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Nacional |
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Escrito por Cándida González
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domingo, 12 de marzo de 2006 |
En matemáticas hay que tener mentalidad de artista
Recibido: jueves, 31 octubre 2005
Entrevista ::
“En matemáticas hay que
tener mentalidad de artista”
Juan Luis Vázquez Suárez, Premio
Nacional de Investigación en Matemáticas en 2003
Cándida
González
Gabinete
de Prensa
Universidad de La Laguna
e-mail:
Esta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla
Matemático convencido, es un
apasionado de la investigación vista como un juego, de la búsqueda de nuevas
ideas que permitan avanzar. Premio Nacional de Investigación en Matemáticas
Julio Rey Pastor de 2003, Juan Luis Vázquez Suárez afronta la madurez de su
carrera profesional con la misma ilusión que hace treinta años. Es catedrático
de Matemática Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid, y se ha
especializado en ecuaciones en derivadas parciales no lineales y sus aplicaciones
a la física y la ingeniería. Un claro reconocimiento a su fructífera
trayectoria científica es la invitación que se le ha hecho para impartir una de
las principales ponencias del Congreso Internacional de Matemáticos ICM2006
Madrid, que se celebrará en España en 2006.
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Juan L. Vázquez en
distintos momentos de la entrevista (Fotografía: Emeterio Suárez)
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Es usted un apasionado de las lenguas, y, entre ellas, del latín. ¿Qué
relación hay entre el latín y las matemáticas?
El latín era en los estudios
antiguos una de las disciplinas con las cuales se desarrollaban las
capacidades lógicas de la mente. Es un idioma muy estructurado, donde las
relaciones entre las palabras juegan un papel muy importante, y eso tiene que
ver con las matemáticas, con el álgebra, por ejemplo. La idea de que existe
una estructura y que ésta tiene unas reglas sencillas es muy matemática,
sobre todo de las matemáticas modernas. De vez en cuando repaso textos
antiguos en latín, y en ese momento me doy cuenta de la belleza que tenía
esta lengua. Hace 2000 años la gente hablaba una lengua con una gran
estructura matemática. Sin embargo, en el momento presente dedico mi tiempo
libre a los idiomas modernos que nos permiten comunicarnos y comprender otras
culturas.
¿Qué hace usted cuando se encuentra con algún problema matemático que
no entiende?
Eso me pasa todos los días. Me
produce una cierta angustia y nerviosismo, pero es algo que controlo tras
tantos años de carrera profesional. Forma ya parte de los sentimientos que
puedo describir con bastante exactitud. Los matemáticos vivimos una vida muy
afortunada, porque nos pagan por jugar a un juego, que es difícil,
ciertamente, pero que al cabo de treinta años de profesión ya sabes jugar y
has enseñado a mucha gente a hacerlo.
¿Al final da siempre con la solución?
No siempre, por supuesto. Si no
doy con la solución, se lo cuento al siguiente y le animo a resolverlo. Lo
curioso de este juego es que en él se va avanzando y, de vez en cuando,
llegas el primero. Yo soy una persona muy inquieta, y por eso suelo ir a
congresos de especialidades afines, por ver la emoción que sienten los que
hacen otra cosa que aún entiendo. Se trata de un juego que dura toda la vida,
que avanza y que es bello, difícil y útil.
¿Es un juego ilimitado?
Probablemente. Esta pregunta se
la plantearon a comienzos del siglo XX los llamados formalistas, los que
querían saber si el juego podía automatizarse en el ordenador, como diríamos
hoy día. En 1931 Gödel demostró que
no, que en un juego que contenga la aritmética, el control del conjunto total
de conclusiones ciertas es imposible y aunque se quiera conocer todas ellas,
en algún momento se te escapan. Esto fue visto como un contratiempo pero hizo
a las matemáticas del siglo XX más humanas, porque es un juego abierto.
¿Qué es lo que más le gusta de las matemáticas?
Yo soy un matemático medio puro,
medio aplicado; lo que me gusta es estar en medio. Me gusta la belleza de la
matemática pura, el demostrar teoremas que son abstractos y que vienen del
mundo de las ideas de Platón. Luego está el matemático que construye. Lo
bonito de las matemáticas es que son aplicadas. Son la manera en que se puede
comprender el mundo exterior cuando se complica la visión: la climatología,
el movimiento de los satélites, el mundo subatómico, los nanomateriales... todo
eso es matemática.
Usted se dedica a las ecuaciones diferenciales en derivadas parciales
de tipo no lineal. ¿Podría explicar de qué se trata?
Las ecuaciones diferenciales son
modelos matemáticos que describen el movimiento, o el cambio en general, en
las distintas ramas de la ciencia. La cosa empezó en serio en tiempos de
Newton (poco antes de 1700), que nos legó las ecuaciones del movimiento de
los cuerpos terrestres y de los cuerpos celestes y nos explicó que se
necesitaría aprender a derivar e integrar, objetos que tuvo el buen gusto de
inventar.
Los objetos básicos con que
trabajamos los matemáticos del mundo en continuo cambio son funciones que
dependen del espacio y del tiempo. Estas funciones son variables, de eso se
trata, y su variación la miden las derivadas. Cuando la función depende de
dos o más variables tenemos las
llamadas derivadas parciales. Todo ello es el abc para un matemático o un
ingeniero hoy día. Con estos útiles se describe e interpreta el cambio
espacial o temporal en los modelos de las ciencias: la mecánica de sólidos, de fluidos o de
plasmas, las ondas electromagnéticas, las vibraciones y la acústica, la nueva
mecánica cuántica o la relatividad general, todas se escriben en el lenguaje de las ecuaciones en derivadas parciales. Y hoy
día se describe la evolución de las finanzas o de las galaxias con éxito.
Las ecuaciones en derivadas
parciales tuvieron un desarrollo espectacular en el siglo XIX bajo la hipótesis
de linealidad: las ecuaciones son tales que a suma de causas le corresponde
suma de efectos. Su aplicación a la física hizo famosos a los grandes
físico-matemáticos como Maxwell. Lo que hace más inquietante el panorama es
descubrir que fenómenos importantísimos de la ciencia, como el caos, son
esencialmente no lineales y que eso necesita nuevas matemáticas. Y no sólo el
caos, por supuesto. Ese es el gran reto y a la vez el legado del siglo XX y
en ese difícil mundo nos movemos en este momento.
Yo trabajo en la teoría de la
difusión no lineal, un tema con interés para los expertos en ecuaciones y en
probabilidad, pero también fundamental para comprender la propagación del
calor, la dinámica de poblaciones, la cinética de gases, la combustión, la
extracción del petróleo e incluso algunos modelos financieros. El mundo en
que vivimos es, pues, muy amplio y las conexiones son a ratos sorprendentes,
pero siempre basadas en las funciones y sus derivadas.
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¿No resulta desquiciante no saber predecir lo no lineal?
Es difícil y a veces
desesperante para el investigador, pero la necesidad está ahí, es nuestra
vida, y nos pagan para ello. Por poner un ejemplo, el caos atmosférico está
ahí y es preciso estudiar como funcionan sus matemáticas. En un plano más
filosófico, hay un devenir histórico de la humanidad que intenta mejorar
comprendiendo lo que pasa y buscando soluciones. En ese sentido, muchos de
nosotros somos optimistas históricos, trabajamos porque creemos que el saber
puede lograr un mundo mejor. Es la herencia de la Ilustración, que en nuestro
mundo aún perdura.
¿A qué cree que se debe el descenso de vocaciones matemáticas entre los
universitarios españoles?
Es un problema profesional que
no sabemos cómo atajar, y estamos en ello. Primero, es un problema de los
padres, que no ven en las matemáticas un porvenir para sus hijos. En la
universidad está el problema de competencia que nos hacen otras disciplinas
con buenas salidas laborales. Es un problema social, aunque nosotros hacemos
lo posible por ser más útiles y al tiempo por mantener ese tanto por ciento
de matemáticos teóricos en el país. Las matemáticas aplicadas son también muy
interesantes, pero quizá no tienen el glamour de otras disciplinas
como la biología molecular, que ha conseguido hacer un marketing
espectacular. Está claro que nosotros tenemos una carencia de imagen
profesional, que estamos intentando superar, convenciendo a la población de
que las matemáticas son hermosas y además muy útiles. Esto último no necesita
mucha explicación en un mundo que los ordenadores han llenado de números,
códigos, gráficas, algoritmos, estadísticas, predicciones y simulaciones.
¿El reto de las matemáticas es la interdisciplinariedad?
La interdisciplinariedad es una
palabra interesante, pero a la vez peligrosa. Si esto quiere decir una mera
relación superficial y “literaria” con otras disciplinas, es amena pero
servirá para poco; si por el contrario quiere decir que los matemáticos sean
capaces de comprender los problemas de la biología molecular, por ejemplo, y
contribuir a resolverlos, entonces sí.
Eso ha pasado recientemente en
campos como las finanzas, el tratamiento de imágenes o el cifrado de
mensajes, temas de gran importancia para nuestra economía. Existen, por tanto,
dos niveles de conversación: el de relaciones públicas y culturales entre
científicos, que se pueden y deben hacer, pero un poco en horas libres, y
otro, el de la interdisciplinariedad dura, es decir, constituir equipos
mixtos que trabajen en problemas que tienen resultados relevantes y se
publican en las mejores revistas. Todo es cuestión de talento, trabajo y
paciencia.
¿Qué le recomendaría a un estudiante de matemáticas que quiera
dedicarse a la investigación?
Tener mentalidad de artista, en
matemáticas hay que hacer las cosas por amor al arte. Y estar dispuesto a
trabajar duro: a mis años, sigo dedicándole unas doce horas al día en las
temporadas buenas. Esta ciencia es tremendamente absorbente, y hay que tener
una apertura mental infinita, muy necesaria sobre todo para empezar. Y a un
español le diría que tiene que abandonar por largas temporadas el terruño y
ser ciudadano del mundo; no existe la matemática local, o mejor dicho, existe
pero es mala.
¿Qué espera de la conferencia mundial de 2006?
Lo que nuestros amigos de todo
el mundo esperan de nosotros: comprobar que la matemática española está al
día y hacemos bien nuestra parte. Y un poco de publicidad bien merecida en
nuestro país.
Tiene usted un papel preponderante en la conferencia.
Bueno, me han elegido para una
de las charlas plenarias, es cierto, pero preponderante es el trabajo de
todos. El éxito incipiente, pero ya constatable, de la investigación española
es la labor de una generación, y el futuro dependerá de que la ilusión
colectiva por hacer las cosas muy bien no se pierda.
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Sobre la
autora
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Cándida
González Afonso es Jefa de Prensa de la Universidad de La Laguna desde
1995. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense
de Madrid, es Experta en Información Internacional por el mismo centro
académico. Esta formación se vio complementada con su paso por el Instituto
Español de Comercio Exterior (ICEX), donde trabajó en el departamento de
publicaciones periódicas, si bien su trayectoria profesional ha derivado
hacia la comunicación corporativa, tanto en el sector privado como en
instituciones públicas.
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