Recibido: miércoles, 20 julio 2005; aceptado: miércoles, 02 noviembre 2005
Teoría Especial de la Relatividad:
La Relatividad en
clase de matemáticas
Rafael Moreno
Fernández
Departamento de
Matemáticas
IES Gádor (Gádor,
Almería)
e-mail:
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1. Introducción: Un poco de historia
Las leyes establecidas por Isaac Newton hacia 1680-89
aseguraban que dos o más movimientos se suman de acuerdo con las reglas de la
aritmética elemental. Supongamos que un tren pasa a nuestro lado a 30 km/h y
que un niño tira desde el tren una pelota a 20 km/h en la dirección del
movimiento del tren. Para el niño, que se mueve junto con el tren, la pelota se
mueve a 20 km/h. Pero para nosotros, el movimiento del tren y el de la pelota
se suman, de modo que la pelota se moverá a la velocidad de 50 km/h.
Como veis, no se puede hablar de la velocidad de la
pelota a secas. Lo que cuenta es su velocidad con respecto a un observador
particular.
La teoría de la relatividad de Einstein nació del siguiente hecho: lo que
funciona para pelotas tiradas desde un tren no funciona para la luz. Medidas
muy cuidadosas demostraron que la velocidad de la luz nunca variaba, fuese cual
fuese la naturaleza del movimiento de la fuente que emitía la luz. Esto, que en
principio podría parecer un resultado sin mayor relevancia, revolucionó nuestra
visión del mundo, ya que entre sus consecuencias tenemos:
- Los objetos tenían que
acortarse en la dirección del movimiento, tanto más cuanto mayor fuese su
velocidad, hasta llegar finalmente a una longitud nula en el límite de la
velocidad de la luz.
- La masa de los objetos en
movimiento tenía que aumentar con la velocidad, hasta hacerse infinita en el límite
de la velocidad de la luz.
- El paso del tiempo en un
objeto en movimiento era cada vez más lento a medida que aumentaba la velocidad,
hasta llegar a pararse en dicho límite.
- La masa era equivalente a
una cierta cantidad de energía y viceversa.
Estos resultados son los que vamos a desarrollar a
continuación.
2. La velocidad de la luz es constante
Newton realizó observaciones sobre la
naturaleza de la luz, alegando que estaba compuesta de partículas (corpúsculos) y rechazando la idea de que
estuviera compuesta de ondas, ya que
las ondas necesitan un medio por el cual desplazarse (por ejemplo, el
sonido se desplaza por el aire, o cuando tiramos una piedra al agua se ve que
se generan ondas en el agua justo en el lugar donde cae), mientras que la luz
se desplaza por el vacío del espacio.
Pero la ciencia fue avanzando, y los
instrumentos de medición fueron mejorando. Los datos obtenidos por los
científicos demostraban que la luz se comportaba como una onda; pero si esto
ocurría, entonces debería haber una “cosa” no detectada hasta el momento, que
cubre todo el Universo, por la cual se desplaza la luz. A esta cosa
indetectable hasta entonces se la denominó éter
lumínico. La Tierra y todos los objetos, incluyendo la luz, se deberían
desplazar a través del éter.

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Un día de 1881, un señor llamado
Michelson realizó un experimento con el fin de calcular la velocidad de la
Tierra cuando se mueve a través del éter (experimento
de Michelson-Morley). Para calcular esto, disparó rayos de luz en
varias direcciones y calculó el tiempo que tardaban en regresar con un
aparato inventado por él, llamado interferómetro
[Figura
1]. Teóricamente, los rayos de luz que menos tardaran en regresar
indicarían la dirección en la que se mueve la Tierra dentro del éter (o sea,
indicarían el “adelante”), mientras que los que más tardaran en llegar
indicarían el “arriba”.
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Figura 1. El interferómetro utilizado
por Michelson
y Morley.
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Grande fue la sorpresa de este señor
cuando no descubrió ninguna diferencia en los tiempos de recorrido de la luz:
la velocidad de la luz era constante, se midiera como se la midiera.
Esto significaba una cosa: la luz se
movía a una velocidad constante... ¿pero con respecto a qué? Según la teoría de
Newton, si yo voy corriendo a 20 km/h, la velocidad de la luz que yo emito
sería 20 km/h mayor que la de la luz que emitiría si estoy quieto. Pero no, la
luz parecía tener siempre la velocidad de 299.792,458 km/s, independientemente
de la velocidad de la Tierra.
3. Dilatación del tiempo
Las ecuaciones de Lorentz relacionan la posición y el tiempo de ocurrencia de un
fenómeno respecto a dos sistemas de referencia distintos, uno “fijo” y otro que
se mueve respecto al primero a una velocidad
constante V. Pensemos, por ejemplo, en el movimiento de un tren que
circula a 20 km/h respecto a una estación de tren concreta. Luego volveremos
sobre esto.
Estas ecuaciones tienen un complicado desarrollo
matemático que no ha lugar tratar aquí. Establece que el tiempo transcurrido en
el sistema que se mueve viene dado por la ecuación:

Por lo tanto, el tiempo medido en el segundo sistema
es mayor que el medido en el primero. Qué tan mayor depende de la velocidad V; si V es muy pequeña con respecto
a la velocidad de la luz c, entonces la diferencia entre t y t' es prácticamente imperceptible (por
ejemplo, si V=10.000
kilómetros por hora, t y t' apenas difieren en una parte en cien mil millones); en el
otro extremo, si V es cercano a la velocidad de
la luz, entonces t' es mucho mayor que t (por ejemplo, si V es 0,997 veces la velocidad
de la luz, t' es
13 veces mayor que t).
Lo
veremos más claro en un ejemplo. Consideremos un jefe de estación que observa
el paso de un tren a velocidad constante. Se trata de un tren de mercancías que
lleva en uno de sus vagones el siguiente artilugio.
Funcionamiento de nuestro
artilugio: Se colocan dos bombillas, una frente a otra, como se ve en la Animación 2. Dentro de cada una se
coloca una célula fotoeléctrica capaz de detectar la luz. En el instante
inicial se enciende y se apaga la bombilla superior; un instante t después, un fotón procedente
de la bombilla superior llegaría hasta la célula de la
bombilla inferior, y la bombilla inferior se encendería y se apagaría; y un instante, t , después, un fotón procedente de la
bombilla inferior llegaría hasta la célula fotoeléctrica de la bombilla
superior encendiéndola, y, así, se cerraría un ciclo completo.
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Animación 2. [Cortesía de Cosmoeduca. Imágenes: Inés Bonet (IAC)].
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Si el jefe de estación y el revisor
del tren midieran el tiempo que tarda en
producirse un ciclo completo, tendríamos que:
para el revisor del tren, el
fotón en el tren va desde A hasta B;
para el jefe de estación, el
fotón en el tren va desde A hasta B′

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[Figura 3]. Sabemos que la velocidad del fotón es la
misma para ambos. Entonces, ¿el tiempo que medirá el jefe de estación para
esta trayectoria será mayor, menor o igual que el tiempo que medirá el revisor? Observa la figura: el tiempo
que mide el jefe de estación es mayor que el que mide el revisor. Por lo
tanto, los
puntos de vista diferentes afectan a las medidas de tiempo. Además, el jefe
de estación ve que el artilugio en el tren tarda más en completar un ciclo
que el artilugio en la estación. Y que cuanto más veloz va el tren, más tarda
aún en completar un ciclo. Y el revisor considerará que el tiempo en la
estación va más lento, i.e. cada
uno observa que el cronómetro del otro va más lento.
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Figura 3. El revisor cronometra AB. El jefe
de estación cronometra AB′. [Cortesía de Cosmoeduca. Imágenes:
Inés Bonet (IAC)].
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La razón por la que no percibimos variaciones de
tiempo en nuestra experiencia diaria es que estamos acostumbrados a movernos a
velocidades extremadamente pequeñas con respecto a la velocidad de la luz. Si
la velocidad de la luz fuera muchísimo menor de lo que es, estaríamos
acostumbrados a variaciones del tiempo, y no hubiera sido necesario un Einstein
para convencernos de que el tiempo es relativo a quien lo mide.
Pero entonces, ¿es imposible determinar en forma
única la duración de un fenómeno?, ¿nos condena la relatividad a perder el
concepto del tiempo? Nada de eso. El tiempo que marca un reloj es un concepto
perfectamente bien definido. De acuerdo con la Teoría de la Relatividad, el
tiempo de ese reloj no coincide con el que marca otro reloj que se mueve con
respecto al primero, pero la relación entre los dos tiempos se puede determinar
perfectamente.
La situación anterior, en la que a los dos observadores les parece que
el reloj del otro se atrasa, nos sorprende, pero parece que podemos aceptarla
si los observadores se separan indefinidamente con velocidad constante. Sin embargo,
¿qué sucede si los dos observadores se ponen en contacto en un momento
posterior y comparan sus relojes de pulsera? ¿A quién se le habrá retrasado el
reloj? Este problema suele enunciarse como problema o paradoja de los gemelos.
En este caso, uno de los gemelos va a ser acelerado hasta velocidades
cercanas a la luz, va a dar una vuelta por el espacio y va a regresar de nuevo
a la Tierra. Mientras esto pasa, a ambos les parecerá que el tiempo transcurre
más lento para el otro gemelo, pero ¿qué pasará cuando se vuelvan a encontrar?
Si tuvieras un hermano
gemelo y te despidieses de él para viajar por el espacio a velocidades cercanas
a la de la luz, cuando regresaras a la Tierra tu hermano sería más viejo que tú... [Animación 4]
En realidad, no hay tal paradoja.
La “relatividad” de la dilatación temporal sólo existe entre
observadores inerciales, que son aquellos que se mueven siempre a velocidad
constante (inercial). En este caso, el gemelo de la nave ha sufrido
aceleraciones y, por tanto, no era inercial. La Teoría Especial de la
Relatividad da
una respuesta inequívoca a la aparente paradoja: el hermano gemelo que baja
de la nave será más joven que el que ha permanecido en la Tierra.
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Animación 4. [Cortesía de Cosmoeduca. Imágenes: Inés Bonet (IAC)].
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4. Máquinas del tiempo
Una nave que nos permitiese viajar
al futuro de la Tierra sin apenas envejecer podría ser considerada una “máquina
del tiempo”. Su construcción está fuera de las posibilidades técnicas de
nuestra civilización. Sin embargo, hay ejemplos que demuestran que la idea es
correcta.
En la Tierra recibimos partículas
que se generan en las capas altas de la atmósfera. Estas partículas, llamadas muones, recorren 9.500 m a una velocidad
de 0,998c, con lo que desde nuestro punto de vista el tiempo que
tardan en llegar es de 31,6 microsegundos. Sin embargo, sabemos que cuando los
muones están en reposo viven alrededor de 2 microsegundos. ¿Cómo han conseguido
sobrevivir a un viaje que dura 15 veces su vida? Esta paradoja se puede
explicar haciendo uso de la dilatación temporal: las partículas han sido
aceleradas a velocidades tan cercanas a la de la luz, que mientras en la Tierra
han transcurrido 31,6 microsegundos ellas sólo han envejecido 2 microsegundos.
Para los “muones viajeros”, las
capas altas de la atmósfera están mucho más cerca de la superficie terrestre
que para nosotros. Desde nuestro punto de vista, el muón ha recorrido 9.500 m.
Desde el punto de vista del muón viajero, la Tierra está a sólo 600 m.
Esto es debido a que a un observador
a gran velocidad le parece que las distancias que recorre se acortan.
5. Energía y masa
Además de la contracción del
tiempo y del espacio, la Teoría de la Relatividad predice un efecto que en un
principio parecía un resultado puramente formal, pero que algunos años más
tarde modificó fundamentalmente el curso de la historia. Einstein se dio cuenta
de que la masa y la energía de un cuerpo aparecen siempre unidas de una manera
muy conspicua en las ecuaciones de su teoría. Esto le condujo a afirmar que
existe una equivalencia entre la masa y la energía, expresada por la fórmula:
E = mc2,
siendo E la energía de un cuerpo, m su masa y c2 la velocidad de la luz
elevada al cuadrado.
Nótese que lo que estamos afirmando es que es lo
mismo la materia de la que está hecha una silla y lo que hace falta para
moverla. Increíble, ¿no?...
La fórmula de Einstein E = mc2 afirma que un solo kilogramo
de materia equivale aproximadamente a toda la energía que se consume en
la Tierra en una hora. Obviamente, surge la pregunta de si se puede extraer, en
la práctica, la enorme energía almacenada en la materia. Al principio Einstein
y los demás físicos pensaban que eso era sólo una ilusión; pero encontraron
la energía prometida en el átomo.
En las décadas transcurridas desde que Einstein dio a
conocer su ecuación en 1905, los físicos habían mostrado cómo desintegrar el
átomo. Habían encontrado su núcleo y una partícula llamada neutrón que podía introducirse fácilmente en éste, y habían
comprobado que cuando se incorporan neutrones adicionales a átomos sobrecargados
como los del uranio, su núcleo se hacía inestable y acababa dividiéndose en
pedazos. Además, si se computaban los pesos antes y después, se comprobaba que
los fragmentos separados pesaban menos que cuando estaban juntos en el núcleo
original, liberándose gran cantidad de energía. La masa que faltaba se había
convertido en energía, como prometía la ecuación E = mc2. Para hacernos una idea de
la energía liberada, nótese que c2 equivale en km/h a 90.000.000.000.000.000.
Esta fue la base para el desarrollo de la bomba atómica que finalmente fue
lanzada sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945.
De análoga forma se explican los
fuegos del Sol, pero esta vez a través del hidrógeno. Se produce helio a partir
de cuatro átomos de hidrógeno. La masa de cuatro núcleos de hidrógeno se puede
escribir como 1+1+1+1. Pero la de un núcleo de helio no llega a 4: es,
aproximadamente, 3,97. Ese 0,7% aparece
en forma de rugiente energía.
Parece algo insignificante, pero el Sol es muchos
miles de veces mayor que la Tierra. Además, transforma en energía cuatro
millones de toneladas de hidrógeno por segundo, que estrujadas por la ecuación
de Einstein pasan del lado de la masa al de la energía multiplicada por el
enorme número c2. Pensemos que sólo unos
gramos de uranio destruyeron por completo las dos ciudades japonesas.

Figura 5. Acelerador de partículas.
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Pero puesto que la velocidad de la luz es
constante, ¿qué ocurre cuando a un cuerpo le suministramos más energía cuando
se encuentra a una velocidad próxima a la de la luz?
La respuesta la encontramos en los aceleradores de
partículas [Figura 5]. Se trata de instrumentos
que permiten explorar el mundo de lo infinitamente pequeño, en búsqueda de
los elementos fundamentales de la materia.
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Los aceleradores generan haces de
partículas subatómicas que se desplazan casi a la velocidad de la luz y se
estrellan contra los átomos de la materia que se desea bombardear. La
trayectoria de las partículas atómicas que libera la colisión puede
fotografiarse, y proporciona importantes datos sobre la estructura y
propiedades de las partículas que han colisionado. Pues bien, cuando las partículas
subatómicas se encuentran a velocidades próximas a la de la luz se observa que
su masa va aumentando hasta hacerse infinita.
Se constata día a día la imposibilidad de acelerar una partícula para
que sobrepase la velocidad de la luz. Podemos incrementar la
velocidad de una partícula, pero al hacerlo incrementamos su masa, con lo que
cada vez nos costará más incrementar su velocidad y llegaríamos a necesitar una
cantidad infinita de energía para alcanzar la velocidad de la luz.
Cuando se lleva a una partícula hasta el 90% de la velocidad de la luz,
su masa se dobla. Al 99,9%, su masa se hace 22 veces la masa original, pero
cerca de la velocidad de la luz su masa se hace infinita.
6. ¿Qué ocurriría si la
velocidad de la luz fuera muchísimo menor? ¿Cómo sería nuestro Universo?
Si reduciésemos la velocidad de la luz a tan sólo 50 km/h y entrásemos
en ese mundo observaríamos cosas sorprendentes.
Los automóviles mantendrían su peso ordinario mientras esperaran
pacientemente ante un semáforo, pero una vez se encendiera la luz verde, su
masa crecería al ir acelerando. Lo mismo les ocurriría a los peatones, a los
ciclistas y a todo lo que se moviera. Una niña que pesara 45 kilos mientras
espera en una esquina con su bicicleta, alcanzaría los 90 kilos cuando su
velocidad fuera de 32 km/h. Si fuera más deprisa, quizás bajando una cuesta y
alcanzando una velocidad de 49 km/h, su masa superaría una tonelada, y su
bicicleta habría aumentado otro tanto. Tan pronto como dejara de pedalear, todo
recuperaría su peso y tamaño originales.
Dependiendo de la posición del observador, un automóvil de cuatro metros
se distorsionaría y parecería medir sólo un metro si se desplazara lo bastante
rápido hacia nosotros. Si su velocidad fuera de 49,99 km/h, su longitud no sería
mayor que el espesor de una hoja de papel. El conductor y los pasajeros también
se habrían contraído en la misma proporción, y en cuanto el automóvil se
detuviera se alargarían como un acordeón, recuperando su tamaño normal.
Al acelerar los automóviles percibiríamos, además, que el tiempo pasa
más despacio para ellos. Si el conductor pone en marcha el reproductor de música,
veríamos su mano moverse muy lentamente. Además, el sonido nos llegaría con una
dolorosa lentitud, pareciendo cantos fúnebres. Pero para el conductor y los
pasajeros del automóvil todo es normal y nada ha sufrido ninguna
transformación. No tendrían ninguna sensación de estar cambiando Son los
transeúntes los que están deformados y se mueven con extrema lentitud.
7. Relatividad en presencia de
gravedad
La Teoría Especial de la Relatividad es insuficiente
para describir el Universo real, en el que existen cuerpos con masa que se
atraen unos a otros. Para ello necesitamos la Teoría General de la Relatividad que Einstein formuló con esta intención.
A partir de ella se pueden explicar los agujeros negros, la curvatura del
espacio, la curvatura de la luz ante
grandes masas como planetas, estrellas...,
los viajes en el tiempo. Algo apasionante que veremos en una próxima ocasión.
Referencias
D. Bodanis: E = mc2: la biografía de la ecuación más famosa de Einstein. Planeta, Barcelona,
2005.
Instituto de Astrofísica de Canarias: Cosmoeduca: Relatividad,
http://www.iac.es/cosmoeduca/relatividad

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Sobre el autor
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Rafael Moreno
Fernández
(1975) es Licenciado en Matemáticas por la Universidad de Almería (2000). Actualmente
es profesor de enseñanza secundaria y coordinador de grupos de trabajo
dedicados a la elaboración de materiales multimedia de apoyo curricular para
centros TIC. Además es coordinador de un Proyecto de Innovación Pedagógica
relacionado con la convivencia escolar. Ha publicado recursos multimedia para
la enseñanza de las matemáticas en secundaria.
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