Recibido: miércoles, 22 enero 2005; revisado: miércoles, 16 marzo 2005
Geometría de Lorentz, el Universo en una hoja de papel
Alfonso Romero
Departamento
de Geometría y Topología
Universidad
de Granada
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página
web: http://www.ugr.es/~aromero
A lo largo de toda la Historia, el hombre se ha cuestionado con muchas
preguntas acerca de la Naturaleza. Sin duda, este afán por entender el mundo es
una característica de racionalidad que distingue al ser humano. En palabras del
premio Nobel de Física, Murray Gell-Mann: Entender el Universo, cómo
funciona, de donde viene y hacia donde va, es el reto más importante en la
historia de la Humanidad.

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Conocemos la Naturaleza por medio de nuestros sentidos, pero éstos tienen
claras limitaciones (por ejemplo, sólo podemos ver unas ciertas longitudes de
onda, que llamamos colores). Aun así, toda persona percibe muchas cosas de la
misma manera (por ejemplo, que el segmento que une dos puntos es el camino
más corto entre ellos, o que la longitud de un lado de un triángulo es
siempre menor que la suma de las longitudes de los otros dos). Las
percepciones comunes de los objetos que nos rodean se abstraen tomando rango
de ciencia en la Geometría Euclídea. Se trata de una disciplina muy
antigua (más de veinticuatro siglos) y ligada a la intuición (lo dibujado y
su dibujo parecen estar en perfecto acuerdo). Además, fue la única geometría posible
hasta el descubrimiento de las llamadas geometrías no euclídeas (originadas,
en parte, por discusiones sobre el famoso quinto postulado de Euclides).
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Figura 1. I. Newton: Principia Mathematica (1687).
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Tantos científicos usando la Geometría Euclídea durante tanto tiempo no
podían estar equivocados; su rango de aplicación parecía ser inmenso, incluso
Newton la asumió como la matemática apropiada para formular su Teoría de
Gravitación Universal (en 1687 publicó su obra Philosophiae Naturalis
Principia Mathematica, con los fundamentos de la Física y la Astronomía
escritos en términos puramente geométricos).
El funcionamiento del Sistema Solar que describió Newton y las
observaciones estaban (aparentemente) en completo acuerdo. Pero, con el paso de
los años, el espectro de conocimientos se fue haciendo más amplio, y la técnica
más sofisticada. Fue a finales del siglo XIX cuando se empezaron a ver ciertas
dificultades para aplicar la física clásica a algunos fenómenos relacionados
con la luz. La creación de una nueva
teoría física llevaba aparejada el desarrollo de una nueva geometría. Pero existían algunas dificultades para llevar a cabo la colosal empresa del estudio del
Universo:
1.
A veces, los sentidos nos engañan. Tome el lector un cilindro hecho con una hoja de papel.
Antepóngalo al ojo derecho como si de un catalejo se tratase y a la vez, sin cerrar
el ojo izquierdo, apóyese la mano en el cilindro por la mitad, de manera que la
palma quede hacia su rostro. El cerebro tiene entonces que procesar las
imágenes distintas que percibe por cada ojo, hasta formar una sola: ¡nuestra
mano izquierda atravesada por un agujero!
Necesariamente no debemos etiquetar lo percibido como realidad incuestionable.
2. Otras veces, nos muestran la realidad sólo parcialmente. Si unos seres planos, es decir, bidimensionales,
viviesen en la superficie de un cuadro, sólo serían conscientes de las dos
dimensiones de su mundo, pero no
detectarían el movimiento del cuadro, llevado de forma cuidadosa, de una a otra
sala del museo. Nosotros, seres tridimensionales, puede que estemos también
sujetos a un movimiento extra en otra dimensión no espacial, de la que no somos
conscientes: el tiempo.
3.
Finalmente, y por desgracia, no podemos salir del
Universo para contemplar cómo es. Los seres humanos somos parte del
Universo que queremos describir, y no siempre es uno capaz de contemplar lo que
tiene ante sus ojos si está demasiado
cerca. Si no me cree el lector, le animo a que pida a alguien que le
coloque justo pegado a su nariz una lámina grande de un cuadro famoso (durante
la operación, se deben mantener cerrados los ojos). Difícilmente sabrá con
certeza de qué obra se trata, aunque sea una de sus preferidas: está demasiado cerca de él. Cuando los
astronautas salen de la Tierra en sus cohetes perciben claramente qué forma
tiene nuestro planeta. Más difícil, sin duda, fue llegar a la misma conclusión desde la superficie de la Tierra.
El Universo tiene cuatro dimensiones: tres espaciales y una
temporal. Nos parece que todos percibimos espacio y tiempo de la misma manera, pero,
asombrosamente, ¡no es así! Cada uno dispone de un espacio físico privado
que cambia con el paso del tiempo de su reloj. Parafraseando a Heráclito
en nadie se puede bañar dos veces en el mismo río, podemos decir que nadie
tiene ante sí el mismo espacio físico en dos ocasiones distintas. Hay una
situación en la vida cotidiana que guarda cierta semejanza con esta que
acabamos de explicar. Cuando un médico realiza un escáner a la cabeza de un
paciente, la máquina proporciona imágenes bidimensionales que se pueden pensar
como rebanadas virtuales de la cabeza (tridimensional). Este ejemplo nos sirve
para ilustrar cómo, en cada instante del tiempo de su reloj, cada uno ve una rebanada
espacial de la totalidad del universo espaciotemporal.
Además, el espacio físico privado de una persona es distinto del de
cualquier otra. La relatividad del espacio físico de cada uno puede
pensarse como una percepción individual del universo espaciotemporal. El
conocimiento de muchos de estos espacios tridimensionales privados no conlleva
de manera precisa el del universo del que se han observado; así, por muchas
imágenes bidimensionales que realice el escáner, el especialista sabrá sólo con
cierta aproximación el volumen de un tumor del que ha visto varias rebanadas;
lo mismo ocurre, a otro nivel, con un cuadro surrealista, pongamos del pintor
Salvador Dalí, que contemplado por varias personas sugiere algo distinto
a cada una que lo observa. El conjunto de todas estas impresiones particulares no
determina con todo detalle la obra de arte al completo.

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Mientras que cada uno usa en su espacio físico relativo la Geometría
Euclídea, no parece ser ésta adecuada para tratar con el universo
espaciotemporal en su conjunto. La geometría apropiada es la Geometría de
Lorentz cuatridimensional (llamada así en honor de H.A. Lorentz, 1853-1928).
Además de los argumentos anteriores, la clave se encuentra en la noción de
curvatura. En toda geometría se encuentra la noción de curvatura (debida
fundamentalmente a Gauss y Riemann). Ésta permite distinguir entre espacios
desde dentro de cada uno. Usando la curvatura, un ser bidimensional que
viviese sobre una esfera o un elipsoide sabría con certeza sobre cuál de
éstas superficies se encuentra (naturalmente, sin abandonar dicha
superficie).
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Figura 2. H.A. Lorentz
(1853-1928).
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Cuando hay fuentes gravitatorias o de radiación electromagnética se produce
cierta curvatura en el espaciotiempo, al igual que si uno deja caer una
bola pesada sobre una malla elástica, ésta se curva por el peso de la bola. Esa
fue la genial idea de Albert Einstein (el creador de la nueva forma de entender
el Universo) para establecer la Teoría de la Relatividad. Einstein
postuló cómo la masa y la radiación producen curvatura del espaciotiempo
mediante una ecuación diferencial que hoy llamamos la ecuación de campo de
Einstein.
Cada región del Universo ha de entenderse como un continuo de dimensión 4
sobre el que aparece definida una solución de la ecuación de campo de Einstein.
La incógnita de esta ecuación diferencial es una métrica de Lorentz,
objeto que tiene en relatividad un papel análogo al del potencial gravitatorio
producido por una densidad de masa según la ecuación de Poisson en gravitación
clásica.

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A. Einstein (en 1905, con sólo 26 años y siendo empleado de la oficina de
patentes de Berna) publicó el artículo Zur Elektrodynamik bewegter Körpen
(Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento[1]),
Annalen der Physik (1905), 891-921
(Max Planck era por entonces editor de la revista) en el que establece lo que
luego se dio en llamar la Teoría de la Relatividad Especial (o Restringida).
Al parecer, Einstein desarrolló en su artículo ideas que ya le preocupaban
desde la adolescencia. Varios años más tarde, Einstein publicó, como
generalización a su artículo anterior, su Teoría de la Relatividad General[2] en Zur
allgemeinen Relativitätstheorie (Sobre la Teoría de la Relatividad
General), Königlich Preissische Akademie der Wissenschaften (Berlin),
Sitzungsberichte (1915), 778-786, con la intención de estudiar regiones del
universo espaciotemporal no vacías.
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Figura 3. A. Einstein
(1879-1955).
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La Geometría de Lorentz está bien fundamentada, pero es difícil de
imaginar: las figuras se contemplan de una nueva forma, alejada de la
intuición. Existen, por ejemplo, un tipo de triángulos, llamados triángulos hiperbólicos, que tienen la
propiedad de que dos de sus lados miden juntos (con el criterio para medir
específico de esta geometría) menos de lo que mide el otro, contrariamente a lo
que el sentido común nos sugiere. Esta propiedad geométrica dio, en su
momento, una explicación satisfactoria a una paradoja que pretendía
probar, ni más ni menos, que la Teoría de la Relatividad era contradictoria (la
paradoja de los gemelos).
La Relatividad einsteniana predice que un rayo de luz debe curvarse
cuando pasa cerca de un cuerpo celeste de gran masa. En efecto, estudiando las
geodésicas luminosas del universo espaciotemporal que K. Schwarzchild construyó
en 1916, se puede obtener el ángulo que debería doblarse la luz cuando pasa
cerca de una gran masa en su viaje desde una estrella hasta la Tierra. Estos
datos teóricos están de acuerdo, con una exactitud más que aceptable, con los
experimentales obtenidos por la observación, mediante un telescopio, de las
proximidades del Sol durante uno de sus eclipses.
Hemos comentado someramente el papel de la Geometría de Lorentz en la
explicación de ciertos hechos físicos. Esto es ciertamente importante, pero lo
realmente sorprendente son las predicciones que hace la geometría sobre el
comportamiento del Universo en su conjunto, tanto en un futuro como en un
pasado lejanos. La Cosmología relativista ocupa la investigación de muchos
científicos y tiene importancia en varios niveles del conocimiento humano. A.
Friedmann (1922) y G. Lemaître (1927) descubrieron en papel de manera
independiente y usando la ecuación de Einstein, que el Universo debería estar
dilatándose. Einstein quedó maravillado del argumento matemático que
condujo a esta interpretación física (a pesar de lo restrictivo del modelo de
universo empleado), pero tardó en aceptar esta posibilidad, quizá aplicando su
conocida frase: Cuanto más se parecen las matemáticas a la realidad, menos
ciertas son; cuando más ciertas son, menos se parecen a la realidad. Pero
en 1929, el famoso astrónomo E. Hubble obtuvo una ley experimental (es decir,
mediante observaciones con su telescopio) de la expansión de las galaxias
cuyas cifras coincidían con las que predijeron Friedmann y Lemaître, por
argumentos de Geometría de Lorentz.

Figura 4. La luz de una estrella se dobla al pasar cerca
del Sol en su viaje hasta la Tierra.
Lemaître, usando un razonamiento de continuidad, también pensó: Si hoy
en día el Universo se dilata, en el pasado tuvo que ser mucho más pequeño,
mucho más denso y condensado en un átomo primitivo. Cómo surgió el Universo
de este átomo primitivo se nombra como el Big Bang. ¡Algunos pensaron
que era una explicación científica del principio del Universo! Pero la
afirmación de Lemaître necesitaba de una evidencia experimental, y ésta se
obtuvo cuando A. Penzias y R. Wilson descubrieron en 1965 la radiación de fondo
prevista por Gamow (en 1978 recibieron por ello el premio Nobel de Física).
A partir de los 70 se produce una revolución científica con el uso de
técnicas muy sofisticadas de Geometría de Lorentz en Cosmología. S. Hawking y
R. Penrose establecieron de una forma general (Lemaître sólo usó un modelo
geométrico concreto para el Universo) la existencia del Big Bang. En breve,
podemos decir que demostraron teoremas geométricos cuya interpretación física
era que, bajo condiciones físicas razonables, un universo
espaciotemporal ha de tener una singularidad en su pasado que se
interpreta como su instante inicial.

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Pero la verdadera novedad de su investigación fue probar, también
mediante la Geometría de Lorentz, que las estrellas, siempre que posean masa
suficiente, se derrumban sobre ellas mismas por la acción de su propia
gravedad, se transforman en agujeros negros (regiones del Universo
donde la gravedad es tan fuerte que ni siquiera la luz puede salir de ellas,
por lo tanto no las podríamos ver, y de ahí su nombre de agujeros negros).
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Figura 5. Agujero negro.
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Como muy somero resumen de estos cien años de hermosa amistad entre la
Teoría de la Relatividad y la Geometría de Lorentz, cabe añadir que hoy la
Geometría de Lorentz tiene personalidad propia y es de gran interés desde un
punto de vista matemático. No obstante, es sumamente agradable pensar en la
posible aplicación física que tienen algunos temas selectos de investigación
dentro de ella.
Referencias
R.L. Faber: Differential geometry and relativity theory:
an introduction. Marcel Dekker, New York, 1983.
S. Hawking's web site, http://www.hawking.org.uk/home/hindex.html.
S.W. Hawking, G.F.R. Ellis: The large scale structure of space-time. Cambridge University
Press, Cambridge, 1973.
B. O'Neill: Semi-Riemannian
geometry with applications to relativity. Academic Press, New York, 1983.
A. Romero, A.M. Lallena: Espacios vectoriales métricos y Teoría Especial de la Relatividad.
Epsilon 5 (1986), 33-37.
A. Romero: Algebra
lineal y geometría. Ed. La Madraza, Granada, 1990 [apéndice].
A. Romero: Fundamentos matemáticos de la Relatividad
General: Cosmología. Publicaciones del Departamento de Matemáticas de la
Universidad de Murcia, Serie Gris (1996), 81-93.
[Disponible en http://www.ugr.es/~aromero/docs/ConferenciaMurcia.pdf].
A. Romero: Geometría y Relatividad. Una introducción a
la geometría básica de la teoría. Epsilon
14 (1998), 305-320.
A. Romero: La forma
del Universo. En Fotografiando las
Matemáticas, Ed. Carroggio, Barcelona, 2000, pp. 28-31.
R.K. Sach, H. Wu: General relativity and cosmology. Bull. Amer. Math. Soc. 83 (1997), 1101-1164.
J.M. Sánchez Ron: Einstein,
la relatividad y las matemáticas. La
Gaceta de la RSME 7 (2004), 153-184.
I.M. Yaglom: A
simple non-Euclidean geometry and its physical basis. Springer-Verlag, New
York, 1979.
A. Einstein archives on line, http://www.alberteinstein.info.
Living Reviews in Relativity, http://relativity.livingreviews.org.

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Sobre el autor
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Alfonso Romero
Sarabia es catedrático de Geometría y
Topología en la Universidad de Granada. Es
autor de más de cuarenta publicaciones en revistas internacionales de
matemáticas y director de cuatro tesis doctorales. Ha participado por
invitación en numerosos congresos internacionales, publicando en los
correspondientes proceedings.
Además, ha organizado dos congresos y editado sendos volúmenes de actas. Ha
sido profesor visitante en varias universidades españolas y extranjeras,
impartiendo conferencias y seminarios. Referee
de varias revistas internacionales y codirector de La Gaceta de la Real Sociedad Matemática Española desde el año
2000; en la que, actualmente, es editor general. En el ámbito de la
divulgación, ha escrito varios ensayos y pronunciado conferencias ante
distintos públicos.
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