanza
es cooperativa en lugar de ser competitiva, si las expectativas son imparciales
frente a chicas y chicos. Puede ser muy interesante tratar que chicos y chicas
hagan conscientes sus actitudes: ¿Por qué les gusta o no les gusta las
matemáticas? ¿Por qué son importantes? ¿Cuáles son sus sentimientos hacia las
matemáticas?
Objetivos
Los
objetivos de este artículo son:
Resaltar algunos hechos que prueban que todavía existen
diferencias debidas al género.
Analizar de qué forma es el medio social el causante de
esas diferencias.
Aportar algunas ideas para que se pueda emprender una
acción compensatoria en el aula de Matemáticas.
Hechos
Algunos de los hechos ya han sido
suficientemente resaltados, como, por ejemplo:
Algunos datos numéricos
En las facultades
de matemáticas españolas las alumnas son algo más de cincuenta por ciento,
sin embargo es pequeña la proporción de mujeres que continúan en la
universidad, aún menor la de mujeres que son alumnas de tercer ciclo o que
escriben una tesis en matemáticas y mínima la de catedráticas en matemáticas en
la universidad española. En los países anglosajones sólo el 2’7% de las mujeres
ocupa puestos docentes universitarios, contra el todavía muy bajo del 17% en
los países latinos (Italia, España). ¿Qué explicación podemos dar a esto?
En las Olimpiadas
Matemáticas. Podemos pensar que el cambio se ha producido
tarde pero que las nuevas generaciones que han nacido dentro de un sistema de
enseñanza “de coeducación” presentarán una situación radicalmente distinta. Sin
embargo, al observar el comportamiento de las mujeres españolas en las Olimpiadas
Matemáticas Internacionales vemos que es escasa la participación femenina,
y que en las Olimpiadas Iberoamericanas el resultado es todavía peor.
¿Existen diferencias entre los alumnos y las alumnas?
¿Son peores las alumnas en Matemáticas? Si tienen la
misma capacidad y la enseñanza que reciben es igual, ¿por qué se producen
diferencias?
Si no hay diferencias significativas en las
capacidades que soportan la aptitud matemática entre chicos y chicas, ¿cómo se
pueden explicar todos estos hechos? Si tienen la misma capacidad y la enseñanza
que reciben es igual ¿por qué se producen desigualdades? ¿Hay otras diferencias
biológicas que lo expliquen? ¿Las mujeres son menos competentes o menos
competitivas?
Se deben al factor cultural. No existe
fundamento biológico o antropológico para dichas diferencias.
Incluso en
los aspectos más tradicionales considerados como “instintivos”, estudios
antropológicos apoyan la teoría de que los prototipos masculinos y femeninos no
tienen base biológica sino cultural. Por ello, el “factor cultural” tiene una
influencia decisiva a la hora de determinar los tipos masculinos y femeninos.
En un mundo en el que las nuevas funciones y roles sociales pueden ser
desempeñados, en general, tanto por uno como por otro sexo, pues están ligadas
más a funciones psíquicas que físicas (como por ejemplo la fuerza bruta), la
diferenciación debida al género se resiente.
Podemos
concluir que no hay un fundamento
biológico o antropológico que explique las diferencias en habilidades e
intereses.
Causas
Sociedad
La sociedad es un factor determinante de las diferencias
debidas al género.
La educación que reciben hombres y mujeres es muy
diferente, como prueban los mensajes que se reciben desde la televisión, o el
hecho de que no resulta femenino dedicarse a las Ciencias o las Matemáticas.
Desde la sociedad el mensaje recibido es que ser una “buena mujer” significa
ocuparse de los demás y estar siempre atractiva.
En nuestra
sociedad la educación que reciben hombres y mujeres es muy diferente.
Podemos analizar, y anotar con un cuaderno en la mano, al ver la televisión
durante una hora, qué prototipos, modelos y profesiones masculinas y femeninas
aparecen. ¿Cuál es el mensaje que reciben nuestras alumnas sobre lo que la
sociedad (la televisión) espera de ellas? ¿Que sean muy atractivas estando
extremadamente delgadas, que laven muy blanco... o que resuelvan bien problemas
técnicos, científicos o matemáticos? Naturalmente reciben que no resulta “femenino”
dedicarse a las ciencias y las matemáticas. Mientras en nuestra civilización el
estereotipo sexual exija preocuparse de la familia, la infancia, los enfermos,
los ancianos, la casa... entonces ser una buena madre, una buena esposa, una
buena hija, y por tanto ser una buena mujer significa ocuparse de los demás y
estar además siempre espectacularmente atractiva.
Libros de texto
Podemos
analizar los libros de texto y materiales escolares controlando el número y
porcentaje de figuras masculinas y femeninas y los modelos, profesiones y
papeles que representan en ilustraciones, ejercicios y texto; si los ejemplos y
problemas recogen por igual experiencias e intereses de chicos y chicas; o si
aparecen mujeres matemáticas.
Si se realiza un análisis de los libros
de texto observamos que las mujeres y las chicas están
escasamente representadas; las mujeres adultas apenas aparecen y los papeles
que representan son pasivos. La lectura que de esto puede hacer una chica es
que no se espera nada de ellas en la vida adulta.
La sociedad es el factor más decisivamente determinante de las
diferencias debidas al género.
Coeducación
Se entiende
por coeducación la fusión de las pautas culturales “femeninas” y
“masculinas” en un proceso integral de persona. Supone la corrección de los
estereotipos sexistas para promover la igualdad entre los géneros.
Hay autores
que opinan que la enseñanza no es coeducativa, pues se ha dejado entrar a la
alumna en una enseñanza adecuada e ideada por y para el hombre.
La escuela
tiene como función y obligación compensar las carencias y deficiencias de la
familia y la sociedad.
Es
interesante llevar a cabo actividades que puedan reflejar, dentro del
profesorado, si existen diferencias de expectativas entre alumnas y alumnos. O
si el trato en el aula es realmente el mismo a unas o a otros.
Debemos
evitar que el currículum oculto transmita normas y actitudes de manera
inconsciente, como la valoración de los patrones masculinos en detrimento de
los femeninos, o que el lenguaje se dirija exclusivamente al género masculino
silenciando la presencia femenina.
Ideas
para la clase de matemáticas
Vamos a analizar algunas
propuestas para emprender una acción compensatoria en la enseñanza de las
Matemáticas ya que la discriminación que experimenta la alumna fuera del
aula de matemáticas puede ser contrarrestada dentro de ésta. Como la
situación de partida es desigual, debemos evitar el refuerzo de los roles y
desarrollar mecanismos equilibradores, debemos generar la autoestima de las
alumnas en el aprendizaje de las matemáticas reforzando una mayor confianza en
sus capacidades y actitudes y un mayor respeto por sus actuaciones, y reducir
así la ansiedad matemática.
Trabajo en grupo
En lugar de promover la
competitividad y el individualismo debemos potenciar la colaboración y el sentido de cooperación. Una
forma de conseguirlo puede ser el enseñar a trabajar en equipo, con
clases de resolución de problemas, elaboración de trabajos de investigación,
exposición de materiales y trabajos...
Hacer matemáticas en la clase de matemáticas
La idea de que en las
matemáticas sólo existe la situación de verdadero o falso, acierto o error,
provoca el bloqueo ante una situación que no permite una elaboración de la
respuesta, una ansiedad ante esas matemáticas. Por esta razón, en el aula de
matemáticas podemos trabajar unas matemáticas abiertas, con problemas e investigaciones
que no sean de una única respuesta, donde el alumnado pueda hacerse preguntas y
pueda elegir diferentes caminos, donde el error no sea castigado sino que pueda
promover nuevas investigaciones y mejorar el aprendizaje. ¿Son éstas unas
matemáticas “femeninas”? Pensamos que no. No son ni femeninas, ni masculinas.
Mejorarán el aprendizaje tanto de las chicas como de los chicos.
La enseñanza
tradicional del profesor/a que explica y alumno/a que recibe la enseñanza de
forma pasiva refuerza la tradicional pasividad de las chicas. Crear dentro del
aula un lugar donde alumnos y alumnas tengan tiempo para reflexionar, abstraer
y hagan un trabajo intelectual es conveniente para todos, pero beneficia al
proyecto sin discriminación de la mujer en el sentido de que la alumna tiene
menos oportunidades en la vida cotidiana para dedicarse a pensar. Hagamos
matemáticas en la clase de matemáticas y demos a nuestros alumnos y alumnas
ocasiones de desarrollar su pensamiento matemático.
Geometría
Conviene no
descuidar la enseñanza de la geometría en la clase de matemáticas. No dejar
los trabajos de geometría “para casa” sino dar un tiempo y un lugar para
hacerlos en el aula. Es conveniente poder dotar de intuiciones geométricas
apoyándonos en materiales de aula adecuados según la edad del alumnado. Si no
proporcionamos este trabajo en el aula, desmerecerá el aprendizaje de todos,
pero en particular de aquellas chicas que, por el tipo de juegos de su
infancia, han desarrollado poco la visión espacial. Tradicionalmente el niño
salta, corre, juega con construcciones mientras que la niña juega
tranquilamente sentada con una muñeca entre los brazos.
Estadística
En la clase
de estadística podemos hacer investigaciones, encuestas, recogidas de
datos y estudios que hagan reflexionar sobre el estado en ese momento de la
mujer en la sociedad. Por ejemplo, podemos confeccionar encuestas parecidas a
la que dio como resultados los del Cuadro 2, publicados en La Mujer en Cifras [3],
sobre el tiempo que las mujeres dedican a las “labores del hogar” y el que
dedican los hombres, que revelan la desigualdad en el espacio público y
privado. Se desprende que mientras la mujer se va incorporando al trabajo
remunerado, el hombre no colabora en la misma medida a la realización de los
trabajos domésticos. Cuando la mujer realiza un trabajo remunerado aumenta el
número total de horas de trabajo en más de cuatro horas diarias en la
realización de los trabajos tradicionalmente asignados a la mujer dentro del
hogar, mientras los hombres apenas contribuyen con una hora de su tiempo.
Imaginamos
que al repetir encuestas similares por el alumnado en ámbitos diferentes las
cifras obtenidas serán muy distintas, en ocasiones incluso aún más exageradas,
pero, es de esperar que en las generaciones más jóvenes los hombres se estén
incorporando en estas tareas. El hombre dispone de más tiempo de ocio. Podemos
analizar no sólo los tiempos globales, sino la distribución de los tiempos en
el control de los ingresos, o en el tiempo dedicado a los niños por los hombre,
las amas de casa y las mujeres trabajadoras, o cómo el automóvil es un trabajo
de hombres.
Verbalización
En la clase
de matemáticas se debe prestar una mayor atención a las exposiciones, tanto
orales como escritas. Motivar y valorar la verbalización de los procesos
matemáticos mejora el aprendizaje, desvela al profesorado los procesos mentales
utilizados por el alumnado, y también favorece a las alumnas, que tienen mejor
dominio de los procesos verbales, con lo que aumenta su motivación.
Historia de mujeres en las matemáticas
En la clase
de matemáticas usualmente se proporcionan los conceptos y los hechos totalmente
elaborados y no se estudian las dificultades, las razones o los procedimientos
de los que han surgido. Conocer la evolución histórica de las matemáticas,
la forma de trabajar del matemático y la contribución de éste, mejora el
aprendizaje.
Proponemos
ampliar esta historia añadiendo también la contribución de las mujeres
científicas y matemáticas, pues el simple conocimiento de que estas mujeres han
existido ya puede servir como modelo a las chicas. En el cuadro adjunto hemos
recogido a doce de estas mujeres, de diferentes épocas y distintos países.
1.
Teano
2.
Hipatia
3.
Émilie de Breteuil, marquesa de Châtelet
4.
Sophie Germain
5.
Caroline Herschel
6.
María Gaetana Agnesi
7.
Ada Lovelace
8.
Mary Somerville
9.
Sonia Kovalevskaya
10.
Emmy Noether
11.
Grace Chisholm Young
12.
Grace Murray Hopper
|
El
conocimiento científico se acumula en un proceso lento de descubrimiento. Las
mujeres también han contribuido a este proceso y sin embargo la historia de la
ciencia que conocemos es una historia de hombre en la ciencia occidental.
El trabajo científico necesita
de inteligencia, creatividad, instrucción y decisión. Como resultado de ello,
la historia de la ciencia es siempre la de un grupo selecto de individuos. Por
desgracia, la historia de las mujeres en la ciencia es aún más selectiva. Es,
en su mayoría, la historia de mujeres privilegiadas, con una situación que les
permite instruirse y cultivar sus intereses científicos a pesar de estar
excluidas de las instalaciones educativas y de las fraternidades formales e
informales de los hombres de ciencia [1].
El desarrollo de las Matemáticas, como el de cualquier
ciencia, ha tenido un proceso de elaboración muy distinto al que se presenta
cuando estudiamos su historia, que aparece como una acumulación de
descubrimientos individuales con una estructura lineal, olvidando, además de
los intentos fallidos y las hipótesis refutadas, todas las colaboraciones que
han contribuido mediante pequeños logros a la construcción del conocimiento.
La Historia de las Matemáticas que conocemos forma parte
de la Ciencia occidental, y está centrada en los descubrimientos de un grupo
selecto de hombres de raza blanca, cuya situación de privilegio por haber
recibido una esmerada formación y pertenecer a una familia de clase acomodada
les permitió cultivar sus inquietudes científicas.
Entre estos nombres podemos destacar el de algunas
mujeres que han logrado sobrevivir a la influencia masculina de una sociedad
patriarcal, que les ha puesto muchas dificultades para desarrollar un trabajo
científico y aún más para que éste sea reconocido en los libros de historia: en
muchos de ellos, como por ejemplo en el Boyer, no se menciona la biografía de
ninguna mujer matemática, y a duras penas se reconocen los logros de Sonia
Kovalevskaya y Emmy Noether.
Las barreras que tuvieron que superar estas mujeres para
acceder a la Ciencia son muchas y muy variadas, pero tienen ciertos elementos
comunes que queremos resaltar, ya que son la base para explicar por qué se
conocen tan pocos nombres de mujeres matemáticas:
El problema de su educación que las mantuvo alejadas del conocimiento científico, las
que por fin accedieron a él, habían recibido, previamente, una educación
femenina y casi todas tuvieron que ocuparse de las tareas que la sociedad ha
tenido asignadas a las mujeres, cuidar enfermos, hijos, hermanos, y en general
de "sus labores".
Los distintos elementos que impidieron
o al menos obstaculizaron su
reconocimiento como autoras. Algunas tuvieron que ocultarse bajo un
seudónimo o unas siglas, otras vincularon su trabajo a la sombra de una figura
masculina y sólo fueron reconocidas cuando sobrevivieron a su compañero, sin
olvidar a las que han sido maltratadas por la Historia y al cabo del tiempo son
más recordadas por una anécdota de su vida, sin importancia, que por su trabajo
matemático.
Los graves problemas que se encontraron
para vivir de la Ciencia, así como
para poder acceder a las distintas instituciones científicas y obtener un
merecido reconocimiento por su trabajo.
La educación de
las mujeres
Hasta hace poco más de un siglo a la mayoría de las
mujeres se les ha vetado el derecho a la educación. De esta situación sólo se
salvaron algunas por su posición social, pero, en general, se pretendía
orientarlas hacia el arte, la literatura y, por supuesto, hacia todas las
habilidades domésticas; sólo en casos excepcionales recibieron una instrucción
orientada al conocimiento científico.
A pesar de ello, en todas las épocas han existido mujeres
que han escrito su nombre en la historia de las Matemáticas. Por supuesto,
estas mujeres habían recibido una esmerada educación; así, Emilia Breteuil,
marquesa de Châtelet (1706-1749) y Ada Byron, condesa de Lovelace (1815-1852),
eran aristócratas y tuvieron a su servicio buenos profesores de matemáticas.
Hipatia (370-415), María Gaetana Agnesi (1718-1799) y Emmy Noether (1882-1935)
eran hijas de matemáticos, crecieron en un ambiente donde las matemáticas eran
conocidas y apreciadas, y su talento reconocido.
El acceso a los libros fue también un factor de
importancia, ya que no existían las bibliotecas públicas y sólo algunas como
Sophie Germain (1776-1831) y Sonia Kovalevskaya (1850-1891) pudieron
encontrarlos en las bibliotecas de sus familias.
Sin embargo, muchas de ellas tuvieron que compartir sus
estudios matemáticos con las tareas domésticas, cuidar de niños, enfermos y
demás funciones que la sociedad les tenía asignadas. Es el caso de María
Gaetana Agnesi, que a los veintiún años se encontró sin madre y con veinte
hermanos pequeños, o de Carolina Herschel (1750-1848), que después de estar
durante veinticuatro años como ayudante de su hermano William, a la vez que se
encargaba de las tareas domésticas, a los cincuenta y ocho años tuvo que cuidar
de su hermano Dietrich durante cuatro años.
El reconocimiento de su trabajo científico
Muchas de ellas son recordadas más por su posición social
que como mujeres de ciencia. Así, Emilia Breteuil, marquesa de Châtelet, que
contribuyó a divulgar, estudiar, traducir y hacer comprensible el pensamiento
de Leibniz y de Newton es recordada como amante de Voltaire, y Sophie Germain, a quien, después de sus
importantes trabajos sobre teoría de números, sus investigaciones sobre la
teoría de superficies elásticas y sus obras filosóficas, en su certificado de
defunción, el empleado municipal escribió rentière
(rentista) para indicar su profesión.
Al no tener acceso a la educación formal, dependían de
padres, hermanos o maridos. Por ejemplo, Sonia Kovalevskaya hubo de casarse con
Kovalevky para poder salir de su país, Rusia, e ir a Alemania a estudiar
matemáticas, donde fue alumna de Weierstrass.
En no pocas ocasiones su trabajo estaba en peligro de ser
atribuido a sus colegas masculinos, como es el caso de muchas astrónomas de los
siglos XVII y XVIII que accedieron a esta ciencia como ayudantes de sus
hermanos, padres o maridos. Pero muchas veces sus importantes aportaciones
quedaron enmascaradas por las del hombre con el que trabajaron, y sólo en casos
muy concretos o, cuando al morir éstos, ellas siguieron trabajando solas, se
les reconoció la autoría del trabajo realizado. Entre las astrónomas más
importantes de esta época tenemos a Sophia Brahe (1556-1643), que trabajó con
su hermano Tycho Brahe y a la que se le atribuye la observación del eclipse
lunar de diciembre de 1573; María Cunitz (1610-1664), que encontró algunos
errores en las tablas astronómicas de Kepler; Elisabetha Hevelius (1647-1693),
que trabajó con su marido Johannes Hevelius, treinta y seis años mayor que ella
y después de la muerte de éste publicó muchos trabajos, entre ellos un catálogo
con mil quinientas sesenta y cuatro estrellas con su posición y magnitudes;
María Winkelman (1670-1720), que se casó con Gottfried Kirch, treinta y un años
mayor que ella, realizó los cálculos necesarios para confeccionar el
calendario, descubrió un cometa, y se han podido identificar dos publicaciones
suyas, pero a la muerte de su marido le fue denegada la plaza que él tenía en
la Academia de Ciencias de Berlín, y como nadie ponía en duda su capacidad
profesional para ocupar este puesto, el argumento que soportó esta decisión de
los miembros de la Academia es que no era un ejemplo para otras mujeres; Nicole
Lepaute (1723-1788), que trabajó con su esposo y calculó la tabla de las
oscilaciones de los péndulos, que fue publicada en el Traité d´horlogerie como obra de su marido, y Carolina Herschel,
que es la astrónoma más famosa de todos los tiempos pues, además del trabajo
que realizó a la sombra de su hermano, descubrió diez cometas y tres nebulosas,
una de ellas la compañera de Andrómeda, y realizó un catálogo con dos mil
quinientas nebulosas por el que recibió la Medalla de Oro de la Real Sociedad
de Astronomía.
Los problemas de identificación de autor se han
complicado por la pérdida del apellido de algunas mujeres al casarse, como en
el caso de Mary Somerville (1780-1872). Se cuenta que un día, cuando Laplace
estaba cenando con los Somerville, afirmó ingenuamente: “He escrito libros que nadie puede leer. Sólo dos mujeres han leído
la Mecánica Celeste, ambas escocesas: la señora Greig y usted”, pues
Laplace no sabía que el nombre del primer marido de Mary era Samuel Greig.
También se vieron, a veces, obligadas a utilizar un
seudónimo masculino para garantizar que su trabajo fuese tomado en serio. Es el
caso de Sophie Germain, que firmaba como Monsieur Le Blanc cuando mantenía
correspondencia con Gauss y presentó una memoria anónima para acceder al premio
extraordinario de la Academia de Ciencias; o el de Ada Byron, que firmaba sus
trabajos únicamente con sus iniciales.
Por último, cuando los apellidos de
estas mujeres aparecen en los libros de matemáticas, no se identifican con
ellas. Cuando se estudian en Algebra Conmutativa los anillos noetherianos o el
teorema de Noether no se sabe que Noether se llamaba Emmy y era una mujer;
cuando en teoría de números aparecen los primos de Germain o el teorema de
Germain seguro que casi nadie piensa que el nombre que precede a Germain es
Sophie; y quién va a sospechar al estudiar en ecuaciones diferenciales el
teorema de Cauchy-Kovalevskaya que este apellido ruso se refiere a una mujer…
En el plano de la anécdota, es curioso
recordar como fue desvirtuada la personalidad de María Gaetana Agnesi con la
curva que lleva su nombre, cuando al traducir al inglés su libro Instituzioni Analitiche, en su
referencia a la cúbica de Agnesi, o curva sinusoidal versa (versiera en
italiano), se cambió el término versiera por witch, que en inglés significa bruja, el cual fue mantenido en
posteriores ediciones y traducciones; y como “la bruja de Agnesi" se
recuerda a esta mujer en muchas referencias históricas de las Matemáticas.
Su acceso a las instituciones científicas y su trabajo profesional
Estas mujeres tuvieron, en general,
grandes dificultades para ganarse la vida con su trabajo profesional. Por
ejemplo, Sonia Kovalevskaya, que se había casado únicamente para salir de Rusia
y continuar sus estudios de matemáticas, al llegar a Heidelberg se encontró con
que allí tampoco se permitía el acceso de las mujeres a la Universidad; después
de muchos esfuerzos logró que la admitieran como oyente, y cuando más tarde
quiso estudiar en la Universidad de Berlín sólo logró que Weierstrass accediera
a trabajar con ella de modo privado. Con él comenzó su trabajo de doctorado y
obtuvo en 1874 un título in absentia
en Göttingen con una brillante tesis sobre ecuaciones diferenciales, pero no se
la permitió dar clases que no fuesen de párvulos, hasta que mucho más tarde fue
admitida como profesora de Matemáticas Avanzadas en la Universidad de
Estocolmo.
También la vida de Emmy Noether fue una
continua lucha por acceder a la Ciencia. Comenzó a estudiar en la Universidad
de Erlangen, donde su padre era profesor, con un permiso especial para asistir
a clase pero que le impedía examinarse, pues dicha Universidad había prohibido
el ingreso de las mujeres, ya que esto “destrozaría el orden académico”; más
tarde cambió la ley y pudo continuar sus estudios de una forma normal. Después
de una brillante tesis sobre invariantes intentó trabajar en la Universidad de
Göttingen, pero de momento no tuvo éxito a pesar de los esfuerzos de Hilbert
que, para conseguirlo, dijo al respecto: “No
veo por qué el sexo de la candidata es un argumento contra su nombramiento como
docente. Después de todo no somos un establecimiento de baños”. Tuvo que
conformarse con impartir cursos que se anunciaban bajo el nombre de Hilbert
hasta que después de la Primera Guerra Mundial se modificó la ley y pudo
impartir cursos con su nombre, primero sin derecho a sueldo y posteriormente,
en 1922, con un salario modesto, hasta que en 1933, con la llegada de Hitler al
poder, como era judía, tuvo que exiliarse a Estados Unidos. Allí trabajo en
Princeton, donde estaba también A. Einstein.
En la sociedad actual...
En la actualidad y en sociedades
desarrolladas, nadie niega a las mujeres el acceso al conocimiento científico.
De hecho, estudios estadísticos recientes nos muestran que cada vez existe
mayor afluencia de mujeres a disciplinas académicas tradicionalmente
masculinas. Pero ni en estos entornos favorables se puede considerar que “todo
está conseguido”. El derecho a la educación es común a unos y a otras y parece
que no existen barreras a la hora de que las mujeres elijan lo que desean
estudiar en el mundo occidental. Sin embargo, sigue constatándose que son
minoría las que desarrollan una carrera científica, no ya como estudiantes sino
como investigadoras, ocupando puestos de relevancia en las universidades y
organismos o empresas. ¿Está preparada la sociedad para asumir que una mujer
dedique la mayor parte de su tiempo a la investigación sin culpabilizarla del
“abandono” al que somete a su familia? Esta es una de las muchas preguntas que
están en el aire y que las mujeres científicas actuales se ven obligadas a
contestar, pero sólo ellas.
Si lanzamos una mirada a otros lugares
del mundo en los que la pobreza y los conflictos sociales y políticos son
endémicos la situación de las mujeres es peor que la que tuvieron nuestras
antepasadas hace trescientos años.
Nuestra reflexión pretende ir en los
dos sentidos, en principio tomando de la historia aquellos aspectos que nos
resultan válidos para analizar la situación actual, y, por supuesto,
reivindicando el acceso de las mujeres a la educación en todas las naciones y
culturas, y en especial al conocimiento científico y tecnológico.
Mejora la enseñanza de las matemáticas conocer la evolución histórica
de los conceptos y la contribución de mujeres y hombres matemáticos.
Bibliografía
Libros
|
|
M.
Alic (1991): El Legado de Hipatia. Historia de las mujeres desde la Antigüedad hasta
fines del siglo XIX. Siglo veintiuno editores, Madrid.
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C. Brullet, M. Subirats
(1990): La Coeducación. Ministerio de Educación y Ciencia,
Secretaría de Estado de Educación, Madrid. [4] L. Figueiras, M. Molero, A.
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Síntesis, Madrid.
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Instituto de la Mujer
(1992): La mujer en cifras, 1992. Ministerio de Asuntos Sociales,
Madrid.
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L. Figueiras, M. Molero, A. Salvador,
N. Zuasti (1998): Género y Matemáticas. Editorial
Síntesis, Madrid.
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L. Figueiras, M. Molero, A. Salvador,
N. Zuasti (1998): El juego de Ada. Matemáticas
en las Matemáticas. Proyecto Sur de Ediciones.
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M. Molero, A. Salvador (2002): Sonia Kovalevskaya. Ediciones del
Orto.
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M. Molero, A.
Salvador (2007): Sophie Germain.
Ediciones del Orto.
|
[8]
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|
A. Salvador, M. Molero (2004): Emilie du Châtelet. Ediciones
del Orto.
|
Capítulos de libro
J. Brihuega, M. Molero, A Salvador: Coeducación. En Didáctica de
las Matemáticas. Formación de Profesores de Educación Secundaria. Instituto
de Ciencias de la Educación de la Universidad Complutense, Curso de Aptitud Pedagógica.
Editorial Complutense, Madrid.
L. Figueiras, M. Molero, A. Salvador, N. Zuasti: O xogo de Ada. Xogos e actividades
cooperativas para a clase de matemáticas. En Actas das III Xornadas de Matemática Recreativa, Xunta de Galicia,
A Coruña, 1999, pp. 351-357.
M. Molero, A. Salvador, N. Zuasti. Biografías de algunas mujeres
matemáticas acompañadas de ciertas reflexiones sobre la educación y las
condiciones de vida de las mujeres. En Las mujeres ante la Ciencia del
siglo XXI. Editorial Complutense, Madrid, 2001, pp. 91-160.
A. Salvador: Una mirada sobre la educación científica de
las mujeres. En Las mujeres ante la Ciencia del siglo XXI.
Editorial Complutense, Madrid, 2001, pp. 229-232.
A. Salvador: Las mujeres
matemáticas y la Matemática. En Conferencias año 2000 con motivo del año
mundial de las Matemáticas (Manuel Torralbo Rodríguez, ed.). Servicio
de Publicaciones de la Universidad de Córdoba, Córdoba, 2002, pp. 1-44.
Artículos
M. Molero, A. Salvador, A. Salvador: Mujeres y
Matemáticas: Un Estudio Diferencial. Números
21 (1991), 57-65.
M. Molero, A. Salvador, A. Salvador: Mujeres y
Matemáticas: Propuesta para una Educación compensatoria. Números 22 (1992), 37-40.
A. Salvador, A. Salvador: Coeducación en Matemáticas, ¿para
qué?” Revista Interuniversitaria de
Formación del Profesorado (Continuación de la antigua Revista de Escuelas Normales) 21 (1994), 133-145.
L. Figueiras, M. Molero, A. Salvador, N. Zuasti: Dificultades
y logros de una mujer matemática: Mary Somerville. SUMA 25 (1994), 45-52.
|
Sobre las autoras
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Adela Salvador (Profesora
Titular de Universidad de la Universidad Politécnica de Madrid ) y María Molero (Catedrática de Secundaria en el IES Juan de la
Cierva de Madrid) son ambas
doctoras en Ciencias Matemáticas. Hicieron su tesis en Lógica Borrosa. Han
trabajado en numerosas ocasiones juntas en didáctica de las matemáticas,
escribiendo libros, artículos… ocupándose especialmente sobre temas relativos
a la coeducación en Matemáticas.
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